292 REPERTORIO AMERICANO Dos fragmentos de Maimonides Sacados del mensuario Judaica. Buenos Aires, marzo de 1935. Edición dedicada a Maimonides en el octavo cetenario de su nacimiento ALBERTAZZI AVENDAÑO ABOGADO El mundo por venir SAN JOSE, COSTA RICA OFICINA: 75 vs. Oeste Botica Francesa TELEFONOS: OFICINA No. 3726. HABITACION No. 3138 tanto, si no debemos esperar recompensa mientras buscamos el saber, no debemos esperar ventajas cuando servinios a Dios y practicamos sus mandamientos, y es esto lo que afirmaba Antígono de Soco cuando decía: No seais como los esclavos que sirven al amo por un salario, sino como aquellos que sirven sin esperar ninguna recompen sa. Es esto lo que se llama también. Servir por amor. y nuestros sabios dicen con el salmo: Bienaventurado el hombre que honra a Dios y goza con sus mandamientos (Aboda Sara, 19a. y no por la recompensa que puede alcanzar. esto está explicado más claramente aun en el libro Sifré (Nedarim, 62a. Tú piensas quizás: aprenderé la Torah para ser un hombre rico, para llegar a ser un Rabí, para ser recompensado en el mundo futuro; pero está dicho en la Escritura: para amar al Eterno, lo cual significa: todo lo que hagáis sólo debe ser hecho por amor a él. Pero como al comienzo le cuesta a la inteligencia misma familiarizarse con este pensamiento, porque en tanto que hombres nosotros estamos acostumbrados a actuar o abstenernos en razón de lo que sirve o lo que daña, por esta razón, nuestros ancianos han permitido que el pueblo a fin de ligarse a la fe y practicar el bien, se representara recompensas y castigos materiales para la observación o negligencia de los mandamientos.
No pierde nada al creer en ello y modelar su conducta por la espera de la recompensa o el castigo, hasta que, per la costumbre y el celo del bien haya ilegado a conocer lo verdadero y a servir por amor. Nuestros ancianos lo han dicho: Ocupaos con la Torah, aunque no sea por ella misma; y al final, sera por ella misma que os ocuparéis. Comentario de la Mischná, Sanhédrin, X, y La santificación del nom bre divino Toda la casa de Israel está obligada a santificar el nombre de Dios, pues asi está escrito: Quiero ser santificado en medio de los hijos de Israel.
Nosotros estamos obligados a anunDos poesías nuevas ciar la verdadera fe en el mundo, sin de Amighetti La mayoría sueña con un porvenir en que aparecerá el Mesías, en que los muertos resucitarán, en que todos tomarán parte en los goces del paraíso, comerán, beberán y vivirán en santidad eternamente. Pero lo que es sorprendente, es que son bien pocos los que tratan de concebir el hecho lógicamente en su esencia, de profundizar la idea de la felicidad como propósito final y de examinar si una u otra de las recompensas de que se habla constituye verdaderamente el soberano bien. Considera, lector de este libro, la comparación que yo haré, y tú captarás claramente lo que yo pienso al respecto.
Imagínate que se lleva a un niño a casa de un maestro de quien debe recibir instrucción. Al esperar su perfeccionamiento, uno se propone evidentemente hacerle participar del mayor bien. Pero el niño es muy joven en años y muy débil de entendimiento para comprender ese bien que se le destina y para apreciar las preciosas ventajas que él adquirirá con sus progresos. Como el maestro es más inteligente que él, alentará a su alumno para el estudio por medio de cosas que le parecerán agracables y por prentios. El le dirá: Lee, y yo te daré nueces, higos, miel. el pequeño leerá con celo, no porque encuentre placer en el libro o que reconozca un bien en el ejercicio de la lectura, sino porque espera los dulces y las golosinas que le han pormetido en recompensa, y que tienen para él más valor que todo el estudio. Cuando ha crecido, sus primeros anhelos le parecen, es verdad, insignificantes e indignos de su esfuerzo: si se quiere excitarlo al trabajo, es necesario proponerle recompensas mayores, y el maestro le dirá: Lee y tendrás lindos zapatos.
un traje magnífico. El fin es atrayente y el niño se esfuerza. Más tarde, la recompensa debe ser más importante aun; se prometerá al alumno, por un capitulo que haya leído, dinero; un dinar, dos dinares. Por último el alumno Se ha hecho grande, esos pequeños presentes no lo tientan más y el Rabi lo exhorta diciéndole: Aprende, y llega.
zás a ser presidente, juez, y las gentes se levantarán delante de ti. El adoles.
cente aprende entonces, teniendo como propósito el honor y la gloria que vienen de los hombres. Todo esto es ruin, pero necesario, porque el espíritu humano es limitado y tiende, al adquirir el saber, hacia otro propósito que el saber mismo. Esto es lo que nuestros sabios llaman: Aprender el bien o hacer el bien sin sinceridad y nos ponen en guardia diciendo: No te hagas del Estudio una corona para adornarte, ni una azada para enterrarte. El propósito de la investigación es la verdad misma, la Torah es verdad; el propósito del conocimiento de los mandamientos es el de practicarlos. Por lo Envio del autor. San José, Costa Rica. Abril, 1935 Este invierno es un álbum de viñetas oscuras Los zopilotes estoicamente se bañan en la lluvia acurrucados de tristeza y el agua en papando el paisaje le ha dado una profundidad sagrada.
El invierno me empuja hoy a vivir cantos de pájaros alegres y alegría verde de los árboles en gris.
temores de nada. si alguien nos quisiera obligar a algo debemos preferir la muerte al hacer surgir en el enemigo el pensamiento equivocado de que hemos negado nuestra fe.
Quien se aleia de un pecado y ejerce una buena acción, no por temor ni buscando honores, sino sólo en honor de su creador, como José se alejó en Egidto de la mujer de su amo, este santifica el nombre de Dios.
El sabio que se cuida y habla con la gente en tono suave, que las trata afablemente, que recibe a todos con cara amable, que es ofendido por los demás sin insultarlos, que honra a los que hablan mal de él, que no participa de las fiestas y de los círculos de la plebe, sino que se ocupa de la doctrina de Dios y se muestra vestido con taled filacterias, el que en todas sus acciones hace más de lo que necesita hacer sin lla mar la atención, de modo que todos lo ensalcen, lo amen y traten de imitarlo, éste santifica el nombre de Dios y de él dice la Escritura: Mi siervo eres, Israel, en el cual me glorifico. Hiljot Iesoide Hatora. y En el sillón de mimbre cerca de la ventana cose la ropa blanca que su hijo va a usar, su hijo que es ahora amplitud de su vientre y silencio de sangre que lanzará su grito.
La copa como leche se riega en su regazo, por la ventana entra la tarde hecha de paz, una begonia luce su hoja como un vitral y se enciende la luz, dentro en la casa en un oro de hogar.
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TELEFONO No. 3736 VICTOR CORDERO Cía. SAN JOSE, DE SHOE SHOES y Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica