REPERTORIO AMERICANO 153 Primicias de Oro de Indias. Por ROBERTO MEZA FUENTES Envio del autor. Santiago de Chile, 1934 (Conclusión. Véase la entrega antepasada)
mo Otra nota de nuestra flora exuberante llama la atención del maestro Unamuno en los versos de Alma América, Austero como un padre del yermo, ascético en su honrada fortaleza de vasco, en quien no sería aventurado suponer un lejano entronque semítico, agónico en su intensa pasión de heterodoxo sin descanso, el rector salmantino se emociona con nuestras magnolias americanas, tan diferentes. ay. de las de la Plaza de su Bilbao natal. Chocano, por varios modos y en versos admirables siempre, canta a las magnolias. Unarriuno, que entre sus muchas virtudes de precursor y de vidente tiene la de haber iniciado el nuevo descubrimiento de América, anotó en su prólogo ya citado y comentado: Hay en los versos de Chocano algunos que me dan una sensación de americanismayor aun que muchos otros Ved el titulado La Magnolia. Es una linda composición. este epíteto tan usado en América, linda, es el que aquí encaja mejor. pero esas magnolias americanas, es decir, indígenas, primitivas, son muy otra cosa que aquellas otras melancólicas magnolias que hace tiempo embalsamaban por primavera. bajo el terco orvallo, la Plaza Nueva, aquella puritanesca y casi lúgubre Plaza Nueva de mi Bilbao. Pobres magnolias desterradas, soñando acaso en la selva virgen, entre el gesmétrico cuadrado de las uniformes casas de aquella Plaza Nueva de mis ensueños juveniles. Más adelante: las magnolias me traen el recuerdo de mi infancia lenta. Así escribía Unamuno en Salamanca en la primavera de 1906.
En 1907, en el volumen de sus religiosas y profundas Poesías, transcribía en verso de severo ritmo clásico las emociones que en recia prosa le había suscitado el libro de Chocano: Elorare José Santos Chocano Dibujo de Alvarez.
un castellano que no se había oído antes y que, sin embargo, nos parece antiguo. Paralelamente a esta emoción continental que en cada libro ha ido depurándose, va la emoción íntima del poeta que cuenta y canta sus desalientos, sus altas empresas espirituales, sus inquietudes y esperanzas. Capítulo especial, que aquí no podemos dejar sino insinuado, es el de la técnica literaria, en la que alcanza una segura e insuperable maestría. Usa la imagen de color hasta fatigarnos la retina con su derroche propio de un buen discípulo de Simbad y Aladino. Enriquece el vocabulario poético con voces de Amé.
rica, a las que da un sello augusto de dignidad y de nobleza. Y, embriagado de música, recurre a una métrica personalísima, en la que caben todos los ritmos y sobra todavía espacio para la arbitrariedad elegante y el capricho funambulesco. Prosa ervuelta en verso ha de llamar él mismo a unos de sus poemas.
En Alma América surge, sin querer, en muchas de sus composiciones el recuerdo de la técnica de José Asunción Silva, el mago doliente de los Nocturnos. Sólo de la técnica. La emoción en José Santos Cl:ocano es siempre personalísima. Personales son también sus adjetivos y sus bizarrías. Como subtítulo de Alma América escribe: Poemas Indo Españoles. en la nota de un poema que dedica a Rubén Darío: Tanto Rubén como yo tenemos osadía de creer públicamente en Dios. Unamuno, espíritu religioso, nos dice que este poema, Evangeleida, no lo es. Niega esta virtud a Chocano para considerarlo más bien un visual enamorado del inédito paisaje de América. Más cerca de la verdad de Chocano estuvo José Enrique Rodó, que reconoció en él al poeta que, por raro y admirable consorcio, une la audacia altiva de la inspiración con la firmeza escultórica de la forma y que, con generoso designio, se propone devolver a la poesía sus armas de combate y su misión civilizadora, acertando con el derrotero que, en mi sentir, será el de la poesía americana.
Rodó, que no fué profeta cuando negó el americanismo de Rubén Darío, vislumbró plenamente al gran poeta que en Oro de Indias afirma armoniosa y victoriosamente su profesión de fe indoespañola. Ayer decía: en Entre tus casas orvallaba tris de como si al mundo el cielo aleccionase, era tu cielo un cielo, hoy lo comprendo, muy metafísico.
En torno a aquel estanque de las ranas de metal vomitando el agua a chorros se alzaban desterradas las magnolias soñando a América.
Llegaba primavera con sus flores y el perfume, recuerdo de la selva, a embalsamar el patio despedían las blancas ánforas.
Tiritando las pobres bajo el terco orvallo, con los trinos se adormían que entre el verdor de su follaje alzaban cientos de pájaros.
Así, bajo el tedioso sirimiri que hizo en mi alma caer la parda lógica, florecieron magnolias que soñaban la patria mística. me dieron perfumes de la selva nunca hollada, y los pájaros celestes bajaron a cantarme en su verdura de amores trémulos.
Por contraste, Chocano, voluptaoso del color y de la forma, evocaba Unamuno, poeta interior y místico, sucesor en Salamanca de la cátedra y el martirio de Fray Luis de León, todo el secreto paisaje de su espíritu en los días de su mocedad y niñez, recordados por él más tarde en un pequeño libro sencillo y adtrirable. Virtud de poeta ha sido despertar en un espíritu superior como el del exégeta de la Vida de Don Quijote y Sancho estas divergencias que, en prosa y en verso, han servido para revelarnos la más profunda intimidad de tan intenso conductor de almas. Unamuno debemos la tentativa más sincera de cordialidad y de justicia para América. Ha sido el primer español que ha hablado de nosotros sin la menguada intención de adularnos o humillarnos. Su prólogo de Alma América, entre otros muchos ensayos sobre nuestras cosas y hombres representativos, tendrá que ser necesariamente recordado cuando se escriba nuestra historia literaria. Nuestra lengua. subrayó Unamuno en ocasión que marca todo un momento para España y América. nos dice allende el gran mar coque aquí no dijo nunca.
Hoy seguimos encontrándole razón al maestro cuando, con oportunidad de estas Primicias de Oro de Indias. hemos procurado contemplar panorámicamente la obra lírica de Chocano. En Alma América, Fiat Lux, Ayacucho y Los Andes (canto IV de El Hombre Sol. descubrimos una línea clara y armoniosa hacia la cumbre de perfección que culmina en estas Primicias.
Poesía de América, de nuestro paisaje, de nuestra historia, traducida en Yo de una rima frágil haré una carabela; me sentaré en la popa; desataré la vela; y zarparé a las Indias, como un Colón del verso. bien. La sangre es española e incaico es el latido; y de no ser poeta quizás yo hubiese sido un blanco aventurero o un indio emperador.
Y, todavía, frente a la contemplación de las obras de Velázquez y Goya, pa Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica