44 REPERTORIO AMERICANO La conquista del desierto Por LUIS HEYSEN Envio del autor. Lima, 1933 Cuantos cruzan el litoral peruano no podrán disimular la impresión que ha de producirles el nacimiento interminable de una realidad semi virgen que nunca acaba de nacer, debido a la ausencia de un plan económico serio y factible que diseñe las bases agrarias de su economía y señale los rumbos de su industrialización, hoy por hoy en crecimiento espontáneo.
Los muelles diminutos, el ir y venir de los viejos vaporcitos y de los modernos aeroplanos, los ferrocarriles de vía diversa, los caminos intransitables expresan, todos, un movimiento cuyo eje potencial de irradiación está constituído por el factor capital (en gran parte extranjero) estacionado en los valles en donde el petróleo, el azúcar, el algodón, el arroz y la vid prosperan y por el factor hombre (campesinos y profesionales peruanos) sujeto a un salario de hambre o a un sueldo misero y a una existencia paupérrima. La vida económica de la región más adelantada del territorio no logra salir de los cánones que fija su proceso feudal, rutinario y azás vegetativo, a pesar de la prosopopeya y locuacidad de quienes en congresos, certámenes y conferencias de índole nacional e internacional lo niegan con un cinismo desconcertante y único.
No hay sino que hacer el examen objetivo de los períodos históricos que hemos pasado y discurrir cómo se han aprovechado, para obtener la penosa constatación de lo que en sí vale el un millón ciento cincuenta y nueve mil hectáreas que forman la faja angosta y árida de nuestro litoral, teniendo en cuenta que sólo se cultivan 350, 000 hectáreas y que 359, 600 las ocupan cerros o tierras estériles, quedando un saldo de 450, 000 hectáreas que la mano del hombre hasta hoy no ha podido irrigar.
La primera función del hombre es la lucha por elevar el medio social del cual es producto. Si tal faena no hubiera sido cumplida, todavía nos encontrariamos en las cavernas del troglodita. Hasta las tribus nómades de Arabia y otras zonas desiertas del Asia rompen la tradición inmemorial y ofrecen el espectáculo maravilloso de trocar sus caravanas por el automóvil y el avión. Los beduínos de estos tiempos se empeñan en dominar a la realidad disiértica y cavilan pugnaces por una época de asignación de tierras, irrigación, educación, libertad, higiene y bienestar social. Empero, a nosotros la incuria, la inercia y el más allá, nos devoran desde el siglo xvi.
Ni la tierra ni el agua han logrado concertar una armonía en la economía agraria peruana; el desiquilibrio entre ambos factores de producción ha sido norma durante cuatro siglos.
El Imperio Incaico sigue siendo antecedente ejemplar en este orden. Los canales del incanato irrigaban más de 700, 000 hectáreas y el sistema de represas permitía almacenar agua para verterla sobre los terrenos apelmazados por la sequía. El Virreynato y la República no han logrado ni siquiera alcanzar tal organización, cuando la época impone superarla. Aplastados por el medio y encerrados dentro de una muralla de prejuicios y de rancias ideas, el hombre peruano de nuestros días no ha vencido a la realidad, sino que es un vencido cuya reacción saludable se hace esperar con demasía. Pareciera que sobre él posase como una tremenda maldición el desierto de nuestros despoblados sin agua y el de nuestra agricultura de riego artificial, constantemente amenazada y victimada por los ríos de arena de nuestros veranos sin lluvias.
Frente a la costa peruana pasan dos corrientes, la una antártica de agua fría que es la corriente de Humbolt y la contrariente del Niño. causa de aquélla el calor del trópico se transforma en brisa suave y refrescante; pero, también, como el mar es menos caliente que la tierra, no llueve o llueve mucho menos de lo que necesiten los cultivos tropicales de nuestro litoral. Lógico era que el hombre que disfrutara de las bondades de la corriente de Humbolt no la considerara un mal, obteniendo por sus propios medios y elementos el complemento del riego para sus campos; mas, la realidad es otra. Aquí se blasfema contra el calor y se llora lágrimas de fuego por la falta del agua que los incas del Tahuantisuyo pudieron técnicamente alcanzar el desierto costeño y que los hombres del siglo xx, aun no lo han conseguido sabiendo, sufridamente, que sobre las arenas es imposible edificar nada.
Nuestra región, malgrado tales circunstancias, está destinada a ser el asiento primordial del agro peruano y ya lo es, sin duda alguna. Lo que importa es hacer política agrarista real para iniciar la construcción agraria de la economía peruana; no repitiendo, naturalmente, los males del agarrismo criollo que no irrigó el desierto ni dió tierras al campesino, habiéndolo prometido en brazos de la demagogía. Por eso, si la voz de orden de Emiliano Zapata fué Tierra y Libertad, sin haber conocido el Zemlia Volia de los rusos del año 1905, el grito de nuestra costa debe ser: Agua y Libertad.
INDICE ENTERESE ESCOJA: Adán.
tino. 00 50 LA COLOMBIANA Vicente Huidobro: Poemas Articos 00 Vicente Huidobro 00 Alberto Masferrer: El Libro de la Vida, tomo 00 Vicente Huidobro: Ecuatorial 00 Rafael Cardona: El sentido frágico del Quijote. 00 Pijoan: Mi don Fracisco Giner. 00 Manuel Prada: Bajo el Oprobio 00 Alberto Masferrer: Ensayo sobre el Des1. 50 Constancio Vigil: El Erial.
Pablo Alfonso Vasconez: Israel, Arabia, India 50 Pablo Alfonso Vasconez: El Verbo 00 Francisco Zamora: El Salario Mínimo Carlos Pareja: El Derecho Civil Soviético (Principios fundamentales Tendencias e Innovaciones Conclusiones. 50 Reberto Brenes Mesén: Los Dioses vuelven (Verso. 00 César Uribe Piedrahita. Toá (Narraciones de caucherías. 50 Fabio Fiallo: Las mejores poesías de los mejores Poetas (Liricas. CO Medardo Angel Silva: Poesias escogidas. 00 Genaro Estrada: Senderillos a Ras. Pasta. 50 Arturo Mejía Nieto: Relatos Nativos. 00 Brenes Mesén: Lázaro de Betania. 00 Leopoldo Lugones: Lunario Sentimental.
Leopoldo Lugones: El Libro de los Paisajes 00 Fernando González: El hermafrodita dormido Claudia Lars: Estrellas en el pozo. 00 Porfirio Barba Jacob: Rosas negras. 00 Fernando González: Mi compadre 00 Euripides: Tragedias. Pasta Platón: Diálogos. vols. Pasta.
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