Communism

54 REPERTORIO AMERICANO Barbusse visto de cerca Por EUGENIO LABARCA Envio del autor. El Havre. Francia a caminos que cruzaba y, en el momento de su muerte, ya no se le calumnia, como hasta ayer. Por el contrario, aun la prensa reaccionaria por excelencia está de acuerdo en que Barbusse se mostró hasta el final perfectamente fiel a la orientación que le marcaba lo que él creia verdad de conciencia.
Personalmente conocí mucho Barbusse. Le vi en sus casas, en su escritorio, acompañado de su señora o de su secretaria, y también le ví solo. Practicó conmigo el español durante algunos meses y conservo paginas enteras de anotaciones sobre el que ahora recorro y que me dan una idea precisa de cuán superior era el hombre. Idea que yo no intento dar, porque seres como Barbusse son más grandes que cualquiera evocación pretenciosa. Estaba siempre a grande altura, fuera cual fuera el tema que abordara. Sin embargo, más que la hondura de la frase, más que el brillo de la palabra, lo que de él quedaba vibrando y vibra ahora mismo en mi, era la superioridad espiritual de que parecía aureolado. Para dar idea aproximada de él habría que estar acaso a su altura. Romain Rollnd escribirá, sin duda, un capítulo sobre el amigo muerto que tanto se le parecía. pesar de lo dicho, transcribo algunas lineas de mis anotaciones sobre Barbusse como mero anticipo y acaso como modesta contribución al monumento moral que se le erigirá algún día. Barbusse se pasea de un lado al otro del escritorio, haciéndose chica la pieza para el largo de sus piernas. baja para su estatura. Muévese de modo nervioso, extiende los brazos en actitudes cordiales y místicas, ofrece las manos afiladas e inconmensurables en gestos de acogida perfecta, amplia, y todo él parece reclamar mayor espacio, más aire, mayor horizonte. No hay, sin embargo, brusquedad alguna en sus actitudes. Por lo contrario, existe armonía perfecta entre su voz musical, de entonaciones cálidas, su mirada dulce, sus ojos soñadores, y el halo que un espiritualista reconocería en torno este hombre.
NE PES Henri Barbusse ha muerto el 30 de agosto en Moscú. Había nacido en Asnieres, alrededores de Paris, el 17 de marzo de 1874. Débil desde la infancia, empobrecida su salud durante la guerra, no ha resistido el invierno ruso: se lo ha llevado una neumonia, en ocho días.
Hijo de periodista, Barbusse se estrenó intelectualmente en el periodismo. Joven licenciado de filosofía, envió una novelita a un concurso literario abierto por Echo de Paris. Entusiasmo a Catulle Méndes, presidente del jurado, invitó éste a Barbusse a que se diera a conocer en la redacción del periódico, y el nuevo escritor pasó luego a formar parte de la mesa directiva del diario que por entonces parecía vanguardista.
Todo esto sucedía antes de 1900.
Introducido en el mundo literario de la época, Barbusse fué un excelente colaborador de Méndes, de Marcel Schwob y de Alfred Vallette, dirigentes de Echo de París. Amigo perfecto de todos ellos, llegó a ser hijo político de Méndes, uniéndose en matrimonio a la menor de las hijas del poeta.
Casi inmediatamente entró como alto jefe al Ministerio de Agricultura y multiplicó sus actividades periodísticas. Redactor de Petit Parisien. redactor jefe de Je sais tout. Pierre Laffitte le nombró Director literario de sus ediciones. Apto como pocos para componer el artículo diario, daba Barbusse, sin embargo, sus veladas a las musas y publicó un primer tomo lírico, Les Pleureuses. que la crítica acogió elogiosa y en el cual se demostró un buen simbolista que en nada hacía presagiar al escritor realista del futuro. En 1903 revelóse en este orden con su novela Les Suppliants. En 1908 publicó Enfer. de profundo sentido pesimista, y algunos años más tarde el célebre Le Feu. Ahí cristalizó su celebridad literaria. El libro tuvo una inmensa repercusión, tanto política como intelectual. Fué traducido a todas las lenguas y la personalidad de Barbusse, acusada por la crítica de oscilante, cobró relieve mundial como apóstol del pacifismo, como internacionalista y como antimilitarista. El Fuego le produjo pingües ganancias y pudo desde entonces considerar los cambios de clima que reclamaba su salud. Barbusse arrendaba departamento en París, tan modesto como el de Leonardo Pena, ya que ambos habitaban el mismo inmueble de la calle Albert de Lapparent; era dueño de una casita de campo en Senlis y de una pequeña villa en la Costa Azul.
Estas tres residencias le eran necesarias: la primera, para estar conectado con la capital; la del campo, para respirar; la de la playa, para lo mismo, según las épocas del año. En nuestra América no se comprende la búsqueda del clima, porque no se conocen los rigores climatéricos de Europa, pero, en el caso de Barbusse, sus enemigos tampoco querían comprender el lujo del comunista. El lujo! Había que ver de cerca la modestia en que Barbusse se complacía y había que escucharle: Con esta desgracia mía de tener tres casas, puede decirse que no tengo ninguna. Por donde paso voy dejando papeles, anotaciones, documentos, que me hacen falta. La señora Barbusse, por su parte, se dolía de igual cosa. Es muy cansado esto de ser nómades.
Indigna, por lo tanto, que se criticara a BarHenri Barbusse a busse la pretendida oposición entre sus teorías y sus prácticas. Tal oposición no existía.
El se sabia condenado a muerte, pues los pulmones se le iban de hora en hora, y no creo yo que el comunismo o lo que sea aconseje a nadie ser suicida. Además, con su pluma había ganado mil veces más que lo que poseía y si la muerte le ha sorprendido pobre es porque daba cuánto podía para el sostenimiento de Monde. periódico de su propiedad, y para cuanta campaña hubiera en el globo destinada a condenar la guerra. Barbusse podía condenar la guerra porque se había conducido durante ella como un héroe. Nadie podía enrostrar cobardía a un hombre que por tres veces volvió a la contienda, a pesar de ser declarado incapaz por los médicos. Citado en la orden del día, reconocido por sus jefes como un soldado excepcional, había en él, en su ardor bélico, una fuerza paradógica que sólo puede aclararse a través de una carta publicada ahora por el Figaro y que Barbusse escribió desde las trincheras el 25 de junio de 1915: El oficio que hago aquí es, en efecto, terrible, y el espectáculo diario mucho más espantoso de cuanto es posible imaginar. Pero esta guerra es guerra de ideas, de liberación, y yo tomo tanta parte en ella porque estoy cierto de que ella acabará con mi viejo enemigo, el militarismo!
No fue así y, por lo mismo, él continuó igual campaña en la paz. La pluma, la palabra, el dinero, las molestias de viajes, todo podia pedirse a Barbusse cuando se trataba de dar un paso hacia la comprensión universal. Llamado a Rusia, fué jugando el todo por el todo. Perdió la vida, pero no la partida, porque es imposible que un apostolado como el suyo sea vano. Algo iba quedando de fe por los Mi último libro publicado es sobre Zola.
Zola debe interesarnos en el sentido de que es un excelente observador de la masa, del conjunto, no del individuo. Leyendo a Zola se experimenta la misma impresión que cuando se domina una ciudad desde un aeroplano: se ve el conjunto, delineado a la perfección, pero no como en el mapa, sino como algo vivo que grita su existencia. Barbusse fuma y tose, tose y fuma. Habla sobre la misión del escritor. Es tan grande su responsabilidad que el escritor debe cuidar de cuanto escribe y no dejarse llevar por la facilidad. Igual si habla. No basta parecer brillante, ni locuaz, ni ameno. Esas son virtudes de salón. Flaubert era, en ese sentido, el hombre de letras perfecto: ameno y profundo. Vuelve a hablar de Zola. Zola tenía sobre la guerra ideas bizarras. Creía que era un mal inevitable. Error. Cómo no ha de ser evitable la guerra desde el momento en que se produce a base de una decisión de los hombres. Respecto a los libros que pretenden pintar los horrores de la guerra, dice. Para matar la guerra no es suficiente describirla como un cortejo de monstruosidades. Hay que ir al fondo de la cuestión, evitando ciertos peligros Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica