REPERTORIO AMERICANO 205 alas, el sol se oculta tras el monte, y la noche, la noche le sorprende meditabundo. De la serie de artículos políticos pubicados con el seudónimo de Cotubanamá, Santo Domingo, 1900. Intima mi esposa tenida por tu robusta fe, iluminada por tu inagotable esperanza.
Mas ¡ay. que el cuerpo cede a la fatiga y se doblega, como la débil planta a los rigores del ambiente. Mientras surgía a nuestro lado un nuevo retoño de tu ser. te detuviste y llevaste la mano sobre tu corazón. Cuando torné la cara, te vi herida de muerte! Entonces sentí en el fondo de mi corazón un dolor profundo que amenazó desorganizar todo mi ser moral. El mundo cambió repentinamente para mí. Ya no hubo más que sombras sobre mi cabeza, y sólo escuchaba, como lejanas, las profundas armonias del dolor. Sentí miedo en el alma y envidia de tu suerte. Por qué debias ser siempre tú la víctima. Por qué sólo para ti debía ser el largo martirio. Por qué sólo tú debías, superior al sufrimiento, tener en la congoja palabras de consuelo y voces de aliento en la zozobra?
En ese instante sentí mis miembros vacilar, las fuerzas se agotaban, y ansié por una piedra fría en que reposar mis sienes: me juzgué impotente para continuar la vía. Pero oí tu voz que clamaba al cielo: Señor, Señor, él es mi esposo, él es el padre de mis hijos: fortalece su espíritu y su brazo. a tu voz me erguí, avergonzado de ese momentáneo desfallecimiento. Para ti, entonces, el asiduo cuidado, el bálsamo consolador, el perfume más delicado de nuestros sentimientos, la flor más bella de nuestras ideas. Quisiste, en tus días de ansiedad, respirar el ambiente de magnolias del antiguo hogar de tu difunto padre y dormitar en un bosque de mirtos, y con mirtos rodeé tu lecho de dolor y regué sobre tu cuerpo las flores de la magnolia casi secular. Quisiste alimentarte con el néctar de las musas, y tus amigos, tus discípulas, tus hermanos, tus propios hijos, pequeñuelos aun, te lo sirvieron abundante en el cáliz delicado de la más selecta poesia contemporánea. Aspiraste el aroma de los primeros capullos, prematuros quizás, que ya han brotado del espíritu de tus propios hijos Así, enferma, acongojada por la dificulcad material de respirar, sembraste, sin embargo, en ellos, los gérmenes más valiosos de virtude inteligencia, y ya pudiste gozarte en contemplación.
Pero ſay, qué triste, tristísima pausa fué ésta en la lucha de la vida. Cuánta zozobra. Cuánta ansiedad! al fin te has ido de nuestro lado. Has roto prematuramente la cadena material que nos unía: aun no era hora para ti. Mas en este breve paso de la vida tu espíritu no nos abandonará. Ay. Pero te has ido, te has ido! En vano torno la vista y busco en mi rededor: tu forma corporal se me escapa de entre los brazos y sólo encuentro el vacío. Infeliz de mí! Ahora comprendo el voto del destino y abro los ojos para ver la realidad. Recojo el precioso legado que me dejas, reconcentro todas las energías de mi conciencia, y las consagro al engrandecimiento de aquél y de tu gloria Francisco Henríquez y Carvajal Santo Domingo, de marzo de 1897.
INDICE su Cuando en mis primeros juveniles años, adolescente casi, oi sorprendido y gozoso los acordes de tu patriótica ra, sentí que una fuerza extraña subyugó mi espíritu. No te conocía, nunca te había visto: pero desde entonces satélite fué mi alma de la tuya, como errabundo astro que un sol poderoso fija en su órbita. Yo vagaba por las calles, con el periódico en la mano, leyendo, renitiendo recitando en todas partes la úl tima de tus poesías. Porque tú eras mi Homero, mi Virgilio, mi Dante. Mi espíritu se embriagaba en el torrente de tu poderoso numen, como el insecto que revolotea en torno de radiante foco de luz.
Por todas partes te busqué, porque tu singular modestia te ocultaba en ci hogar de tus mayores.
Trémulo ne acerqué a ti para pedirte, como hambriento peregrino, del pan de tu ber. en tu inagotable bondad, me lo ofreciste en abundancia. Muéstrame. me dijiste. el camino de las ciencias que tu trillas. de ese modo, ocul.
tendo con tanta ingenua sencillez tu superioridad moral, me avasallaste y me hiciste tu discípulo llamándome maestro. Días venturosos en que el campo de las letras y de las ciencias se mostraba a nuestros ojos cubierto de flores, y el horizonte se ensanchaba, el cielo era azul purísimo y reverberaba el sol; la vida se derramaba sobre el universo! Yo estaba absorto, en embeleso, ante tanta belleza intelectual y mora!
resumida en tu delicado ser.
Nuestros propósitos, nuestras aspiraciones, nuestros ideales, vinieron a ser unos mismos para ti y para mí, y emprendimos juntos la peregrinación de la vida. Por sendero escogimos el más espinoso y por término de nuestra jornada el bien humano. Surgieron a nuestro lado retoños de nuestras almas, y entonces avanzábamos al porvenir con fe y en grupo indisoluble. Pero ¡cuán ruda fué para nosotros la lucha de la vida!
En ese sendero en que la empeñamos, sin recursos, sin apoyo, pero con sobrado aliento, el sacrificio era inevitable.
Tú te lo impusiste una y cien veces con abnegación sin ejemplo y arrostraste las consecuencias con serenidad incontrastable. Avanzábamos siempre, por encima de todo, y dejabas tú en el camino una huella luminosa. En donde pusiste la planta, el. campo no quedó yermo, sino que brotaron flores; y mirabas al porvenir con fe, y de sus horizontes veías caer haces de luz radiosa, luces puras de radiante aurora, sobre las infantiles cabezas de tus hijos. así, aunque penosísima en la marcha, era hermosa esta vida de grandes esfuerzos, sossaENTERESE ESCOJA José Antonio Ramos: En las manos de Dios. Drama en un prólogo y dos actos. 1. 00 Humberto Tejera: aguilas blancas. 50 Ernest Toller: Hinkemann los destructores de máquinas 00 Harry Sinclair: El campeón 25 Lidia Sefulina: Virinella. Novela. 00 Ludwing Renn: Post guerra. 00 Ladislao Reymont: El vampiro. Pasta 50 Wells: El país de los ciegos. Pasta. 00 Wells: El alimento de los dioses. Tokunaga: La calle sin sol. 00 Wells: La dictadura de Mr. Parham 25 Armando Zegri: El último decadente. No3. 00 Vera Zouroff: Hollywood. Con ilustraciones de sus puntos más interesantes. Como se hacen las películas. Entrevistas a los artistas, con retratos y anécdotas, etc. etc. 75 Armando Donoso: Nuestros poetas. Antologia chilena moderna. 00 Solicitelos al Admor. del Rep. Am. 00 vela.
GRANJA SAN ISIDRO MAX JIMÉNEZ CORONADO COSTA RICA Hijo del campeón de Kentucky, Sir Inca May, y una vaca importada, hija de la campeona de Estado de New York.
Inmune a la fiebre de garrapatas.
PRECIO: 100 (U. TRIUNE VALENTINE INKA MAY Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica