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REPERTORIO AMERICANO 101 La tragedia española Por JORGE ZALAMEA De El Tiempo. Bogotá. Octubre del 34 Manuel Azaña (Dibujo de Juan Carlos Huergo)
Azares Son muchos y muy fuertes aún los entrañables nexos que unen a estas tierras de América con España y es difícil, por razón de ellos, permanecer ausentes de las congojas que ahora mismo sufre la Península y sentir ajenas las amenazas que sobre su vida se ciernen. Sin bases suficientes para presumir todavía cuál haya de ser su futuro, la vemos en estos momentos amenazada en su unidad, quebrantada por la guerra civil, empavorecida y enlutada en lo que tiene de más tierno, levantada e iracunda porque así lo quieren sus hombres y lo demandan sus traicionadas esperanzas no puede uno por menos de preguntarse ante semejante estrago.
qué fué de aquella revolución ejemplar y qué de aquellos hombres que ya empezaro: a rescatar a España de las ligaduras que la hegemonía borbónica y la obligada incultura del pueblo le ciñer: Esta pregunta nos leva de la mano a repasar los hechos más salientes de la revolución española.
La huelga revolucionaria de 1917, no obstante su fracaso, fué para la democracia ibérica fermento de tal calidad que no bastaran los siete años indignos de la dictadura a sosegar el hervor que promoviera. Obra suya fué la campaña que tan ingeniosamente sostuvo la prensa liberal, a la que fué acicate la mordaza de la previa censura; y suya también los trabajos recatados que en la oscuridad y la fuga cumpliera el comité revolucionario. Hasta que amaneció el 12 de abril y llamaron a puertas de la gob nación el 14 quienes sabían representaban la dignidad, la voluntad y el espíritu de España. Vimos entonces el espectáculo admirable de un puñado de hombres que sacaba de!
hondón de las entrañas españolas aguella capacidad de creación, aquel sentido caideroniario de la justicia popular, aquel orgullo sosegado que nace del exacto conocimiento de sí mismo y de sus narurales limitaciones, aquel sentido de la tierra y la humanidad que se traduce en concordia entre las palabras y los actos valores todos que fueron médula de la grandeza española y que yacían, hace apenas cuatro años, bajo la mezquindad que por algo y mucho más que un siglo royera a la Península.
De aquel puñado de hombres no tardó en destacarse el alcalaino Manuel Azaña, coterráneo del cardenal Cisneros y, como él, acaso el más español y el más grande de los españoles y grandes de su tiempo. Sin que le temblara el pulso, firmó Azaña con la pluma que hasta entonces sólo galas literarias rubricara, la sentencia de muerte del militarismo español aquel de los pronunciamientos, aquel que se hacía anunciar en palacio por el solo estrépito de sus espolines y sus sables. curó con equidad, dignidad y cortesía el resque mor de la gente catalana; puso mano en el latifundismo español y creó las leyes e instituciones que habrían de remediar aquella hambre de tierra que por seis siglos resecara la garganta de los protegidos de San Isidro labrador; creó y dió autoridad a los comités paritarios para que en ellos se dirimiesen en justicia los pleitos entre el capital y el trabajo; dió a España lo que es de España y a Dios lo que es de Dios, y fraguó en sus momentos de reposo la más pura doctrina parlamentaria y democrática que hayamos oído en estos tiempos de fascismo y dictadura ¿Cómo lucharían las fuerzas de la reacción contra este varón cabalísimo que de tal modo daba fe de sus palabras en sus actos y hacía resplandecer en éstos un fervoroso amor por aquella España que a él, el hombre de corazón duro, le arrancaba las lágrimas cuando se detenía a considerar que con sus manos mortales la estaba restableciendo en su dignidad antigua? Era mucho hombre aquel para la contienda franca!
Acaso resultase más prudente ensalivarlo antes, como suelen las serpientes con sus presas mayores.
Dió comienzo entonces a la más vergonzosa y atroz campaña de difamación que sufriera nunca la política española. No tenían mala memoria los reaccionarios de hogaño, pues que así resucitaban la táctica que diera con la primer república en tierra! Esa campaña no se detuvo siquiera ante el sagrado del hog pues cuando hubo sembrado la desconfianza en el pueblo, la división en los partidos que fraguaran el 14 de abril, la pugna en los legisladores que dieran a la nueva España una constitución, entró a saco en la intimidad de los jefes ilustres y la puso de tal modo que hasta ruborizarse debieron los empresarios y usu fructuarios de semejante desprestigio. como a la sandez humana nadie, como ai mar, le puso límites, cayó Azaña y con Azaña los republicanos autérticos.
Con el ascenso al poder del grupo radical que dirige don Alejandro Lerroux, cambian de táctica los hombres de la reacción. Al furor, sucede la templanza; la calumnia se ve reemplazada por la cortesía; la sonrisa cubre la boca del improperio.
Se comienza entonces a hablar con una reiteración sospechosa de los grandes intereses nacionales que no deben subordinarse a los intereses de partido, de la pacificación de los espíritus Azaña habia aconsejado que se apaciguascn ellos por sí solos. de la necesidad de curar las llagas abiertas por el asesino. de Casas Viejas. no tardan los furibundos secuaces de Sanjurjo en ha De El Tiempo. Bogotá Por razón de la misma predilección que Manuel Azaña nos ganara, hemos cavilado un buen trecho sobre las causas que motivaron su caída y que lo tienen punto menos que perdido para la política española. Hace pocos días, en postura de reo que no menores vueltas da el mundo se escaparon de su boca estas colidas palabras: Nada hay más arduo en la vida que administrar una victoria política. la zaga de esta confesión, reconsideramos la historia de su gobierno admirár:donos una vez más de la varonía y sagacidad con que curara a España de dolencia tan quebrantadora como el militarismo; de la equidad y amor patrio que empleara en apaciguar el enocono catalán y convertirlo en sangre nueva hoy también desperdiciada para España; de la empeñosa lucha mantenida por curar a su pue.
blo de aquella hambre de tierras aprieta los ijares desde hace cuatro siglos.
Hasta esta encrucijada de su destino le (Pasa a la página siguiente)
que le ALBERTAZZI AVENDANO ABOGADO SAN JOSE, COSTA RICA OFICINA: 75 vs. Oeste Botica Francesa TELEFONOS: OPICINA No. 3726. HABITACION No. 3133 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica