58 REPERTORIO AMERICANO las desdichadas sombras sumergidas, las determinaciones en el centro del aire, los besos en el fondo de las piedras.
hacia sabores de lodo y garganta, hacia imperecederas mariposas.
Caigo en la sombra, en medio de destruídas cosas, y miro arañas, y apaciento bosques de secretas maderas inconclusas, y ando entre húmedas fibras arrancadas al vivo ser de substancia y silencio.
Entonces surgen los hombres del vino vestidos de morados cinturones, y sombreros de abejas derrotadas, y traen copas llenas de ojos muertos, y terribles espadas de salmuera, y con roncas bocinas se saludan cantando cantos de intención nupcial. media noche, con manos mojadas, alguien golpea mi puerta en la niebla, y oigo la voz del apio, voz profunda, áspera voz de viento encarcelado, se queja herido de aguas y raíces, hunde en mi cama sus amargos rayos, y sus desordenadas tijeras me pegan en el pecho buscándome la boca del corazón ahogado.
Dulce materia, oh rosa de alas secas, en mi hundimiento tus pétalos subo con pies pesados de roja fatiga, y en tu catedral dura me arrodillo golpeándome los labios con un ángel. Qué quieres, huésped de corsé quebradizo, en mis habitaciones funerales. Qué trigo destrozado te rodea?
Me gusta el canto ronco de los hombres del vino, y el ruido de mojadas monedas en la mesa, y el olor de zapatos y de uvas.
y de vómitos verdes: me gusta el canto ciego de los hombres, y ese sonido de sal que golpea las paredes del alba moribunda.
Es que soy yo ante tu color de mundo, ante tus pálidas espadas muertas, ante tus corazones reunidos, ante tu silenciosa multitud.
Soy yo ante tu ola de olores muriendo, envueltos en otoño y resistencia: soy yo emprendiendo un viaje funerario entre tus cicatrices amarillas: soy yo con mis lamentos sin origen, sin alimentos, desvelado, solo, entrando oscurecidos corredores, llegando a tu materia misteriosa.
Fibras de oscuridad y luz llorando, ribetes ciegos, energías crespas, río de vida y hebras esenciales, verdes ramas de sol acariciado, aquí estoy, en la noche, escuchando secretos, desvelos, soledades, y entrais en medio de la niebla hundida hasta crecer en mí, hasta comunicarme la luz oscura y la rosa de la tierra.
Hablo de cosas que existen, Dios me libre de inventar cosas cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros, hablo de lentas medias de ramera, hablo del coro de los hombres del vino golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.
Estoy en medio de ese canto, en medio del invierno que rueda por las calles, estoy en medio de los bebedores, con los ojos abiertos hacia olvidados sitios, o recordando en delirante luto, o durmiendo en cenizas derribado.
Veo moverse tus corrientes secas, ve crecer manos interrumpidas, oigo tus vegetales oceánicos crujir de noche y furia sacudidos, y siento morir hojas hacia adentro, incorporando materiales verdes a tu inmovilidad desamparada.
ESTATUTO DEL VINO Cuando a regiones, cuando a sacrificios manchas moradas como lluvias caen, el vino abre las puertas con asombro, y en el refugio de los meses vuela su cuerpo de empapadas alas rojas.
Sus pies tocan los muros y las tejas con humedad de lenguas anegadas, y sobre el filo del día desnudo sus abejas en gotas van cayendo.
Poros, vetas, círculos de dulzura, peso, temperatura silenciosa, flechas pegadas a tu alma caída, seres dormidos en tu boca espesa, polvo de dulce pulpa consumida, ceniza llena de apagadas almas, venid a mí, a mi sueño sin medida, caed en mi alcoba en que la noche cae y cae sin cesar como agua rota, y a vuestra vida, a vuestra muerte asime, a vuestros materiales sometidos, a vuestras muertas palomas neutrales, y hagamos fuego, y silencio, y sonido, y ardamos, y callemos, y campanas.
Recordando noches, navios, sementeras, amigos fallecidos, circunstancias, amargos hospitales y niñas entreabiertas: recordando un golpe de ola en cierta roca con un adorno de harina y espuma, y la vida que hace uno en ciertos países, en ciertas costas solas, un sonido de estrellas en las palmeras, un golpe del corazón en los vidrios, un tren que cruza oscuro de ruedas malditas y muchas cosas tristes de esta especie.
Yo sé que el vino no huye dando gritos a la llegada del invierno, ni se esconde en iglesias tenebrosas a buscar fuego en trapos derrumbados, sino que vuela sobre la estación, sobre el invierno que ha llegado ahora con un puñal mojado entre las cejas. la humedad del vino, en las mañanas, en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno que caen en bodegas sin duda solitarias, a esa virtud del vino llegan luchas, y cansados metales y sordas dentaduras y hay un tumulto de objeciones rotas, hay un furioso llanto de botellas, y un crimen, como un látigo caído.
APOGEO DEL APIO Yo veo vagos sueños, yo reconozco lejos, y miro frente a mí, detrás de los cristales, reuniones de ropas desdichadas.
Del centro puro que los ruidos nunca atravesaron, de la intacta cera, salen claros relámpagos lineales, palomas con destino de volutas, hacia tardías calles con olor a sombra y a pescado. ellas la bala del vino no llega, su amapola eficaz, su rayo rojo, mueren ahogados en tristes tejidos, y se derrama por canales solos, por calles húmedas, por ríos sin nombre, el vino amargamente sumergido, el vino ciego y subterráneo y solo.
El vino clava sus espinas negras, y sus erizos lúgubres pasea, entre puñales, entre mediasnoches, entre roncas gargantas arrastradas, entre cigarros y torcidos pelos, y como ola, de mar su voz aumenta aullando llanto y manos de cadáver.
Son las venas del apio! Son la espuma, la risa, los sombreros del apio!
Son los signos del apio, su sabor de luciérnaga, sus mapas de color inundado, y cae su cabeza de ángel verde, y sus delgados rizos se acongojan, y entran los pies del apio en los mercados de la mañana herida, entre sollozos, y se cierran las puertas a su paso, y los dulces caballos se arrodillan.
Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces, yo lloro en su follaje y en sus muertos, acompañado de sastres caídos en medio del invierno deshonrado, yo subo escalas de humedad y sangre tanteando las paredes, y en la congoja del tiempo que llega sobre una piedra me arrodillo y llory entonces corre el vino perseguido y sus tenaces odres se destrozan contra las herraduras, y va el vino en silencio, y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde rostros, tripulaciones de silencio, y el vino huye por las carreteras, por las iglesias, entre los carbones, y se caen sus plumas de amaranto, y se disfraza de azufre su boca, y el vino ardiendo entre calles usadas buscando pozos, túneles, hormigas, bocas de tristes muertos, por donde ir al azul de la tierra en donde se confunden la lluvia y los ausentes.
Sus pies cortados van, sus ojos verdes van derramados, para siempre hundidos en ellos los secretos y las gotas: los túneles del mar de donde emergen, las escaleras que el apio aconseja, hacia túneles acres me encamino vestido de metales transitorios, hacia bodegas solas, hacia sueños, hacia betunes verdes que palpitan, hacia herrerías desinteresadas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica