152 REPFRTORIO AMERICANO Vidas no paralelas le impone final. así tantas otras (así Por DIEZ CANEDO en De El Sol. Madrid en o un también las estrofas del admirable Quién sabe, señor. que podrían ser una más o una menos. Exito de lector, de poeta en voz alta, fué el de Chocano; y éxito asimismo de música fácil y de comprensión pronta, sin repliegues a lo Darío, iy sin sus hallazgos, sin sus peregrinas adivinaciones! El españolismo de Chocano inútilmente contradicho por los que hubieron de impugnar cierta poesía suya, muy leyenda negra. no se desmintió nunca. La sangre es española e incaico es el latido. proclamaba en su Blasón de Alma América. Pero sangre y latido se prodigaron en lo espectacular Ahí también dijo que, de no ser poeta, hubiera sido quizá un blanco aventurero indio Emperador Llegó al mundo cuando ya había pasado el tiempo de los Emperadores, y fué poeta áulico.
De los aventureros tuvo la energía vital y la trágica muerte; la existencia, poblada de atrevidas piruetas y de aderanes generosos.
Urbina, cuya máscara facial quemaban soles antiguos, fué poeta en voz baja, en susurro, en suspiro. Vivía en España, a las puertas de Madrid, y sólo contados amigos lo sabían: amigos que, en torno suyo, gozaban frecuentemente de su sabrosa plática, ni de Emperador ni de aventurero, sino de hombre muy vivido, que ha dejado en las sendas del vivir pedazos de su alma y que sabe vivificar sus memorias en una hoguera de afectos inextinguibles. Oro y espuma de clara cerveza, conversación de amigos, refugio de hogar, le bastaban. No soy de este tiempo. solía decir cuando se le hablaba de sus versos. no dejó de hacerlos nunca; y aun en los últimos llegó a poner un ingenio verbal muy despierto, sin romper jamás la suave música de antaño, ni aun cuando quebraba los ritmos regulares en que dió sus más ingenuas canciones.
Nada de vidas espectaculares. Su nativismo mejicano, por ser verdadero, tenía siglos detrás. Graciosamente fuera de moda, algunos versos suyos de los más divulgados conservan, en su melodía añeja, vigor de buen vino en botella empolvada. 54 Un nuevo Plutarco apenas podría destacar las figuras de dos poetas muertos a distancia de pocas semanas, para encontrar ellas paralelismos curiosos. Las semejanzas serían muy pocas, o habían de parecer como traídas a la fuerza; pero esto ocurre también en las viejas vidas del griego. Más que los rasgos peculiares de una y otra figura, harto divergentes entre sí, las enlazaría cierta determinación del destino, que llevó a dos hombres, nacidos en distintos hemisferios, a morir casi en los mismos días, lejos el uno del otro, pero lejos también cada cual de su patria, y que puso a entrambos, no en los mismos días, contacto con el viejo solar, adonde llegaron, el uno del Perú y el otro de Méjico. traídos por las vicisitudes de una existencia spmetida a voltarios influjos. Más que a coincidir en la vida, los ha traído a proximidad en la muerte, como a aquellos personajes de Ei puente de San Luis, Rey. procedentes de distintos lugares, obedientes a contrarios menesteres, y todos a punto en el paraje destinado a verlos morir, en la hora exacta. Para nosotros desaparecen casi en golpe simultáneo Luis Urbina, muerto de lenta eniermedad en su casa de Madrid, y José Santos Chocarno, asesinado en Santiago de Chile.
Han sobrevivido diez y ocho años a Rubén Darío, con quien se comparó al segundo, y que igualaba al primero en edad. Leyendo a los tres, se invierten los datos. Ellos parecen anteriores. En su mensaje no va el poderío de anticipación que resplandece en el poeta de Prosas profanas. Vienen de otras épocas, que continúan con toda fe. Ur.
bina, del círculo romántico, o, mejor, postromántico, cuyos polos en Méjico, llenos de eterna atracción para él, son Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel José Othon. Chocano busca la elocuencia del período, la rotundidad de la írase.
Está en la tradicional tendencia hispana que culmina en la poesía oratoria de Núñez de Arce (en cuanto a versificación, no en cuanto a los temas. Toda su poesía primera coleccionada en un tomo español de edición popular, llamado inexactamente Poesías completas. no es más que eso. Sus mismos cuadros indígenas son pezzi di bravura. sonoras tiradas parnasianas. Después, en la etapa de su poesía que afecta postura vernácula y se abre, en España también con Alma América. se establece un compromiso entre su inspiración y su versificación: aquélla no cambia, al emplearse en nuevos asuntos; ésta se impregna de la música de dos grandes americanos: el propio Darío, convirtiendo su sinuosa armonía, su delicadísimo tecleo, en decisión y marcial redoble, y el José Asunción Silva del Nocturno. cuya métrica fragmentada le sirve, no para una vaga evocación de fantasmas ardientes, como el modelo, sino para una melopea simétricamente cortada por la repetición lírica de un estribillo. acaso sería más justo aprcximarle a los dos Salvadores: a Rueda, Luis Urbina, en el café de la plaza de Santa Ana, de Madrid.
Dibujo de García Cabral el andaluz, y a Díaz Mirón, el americano, en su primera fase.
En esto es del todo contrario a Urbina. En el mejicano se halla delicadeza sin afanes de formal innovación; en el peruano, nuevos ritmos sin delicada virtud intima. Por ello, Chocano alcanzó tal vez su máxima estatura cuando, en hora de conmemoración nacional, se encaró con un gran tema épico, el de Ayacucho, e intentó, tal vez sin llevarlo a cabo, el largo poema ya en desuso. Y, aparte de esto, cuando la inspiración indigenista le aprontó un motivo lírico, tal como el de la glosa de un dicho indio, del Quién sabe, señor. tan felizmente lograda, que conviene ignorar las otras dos glosas simétricas para encontrarle sabor pleno. Este acierto en la nota perseguida por las rutas de la elocuencia y encontrada en senderos de sencillez es como el premio inesperado que corona de pronto una labor tenaz.
José Santos Chocano entró en España como un conquistador, con mucho estrépito de armas. Su primera victoria fué ante un público zumbón, en el Ateneo de Madrid: victoria de lector, ganada verso a verso, frente a un auditorio que había comenzado por extrañarse ante su acento sobre manera marcado. La Elegía del órgano representa muy poco a Francisco Navarro Ledesma, en cuya conmemoración fué leída; representa a todo Chocano.
Es una poesía que se puede acortar o prolongar indefinidamente. Termina cuando parece que ya hay bastante. no cuando la economía propia de la composición más, con voluble giro, huyó la mano hasta el confin lejano, y el beso, que volaba tras la mano, rompiendo el aire, se volvió suspiro.
Poesía inactual, por supuesto; pero de la que se saborea, hallándola en un volumen ajado, con más fruición que el atrevido alarde, presto marchito.
Amé, sufrí, gocé, sentí el divino soplo de la ilusión y la locura: tuve una antorcha, la apagó el destino, y me senté a llorar mi desventura a la sombra de un árbol del camino.
Música de romanza italiana, no de lied germano. Vibración del endecasílabo, que en los buenos poetas de (Pana a la página 154. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica