REPERTORIO AMERICANO Tomo XXX SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1935 Sábado 15 de Junio Año XVI No. 735 Núm. 23 Las tres Teresas propósito de Sta. Teresa de Jesús Mi monumento a Atahualpa Pora eso estoy yo aqui ¿Qué hora es. Las niños, no Contra la antiniñez En memoria de Félix Lorenzo SUMARIO Azorin Félix Lorenzo Juan Dominguez Berrueta Maimonides Alberto Guillen Sobre Maimonides Corina Rodriguez Los primeros versos Vuelvan los ratones Gabriela Mistral Los primeros versos José Carner Señales de los nuevos tiempos Benjamin Jarnés Omar Khayam en Alloway Antonio Espina José Pijoan Gregorio Bermann Fernando Luján Juan del Camino Gertrudis Montalbán Grupo América Adolfo Salazar Una discretísima lectora de Buenos Las tres Teresas Por AZORIN De La Prensa. Buenos Aires. 10 febrero, 1935 NTS CORDIA CANABOY BAB Aires me escribe para que yo hable de Santa Teresa. añade, un poco recelosa, que no hable mal de Santa Teresita de Lisieux. Digo un poco recelosa, porque siempre que un español habla de Santa Teresa suele tener alguna palabra de desdén para la santita normanda. No haré yo tal; no conozco bien a esta santa francesa. Conozco de ella lo que el común de las gentes coroce. no puedo hablar mal ni bien. de lo que no conozco.
Pero tengo viva simpatía por esta santa Joven, que lleva el mismo nombre que la gran mujer de Avila. Para conocer bien a Santa Teresita de Lisieux, tendría que principiar por leer su biografía. Después.
lo que han escrito acerca de ella: finalmente, tendría que méterme en el tren, o tomar un automóvil, e iría a su país. Por la Normandía no he pasado sino rápidamente. Fué en un día de primavera, hace muchos años. Llovía a ratos y a ratos hacía sol. Lluvia y sol sobre el manzanal. Lo que queda en mi retina, como recuerdo de Normandía, es un manzanal; tupido, verde, y una lluvia, entreverada de rayos de sol, cayendo sobre los manzanos. El suelo estaba revestido de jugoso tapiz de hierba. No sé si la santita que nació en Normandía tiene en su carácter cosas, rasgos y esencias de Normandía.
Quiero suponer que sí. Los santos, como los demás hombres, participan de la tierra en donde han nacido.
Hablaré de Santa Teresa.
nospreciaré a Santa Teresita.
todo, confieso que después de muchos años de leer a Santa Teresa, de visitar los lugares por donde ella anduvo, y de meditar sobre los estudios que acerca de ella se han hecho, conozco apenas a la gran santa. Pero. conozco a España. Conozco la tierra donde he nacido. Cuán difícil es conocer a un país, aunque sea el país nativo! Cuantos más años pasan, más me convenzo de la dificultad de conocer bien, conocer íntimamente, a un país. Lco libros extranjeros que hablan de España y por bien hechos que estén, no puedo menos de sonreir. La esencia de un pueblo, cosa tan fina, que escapa a sus mismos naturales. cómo ha de sec prendida y captada por un extranjero?
Para conocer a Santa Teresa, ante todo, leamos sus llbros. Después viaje co y desnudo. No hay nada superfluo; ningún lujo. El supremo lujo es la sencillez. Gozamos del silencio, un silencio profundo, entre estas cuatro paredes blancas. La callejita se aleja retorcida. Luego hay una ancha plaza con soportales Loy mantenimientos son sencillos y nutritivos. Las gentes visten de negro. ya vamos completando el retrato de Santa Teresa. Tenemos, como rasgo capital, la apacibilidad en la energía. Porque todo esto que hemos visto, si es apacible, si es grato, si es dulce, tiene una profunda, indomable energía. Es enérgico, acusado, relevante, todo el perfil del paisaje, de las ciudades y de las cosas.
Acusadc sobre un cielo limpidísimo como el cristal luciente, como la porcelana brillante. Necesitamos más. No veremos ya, con esto, a Santa Teresa. es que vemos así a su tocaya la santita normanda? La verán, si la ven, sus compatriotas. Nosotros no podríamos verla nunca. Los extranjeros dicen que ven así a nuestra santa; pero no es verdad que la vean. No podrán jamás llegar a la compenetración íntima fervorosa, conmovida, emocionada con un muro blanco de Castilla y con las cosas humildes de un menaje. la espetera de cobre sobre la cal blanca de la pared. y con el paisaje y con el cielo de España. No llegarán jamás a esa compenetración. Existe un cristal invisible, lo he dicho muchas veces, que nos separa de la esencia de un país en donde no hemos nacido. El cristal es todo lo claro y limpio que se quiera, pero al fin es un cristal.
Ahora nos falta salir de Avila con Teresa Sánchez de Cepeda e ir con ella por los caminos. Va con otra monja, en un carrito tirado por una mula.
Hemos caminado vertiginosamente en los automóviles, o hemos viajado er.
coches arrastrados por briosos caballos.
y no hemos viajado nunca en un carro de labradores. El autor de estas líneas sí que ha viajado mucho. Sin viajar horas y horas en un carrito de estos, yo os lo digo, creedlo, no podréis nunca llegar a comprender a la santa. Se mete el viajero en uno de estos carros y parece que no se avanza nada. Ante nosotros tenemos toda la inmensa extensión de la paramera castellana. Hay muchas leguas que andar para llegar al pueblo adonde vamos. El camino no Santa Teresa de Jesús Por Fray Juan de la Miseria No meY con mos por tierras de Castilla. Estemos una temporada en Avila; peregrinemos por los pueblos por donde ella peregrinó. El paisaje de Avila, si lo contemplamos desde lo alto de la ciudad. está o no en armonía con el espíritu de la santa? este paisaje. es severo, austero, hosco, o es apacible? Casi no lo sabemos. Vemos las tierras lakrantías que se alejan en suaves y limpias ondulaciones. Contemplamos la lontananza en que se ve la pincelada azul de una inontaña. Todo es límpido, claro y definido bajo la luz vivísima de la altiplanicie castellana. Decidimos que esto es Santa Teresa: un carácter limpio, claro, definido.
Pero al paisaje nos falta agregarle la visión de las casas y de las cosas.
Nos metemos en una de esas casitas pobres en que paraba Santa Teresa cuando iba de camino. Todo es blan Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica