10 REPERTORIO AMERICANO OCTAVIO JIMENEZ ABOGADO y NOTARIO OFICINA: 50 varas al Oeste de la Tesorería de la Junta de Caridad.
Teléfono 4184 Apartado 338 un ejemplar del testamento de don Santiago. Se me permite tomar unas apuntaciones. He aqui un párrafo inolvidable. Dispongo que mi entierro se verifique sin ninguna clase de pompas ni aparato. Mis restos descansarán en la fosa común satisfecho de diluirme en esta amada tierra de España, confundido entre los más humildes conciudadanos. No se cumplió este deseo, en parte me aclara doña Fe porque él mismo, rogado por nosotros, consintió en modificarlo. Con fecha 18 de setiembre escribió sus últimas disposiciones. Léalas. 19 Mi entierro será modesto y laico, como expreso en mi testamento. Para los gastos dejo 10 mil pesetas.
2º Entiérrenme, a ser posible, junto a mi esposa, y si no, junto a Azcárate. En mi sepultura sólo habrá una lápida con mi nombre, sin adorno alguno 49 Las medallas, condecoraciones y diplomas, se conservarán en el Instituto Cajal, a juicio de mis albaceas. El libro de mis Recuerdos y el de Reglas y consejos se repartirán de balde a los discipulos más aprovechados, si los albaceas no disponen otra cosa.
69 Las monografías científicas, propias o extranjeras, se guardarán en el Instituto para regalar a los sabios.
7Las pocas alhajas de que dispongo serán repartidas entre mis hijos.
89 Los libros de mi biblioteca particular que posean algún valor cientifico (tratados antiguos y mo. rra lo que ocurra, no prescindo de dernos de Histologia, etc. se guar mis sopas de ajo. eh. darán en la biblioteca del Insti Deseo vivir, he de repasar mis tuto cuartillas de los libros inéditos. Igual destino tendrán los apa. Ha dejado tres: Solos ante el ratos científicos de ini laborato misterio. Ensueños y Espiririo particular, así como las pre tismo y lucidez. Este, una criparaciones bien conservadas de tica a fondo de la teoría espiritismis colecciones.
ta, que no aceptó nunca. Tam10. También podrán conservar bién me agradaria realizar aur en el Instituto los títulos honora algunas excursiones. se ponia rios y corresponsales y placas que a urdir itinerarios. En estos úlse juzguen de alguna valía. timos días me dice doña Fe viaApruebo de antemano todas las jó incansablemente con la imagiiniciativas que tocante a las cita nación. das mandas crean indispensables Le preocupaban asimismo, junmis albaceas. Santiago Ramón y to a tareas grandes, menesteres Caja. secundarios. Cómo andan mis Visto el documento, se imponía gallinas. Las cuidais bien?
una pregunta. Esa pavorosa pre. Cajal amaba a sus bichos. En gunta que eternamente hacen los experiencias de laboratorio hubo Hombres humildes y eternamente de sacrificar miles de ellos. Predejan incontestada los sabios. viamente les administraba cloro Mi padre, en efecto, nunca te formo: No puedo ver sufrir, aunmió a la muerte. Sólo al final, que el sufrimiento sea útil. muy al final, en los últimos dias, Hago otra pregunta difícil. He le turbaba un poco. Sé que me aquí una respuesta clara: voy a morir decía, deprimido. He oído decir a mi padre, parece mentira que me pueda esconstantenrente, que una mujer te simple catarro que cogí en ju sin religión, es una mujer indelio. Hasta cuarenta y ocho ho fensa. La religión, afirmaba, es ras antes de su muerte no se su un freno moral que las inmuniza po que tenía úrea en la sangre)
de los mil peligros de ciertas etaVoy a complaceros y a ser buen pas. En nuestro hogar siempre enfermo. Tomaré todas las medi fué absoluta la libertad de concinas que me receten. Pero, ocu ciencia Recorro los laboratorios, dezmantelados ya. La biblioteca, en el sótano. Miles de volúmenes de clichés. Todo lo hacía Cajal por sí mismo: el dibujo, la fotografia, el revelado. Asombrosa capacidad, terne hasta en la jornada posirera. Yo trabajo decía porque los viejos, si no trabajan. qué pueden hacer. Escribía en un tirón desde las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde. No bebo, no fumo, no salgo casi.
En otro orden de cosas he seguido mis propios consejos: No huya3 de las mujeres durante la juventud si no quieres correr ridículamente tras de ellas en la vejez.
En el despacho hay un mueble que denuncia la laboriosidad de don Santiago, su escrúpulo, en materia de administración. Es un mueble con varios cajoncitos, y en sus rótulos, letra de Cajal, se lee: Casa de Cuatro Caminos, calle de Almansa. Casa de la calle de Alcalá Zamora. Automóvil y garaje. Cuentas de al bañilería, hotelito de Cercedilla.
Concluyo mi peregrinación sentimental. El hogar de don Santiago se vacía. Hay ya en la puerta otro camión insaciable. Mañana en este piso no quedará ni un vestigio material del sabio. No importa. Ramón y Cajal, la herencia de sus recuerdos, se salva.
En el Instituto que hizo eterno su nombre tendrá, obra emocionada de sus discípulos, un domicilio eterno.
Hasta allí subirá este pitido de locomotoras que le estimulaba en sus meditaciones. Animo, maestro. La vida sigue. Chocano Envio del autor. Costa Rica y diciembre del 1934 ¡Requiescat in pace. Fué eximio, fué egregio, y por las veredas, en mil arrebujos, tal como la selva, lo mismo que el agua los dulces suspiros, los besos alados.
sobre la que a veces flota el privilegio Los conquistadores del mar y la tierra, de una flor o de una ligera piragua.
el virrey, el santo. Todo lo que España, Lo mismo que el blando píumón de la garza madre opima, encierra: y el ala que hinche de luz la gaviota la audacia que triunfa, la fe que restaña.
y el iris que todas las gemas engarza Siempre alucinóle la pampa, tendida, y el viento nocturno que el páramo azota.
Tal como el rugido fogoso del puma tal cual para el paso de un dios, como alfombra en el tremulento cristal del paisaje; y en ella, al galope, los potros sin brida tan leves y raudos que nunca hacen sombra, tal como la espuma que tiende en la playa cortinas de encaje.
Cantó para el indio paciente y huraño, sin dioses, sin armas, las turbas deshechas, Fué grande como ellos; fué insigne. La fronda abatido el gesto glorioso que antaño le dió trinos y alas; la selva, su imperio; venció con el golpe mortal de sus flechas.
su paz, la llanura; el mar, su fe honda; Cantó su impasible silencio; y le atrajo, la noche estrellada su vasto misterio.
cuando titilaban las noches serenas, Para él ué el estruendo de la catarata el son lento y bajo y el claro murmullo con que hablan los pinos de los yaravises que lloran las quenas.
y el celaje de oro y el cirro de plata Corazón de fuego, guiso con locura y el alma que tienen todos los caminos, y ardió siempre en llamas su lírica ofrenda; Fué suya la roca que se hunde en el cielo y fue así su vida como una aventura y suya la lira fugaz del chubasco; y, más que aventura, conto una leyenda.
y el ritmo en el vuelo dei cóndor en lo alto del alto peñasco.
Amó, pecó, tuvo lo excelso y lo humano, fué frívolo a veces y a veces austero; Fué excelso. La raza volcó sus arcones pero en cada estrofa que pulió su mano para las estrofas en que su alma trema: se siente que fluye su espíritu entero.
abanicos, rasos, estuches, blasones, Partió ya. Su carne volvió a ser arcilla; manos con espada, testas con diadema.
ahora en la tierra solamente el rastro Luengos corredores para sus cartujos, luminoso brilla.
ventanales para sus enamorados; Será un fulgor luego, después será un astro.
Manuel Segura Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica