328 REPERTORIO AMERICANO Arabe sin huri de los contrarios en el espíritu de RaPor XAVIER VILLAURRUTIA De Fábula. Gral. Amaya, México. Marzo. 1984 de los contrarios en el espíritu de RaVelarde, que vivió escoltado por un ángel guardián pero también por un demonio estrafalario.
Extasis y placeres lo atraen con idéntica fuerza. Su espíritu y su cuerpo quedarán bajo el signo de dos opuestos grupos de estrellas: Me revelas la síntesis de mi propio zodíaco: el León y la Virgen. Qué recuerdos de lecturas infantiles acerca de los paraísos que la fantasía de los musulmanes creó para los bienaventurados, y qué visión de coloridas estampas de los mismos dejó en López Velarde el trauma que perdura como una obsesión a través de toda su obra?
Si en su constante sed de veneros femeninos no encuentra maneras de conciliar su religiosidad cristiana y su erotismo; si, en un principio, en La Sangre Devota se pregunta. Será este afán perenne franciscano o polígamo?
Ramón López Velarde halla luego en los paraísos mahometanos una manera de prolongar su religiosidad pero tanr:bién su erotismo.
Entonces, en una primera afirmación se atreve y dice: funjo interinamente de árabe sin hari.
La admiración ciega es, casi siempre, una de las formas de la injusticia, Al menos así lo creo al pensar que Ramón López Velarde es más admirado que leído y más leído que estudiado. Unia admiración sin reservas, una lectura superficial y un contagio inmediato con los temas menos profundos de su obra bastaron para llevarlo directamente a la gloria sin hacerlo pasar por el purgatorio y menos aun por el infierno en el que, según confesión propia, Ramón López Velarde creía.
Después de un número de la revista México Moderno (1921. consagrada por entero a honrar la memoria del poeta, en la que, entre muchos estudios más conmovidos que atentos y mas sentimentales que certeros, se distinguía por la agudeza crítica uno de Genaro Fernández Mac Gregor, apenas si recuerdo la conferencia en que José Gorostiza trazó el precioso retrato del payo que Ramón López Velarde no ccultó jamás, y un estudio de Eduardo Colín, entrecortado como todos los suyos. No obstante, la gloria del poeta ha ido creciendo como una bola de nieve al rodar del tiempo, tomando una forma que le es ajena, demasiado esférica y precisa, demasiado simple si pensamos que se trata de una poesía poliédrica, imprecisa y compleja. Los prosélitos de Ramón López Velarde han contribuido no poco a desvirtuar la personalidad del poeta y a simplificar de una sola vez, injustamente, los rasgos de una fisonomía llena de carácter, cambiante y móvil He dicho sus prosélitos y no sus discípulos pues creo que Ramón López Velarde, poeta sin descendencia visible, no ha tenido aún el discípulo que merece. De su obra se ha imitado la suavidad provinciana de la piel que la reviste, el color local de sus temas familiares y aun el tono de voz opaco y lento en que gustaba confesar, junto a los veniales pacados, las angustias más íntimas y oscuras que sus admiradores y sus prosélitos se han apresurado a perdonarle sin examinarlas, sin considerar que la complejidad del espíritu del poeta se expresa precisamente en ellas.
Serpientes de la tipografía y del pensamiento, las interrogaciones circundan y muerden. La complejidad de la poesía de López Velarde es real y profunda. Fue voluntaria la oscuridad de su expresión. Su inesperado modo de adjetivar fué el precio de su voluntad de exactitud o, solamente, de su deseo de singularizarse. Las metáforas de su poesía eran rebuscadas o inevitables. Imposible latender todas las incitaciones que, casi al mismo tiempo, se formulan en mi interior. Pero. cómo no alzar de una de ellas siquiera y aunque sólo sea para no caer en el vicio de la admiración sin conciencia, la punta del velo que la mantiene secreta?
La verdad es que la poesía de Ramón López Velarde atrae y rechaza, gusta y disgusta alternativamente y a veces simultáneamente. Pero una vez venciy buscando oscuros antecedentes genealógicos en las ramas del árbol de su ser, no sabe si su devoción está presa en la locura del primer teólogo que soñó con la primera infanta dos disgustos y repulsa, la seducción se opera y, admirados unas veces, confundidos otras, interesados siempre, no es posible dejar de entrar en ella como en un intrincado laberinto en el que acaso el mismo poeta no había encontrado aun el hilo conductor, pero en el que, de cualquier modo, la zozobra de su espíritu era ya el premio de la aventura. los ojos de todos, la poesia de Ramón López Velarde se instala en clima provinciano, católico, ortodoxo. La Biblia y el Catecismo son indistintamente los libros de cabecera del poeta; el amor romántico, su amor: Fuensanta, su amada única. Pero estos son los rasgos generales, los límites visibles de su poesía, no los trazos más particulares ni las fronteras más secretas. Ya en su primer libro, La sangre devota. Ramón López Velarde borra de una vez por todas la aparente sencillez de su espíritu y señala dos épocas de su vida interior: un o si atávicamente soy árabe sin cuitas que siempre está de vuelta de la cruel continencia del desierto, y que en niedo de un júbilo de huries as halla a todas bellas y a todas favoritas.
En vez de mutilar uno de los dos aspectos contradictorios de su ser, aprende a hacerlos convivir dentro de sí fomentando incesante diálogo, un conflicto que se nutre de sí mismo. De jeste modo concilia monoteismo y poligamia, Cristo Mahoma. un Entonces era yo seminarista sin Baudelaire, sin rima y sin olfato Yo varón integral, nutrido en el panal de Mahoma y en el que cuida Roma en la Mesa Central.
y, no obstante, sus imitadores han querido seguir viendo en él al seminarista que no ha descubierto los secretos de la rima, los placeres de los sentidos y el nuevo estremecimiento de Baudelaire. Pero de allí en adelante y ya para siempre, se establecerá el conflicto que hace de su obra un drama complejo, situado en Placer y dolor, opulencia y miseria de la carne, delicia de un paraíso presente y tristeza de un obligado y terrenal destierro a cambio de la promesa de un paraíso sin placeres son los pesos que oscilan su balanza. Ramón López Velarde acaba por decir: en las atmósferas claroscuras en que el Cielo y la Tierra se dan cita.
Soy un harem y un hospital colgados juntos de un ensueño.
Cielo y Tierra, virtud y pecado, ángel y demonio luchan. nada importa que al final venzan el cielo, la virtud y el ángel si lo que mantiene el drama es la duración del conflicto, el abrazo Fuensanta y las once mil vírgenes provincianas alternan con las huríes orientales y las odaliscas de Baudelaire y (Pasa a la página 330. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica