356 REPERTORIO AMERICANO Mi monumento a Atahualpa Por ALBERTO GUILLEN De América, publicación del Grupo América. Quito, Ecuador.
Dedico a la juventud del Ecuador como una lejana reivindicación del gran Rey.
Padre Nuestro Atahualpa, que estás en los cielos cristianos por obra y gracia y felonia de Fray Vicente Valverde, que vino al Nuevo Mundo a matar cristianos llamándolos hermanos. así a ti te dió a oler el Evangelio como si el Evangelio de Jesús fuese una cosa de perros.
Pobre indio, Atahualpa nuestro, hecho del lodo de nuestras tierras.
Los americanos te hemos olvidado. Pero ardes en nuestras venas, y a mí las sílabas de tu nombre restallan en mi lengua como las burbujas encendidas da una hornalla en protesta, El Inca Atahualpa, ultimo rey del Perú Tu lamento, tu desdén imperial, la pluma roja del llanto que te arrancaron de la frente manos plebeyas en Cajamarca, es ahora en mi garganta como un canto púrpura de gallo.
Aunque la verdad. soy el único indio alfarero que te levanta a los cielos el duro bronce de un verso.
Hijo del Sol, compraste tu pasaporte a los cielos con tres cuartos llenos de baratijas de oro y lienos de la fe de 11 millones de tahuantinsuyanos en 180 caballeros.
Pero en vano escudriñaban tus dulces ojos de huanaco los fieros ojos de lobo de Pizarro: eran aceros.
Porque él era un Wiracocha, un felino de mostachos tiesos.
Porque Dios estaba de tu parte. cuando humillaste a Pizarro mostrándole la uña, era el nonbre de Dios que elevabas como un estandarte. el futuro Marqués Don Francisco no supo leer en tu uña pero juró en su corazón, como otro Cain, asesinarte.
Con todo, eras más grande que ege barbudo a quien nunca llamaste bellaco ni desvergonzado, más grande que ese Capitán de cristianos, analfabeto y rudo que necesito del carmin de tus venas para los gules de su escudo, Te acusaron de tener muchas mujeres en el pecho. te ahogaron como un perro bravo al resplandor de cuatro antorchas. rezaron el Padre Nuestro. mientras tú les sacabas la lengua por la salvación de tu alma, Padre, Abuelo nuestro que estás, por eso, en los cielos.
Yo te veo en mis dias como una estatua, tranquilo ante el caballo encabritado de don Hernando de Soto que te salpicó el rostro de granito con las espumas de su estampido y ordenando matar a los cobardes que se asustaron de ese potro.
Pero desde entonces se han quedado llorando los pututos y los tamboriles se han olvidado de burbujear de alegria y el cóndor cayó como una piedra sobre los riscos ceñudos.
Mas bien los indios, todos tus indios están mudos esperardo verte apartar un día con las manos una alborada andina.
Porque eras Rey, aun vencido. Recuerdo tu alborozo de niño cuando te mostraron un vaso de vidrio, un vaso de cristal, transparente como un cielo andinoles diste dos de oro y les preguntaste. Tan lindo beberán sólo los reyes? te respondieron. Hasta los chicos! tu sentiste al Rey y dejaste caer tu vaso de vidrio.
Pero todos la pagaron, Atahualpa. Todos murieron por la espada. porque la espada es voraz y no distingue como la vulba de la hembra unos a otros, como lobos, deveraron la manada.
El Tesorero Riquelme nurió con la lengua estirada como otro Judas y Valverde está mordiendo su cadena.
Parece uno oir a un romano o a un verdadero castellano cuando respondes al alevoso vencedor ensangrentado, sin descomponer un pliegue de tu vestido. Bah, azares de la guerra son vencer o ser vencido! fué mentira de un Cronista e! que vieran San Santiago arremetiendo a los indios tan cristianos en su caballo tan blanco.
Más bien se le vió en Ayacucho enardeciendo los tambores y matando el potro para decir. Adelante, paso de vencedoreal No robar, no matar, no estar ocioso era el triple lema diamantino de tu Imperio.
Pero estos mataron, y mintieron y vivieron todos del latrocinio y de la espada. Pero tú, en tu cautiverio, sin maskai pacha y sin litera, con sólo ojotas eras mayor que todos.
Porque es necesario que sepas, aunque sea por mi voz que fueron un clérigo, un escribano y un porquero los que acabaron contigo y con tu Imperio, Emperador.
Pero, qué importa si tú fuiste un indio caballero y el Caballero Pizarro, el Machu Capitu, un asesino y un traidor.
Arequipa, Peru Para eso estoy yo aquí (Cuento guanacasteco)
Por CORINA RODRIGUEZ Envio de la autora. San José, Junio de 1935.
Recuerdo que lo conocí en el año así como tuve oportunidad de conocer 1926, durante la campaña política que aquella interesante región del país.
había de llevar al solio presidencial al Llegamos al atardecer y me alojacandidato de mi partido. Era un reron en una casita limpia, modesta y publicano entusiasta, alegre y jovial, cómoda. Los propietarios eran Rosa y Alberto. Ella una muchacha morecon un sentido común excepcional. Vina, alta, esbelta, de tez sonrosada y vía lejos del pueblo, en una finca de cabello ondulado, con unos ojos negros caña.
y chispeantes y unos dientes blancos La comitiva del partido me designó y sanos que las señoritas de la sociepara celebrar una reunión en Belén, un dad habrían cambiado por sus bripequeño caserío del Guanacaste y fué llantes Alberto era un muchacho sencillo, campesino honrado y trabajador, que desde la salida del sol hasta el anochecer trabajaba en los campos de labranza.
Tenía una cara marcadamente española, con los ojos azules y el cabello rubio como los españoles de la Coruña o de Asturias. Era también alto, fornido y bien proporcionado. Sus facciones no eran del todo correctas; pero sí graciosas y tenía una tan varonil que subyugaba. La intemperie le había curtido el rostro, pero eso no le resta belleza. Era un espléndido ejemplar de la raza, sin trazas de vicios ni de disipación. los dos días de estar en su casa, cara Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica