86 REPERTORIO AMERICANO el ñero José del Carmen es el corazón de la goleta. añora intensamente su miseria de antes.
la queja larga de los grillos, el grito seco dei remache. Escuchad. Escuchad!
Los peñascos del puerto conocen su canción de piedra y los horizontes le han visto erguido vigía en la proa o encaramado en el palo mayor, comiendo el jurel mal cocido o durmiendo sobre las espaldas desnudas.
El otro va pensando en estas mismas calles por donde lo llevan uniformado hoy y por donde mil veces pasó antes silbando una canción camino del talier.
Se lo llevaron una tarde y sin decirle nada le cambiaron el martillo en fusil y en vez del patrón insolente y del salario miserable le dieron un comandante estúpido y un rancho nauseabundo.
El enciende el fogón y baldeg. la cubierta y remienda las velas cuando lin arañazo de brisa las rasga Un grito humano palpitando entre los sonidos metálicos.
La corneta y el tambor que se esfuerzan por ahogar los gritos.
Escuchad las voces de mando y cómo silba ei látigo y cómo cae el látigo sobre la carne fresca.
El grito humano es alarido y luego murmullo y se torna alarido otra vez y después es quejido y es llanto y es silencio al fin.
Pero el látigo sigue cayendo y silbando isocrono cual si fuera el péndulo de un reloj dantesco. se trae en sus fibras piltrafas de la carne frisca. hay un monstruo que cuenta los golpes y grita. Más fuerte!
Si le quitasen a José del Carmen la goleta flotaria como una cosa inútil, como un pájaro muerto.
Hoy es domingo y los llevan uniformados a misa a obedecer en masa a la campanilla del altar comp obedecen siempre a las voces de mando.
Ellos un no saben la relación estrecha que existe entre los fusiles relucientes, la choza enclenque y pobre, la explotación del patrón, la miseria de los explotados, el automóvil del general, la sífilis de los cuarteles y la misa de los domingos.
Antes creía en Dios y más que en Dios en la Virgen del Valle, pero la mujer se le murió una noche sin que Dios, ni la Virgen, ni nadie se ocupara de ella.
Desde entonces, cuando mira venir la tormenta en vez de rezar, canta. hay sangre en el patio.
Escuchad como tocan a diana. Ciento veinticinco. Ciento veintiséis!
Ya el hombre no grita.
El ñero José del Carmen es el corazón de la goleta.
Pero el amo de la goleta es otro: uno que vino a conocerla un día cuando estaba anclada en el puerto.
Ellos aun ignoran muchas cosas más.
Muchas cosas que aprenderán mañana y que serán brújula para sus vidas: En el corazón de Caracas están matando un hombre a latigazos.
Mas José del Carmen ha de comprender que es la suya la fuerza del barco, que es él quien atraviesa los mares y quien esquiva los chubascos. ¡Mirad, mirad ahora!
Un poco más lejos han colgado un hombre.
Entonces la goieta será suya porque la conquistará con sus puños tostades Se partirán los vientos sobre los pechos anchos de los marinos libres. el mar será un camino de velas blancas con recios marineros rudos corazones de sus propios barcos.
Que bajo el uniforme sus corazones siguen siendo obreros y campesinos.
Que el obrero, el soldado y el campesino son los tres músculos motrices de la revolución.
Que ese fusil que llevan debe ser un fusil de los trabajadores cuando comencemos a disparar.
Que con esos fusiles relucientes es que haremos correr despavoridos a los patrones insaciables, a la miseria de las chozas, al automóvil del general, a la sífilis de los cuarteles y a la misa de los domingos.
Al desatarlo de la soga se desmorona desarticulado como si estuviese vacío.
Vedle la cara intensamente pálida, los ojos teñidos de muerte que se asomaron a la muerte misma.
Las manos crispadas de horror que buscaron apoyo en el vacío.
Los pies alargados por el esfuerzo ce asirse a la tierra.
Como el latigueado del patio ya tampoco grita.
LA TROPA Ellos aun lo ignoran y para decirselos a gritos es que al igual que antes siento unas ganas locas de correr tras de ellos gritando. La tropa! La tropa. La tropa. La tropa!
gritan los chiquillos y correr a contemplarlos desde los portales.
Algunos más audaces se van tras de la tropa marchando al compás de la música tosca, tornando en sus mentes infantiles en héroes de leyenda a los pobres soldados hambrientos.
Ya no es un hombre. Es un guiñapo.
La sangre corre por los muslos flácidos. lo abandonar en la tierra para ver si lo acepta la muerte. Abrid los ojos totalmente!
LA ROTUNDA Mirad ese hombre que han colgado en el corazón de Caracas. Carlos Flores Yo los miro pasar y como cuando chico me vuelven a dar ganas de correr tras de ellos gritando. La tropa. La tropa. Escuchad las voces del hierro: el aullido de las puertas pesadas, el parloteo de las llaves, Acercaos a la reja de aquel calabozo siniestro! miro sus rostros sufridos sudorosos bajo el peso metálico del fusil y del sol.
Negros, mulatos, blancos, hermanados por el uniforme y por el sufrimiento común.
Estos pobres soldados venezolanos sin una sola fibra marcial que en vez de fusil y cartucheras necesitan pan para su hambre y quinina para su paludismo.
In angello cum libello Kempis. En un rinconcito, con un librito, un buen cigarro y una copa de Anis Imperial suave delicioso. sin igual El uno va pensando en una choza que es el pezón de la montaña henchida, donde quedó un conuco a medio sembrar y un hijo a medio sembrar también cuando se lo llevaron a culatazcs.
Bajo este sol de hoy el acaricia su recuerdo fijo en la sombra fresca de sus maizales y en la carne fresca de su mulata.
FABRICA NACIONAL DE LICORES San José, Costa Rica Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica