Elogio fúnebre de Fray José Antonio de Liendo y Goicoechea Por JOSE CECILIO DEL VALLE Sacado de las obras de del Valle. Tomo II. Guatemala, 1930 Señores: En diversos países, la muerte de un hombre de letras, es suceso indiferente, que no merece la atención que se da a un ignorante, rico o poderoso; y el honor de los panegiricos fúnebres, reservado a ciertas clases, no se cree debido a los que, reformando algunas ciencias o creando otras, aumentan la suma de nuestra felicidad.
En Guatemala, la sociedad (1. después de haber llorade ia muerte de Fray José Antonio de Liendo y Goicoechea, uno de sus fundadores, acordó que se formase su elogio, porque, superior a las preocupaciones de la vanidad, está convencida de los derechos que tiene a la gratitud pública el mérito de cualquiera clase, sea literario, político, militar o fabril.
Este es acaso el primer ejemplo en 289 años corridos desde la fundación de esta ciudad. La Sociedad es el cuerpo benéfico que lo da; y cuando siga sus pasos la Universidad: cuando los literatos trabajen para serlo positivamente, sabiendo que después de su muerte serán juzgados por hombres respetables: cuando este estímulo, creando o desarrollando talenios, haga avanzar las ciencias que nos interesan: cuando el sabio temiendo la opinión de la posteridad, no sea un doctor ocioso, ocupado en lecturas improductivas o abstracciones estériles, sino un hombre útil al país que habita: cuando, unidos todos los hechos posibles sobre la vida de los hombres de taiento se llenen los votos de quien deseaba la formación de una especie de física experimental sobre las almas, entonces las generaciones futuras, recibiendo luces unas de otras, designarán a ustedes señores, como autores de su bien y recordarán con ternura el hombre de esta Sociedad.
Yo he sido el individuo elegido para publicar sus sentimientos. Otros podrían expresarlos con mayor elocuencia.
Pero el honor de manifestar a Guatemala (2) lo que debe al Goicoechea: el placer puro de hablar de un amigo sincero.
son de ascendiente muy poderoso para una alma sensible.
Que los hombres frío, censuren mis expresiones: que los razonadores a compás burlen mis sentimientos.
Si tu alma, fundador benéfico de esta sociedad, se complacía en abrirse a la mía sin ocultar misterios o esconder secretos: si tu mano poderosa fué la que rompió las cadenas con que el escolasticismo filosófico tenía oprimida la razón de nuestros mayores: si tu larga y laboriosa vida fué últimamente empleada en formar el espíritu de la juventud; yo, sensible a tu fiel amistad, sensible al bien de la patria, seré el eco de la voz universal que se oye en toda la Provincia: uniré mis votos a los del pueblo, a las bendiciones del pobre, a los afectos tiernos de esa juventud amable que reconoce en ti el reformador de sus estudios. Pero celebrando tu memoria, no olvidaré tu máxima. La adulación, objeto de tus risas, no será jamás el alma de mis discursos.
elogio sincero debe tener forma distinta de las demostraciones del géometra, hasta cierto punto debe ser como ellas, el cálculo del valor positivo de un hombre grande: la medida justa de sus talentos: la estimación exacta de sus servicios.
da en la Universidad y comunidades religiosas, únicas que le daban dirección.
Era semejante a aquellas plantas útiles que nacen entre yerbas y espinas, y no pueden crecer sino abriéndose paso por en medio de ellas. Pero si la mano dura de la suerte le arrojaba estorbos por todas partes, la naturaleza, destinándole a objetos sublimes, le dió un cuerpo robusto, capaz de pruebas que otros no pudieran hacer: una alma digna de él, infatigable para el trabajo: un espíritu penetrador que se anticipaba a las glosas y comentos: una memoria prodigiosa que, a la edad en que los septuagenarios sólo piensan en las necesidades físicas que los afligen, repetía las canciones más hermosas de los poetas que habían deleitado su juventud: un genio lleno de gracias, inclinado como el de Fontenelle, Quevedo, La Fontaine y Boileau a ver las cosas por el lado que mueve a risa: un carácter de naturalidad, enemigo de artes y afectaciones: un deseo insaciable de saber.
Distinguido por dotes tan brillantes fué, a pesar de ellas, discípulo del escotismo, porque ésta fué la primera doctrina que se le enseñó, porque sus talentos no eran aún desarrollados, porque la niñez es inocente y no tiene copia abundante de hechos para entrar en comparaciones.
Cuando la lectura le ofreció datos para hacerlas y sus talentos comenzaron a predecir lo que serían, las disputas que en los demás no producían otro efecto que hacerlos más rehacios en sus sectas, fueron para él como el choque o colisión de los cuerpos que, frotándose unos con otros, arrojan chispas luminosas.
Descartes, elevándose a la altura a que sube un filósofo: considerando, dice un autor, que lo era, las opiniones de los hombres: viendo tanta contrariedad de ideas, tanta opo sición de sentimientos, tanta variedad de abusos y costumbres. He aquí, dijo, lo que es la razón de los pueblos.
Goicoechea, observando los sistemas de las sectas, la contradicción de sus pensamientos, el furor con que se batían, la confianza con que se creía cada una posesora exclusiva de la verdad, dudo de todas, y decidido a cultivar sus talentos en la soled concibió la idea gra origen de nuestros progresos, de no seguir otra guía que la que nos ha dado el Creador de nuestra especie.
Solo, en el ámbito estrecho de su celda, entregado en el silencio de la soledad a meditaciones de que sólo es capaz quien ha adquirido el hábito feliz de pensar, recorría cuanto había aprendido: sometía a la severidad del análisis la doctrina decisiva de sus íectores: juzgaba a sus mismos maestros.
Su genio, siempre pronto a descubrir ridiculeces, le hizo ver todas las del escolasticismo; y su alma sintió la necesidad de otros estudios, diversos en el todo de los que había hecho.
Las matemáticas puras, que son siempre el recurso del filósofo en aquellas situaciones de tormento, en que sólo puede contentar lo que es verdadera demostración, le presentaron el método de exactitud, necesario para una alma melindrosa que, burlada por el escolasticismp, sospechaba ya de las demás ciencias.
Hubo tiempo en que sólo las exactas llenaban los deseos de su alma: hubo tiempo en que sólo los números y líneas escapaban a la risa de su genio. Pero cansado al fin de tantas abstracciones, volvió los ojos al campo de la naturaleza, a esos jardines que deleitaban a Newton después de los trabajos complicados del cálculo.
Los libros de Pluche, los primeros que leyó en este género, le presentaron un espectáculo muy diverso del que entretenía a los escolásticos; y los experimentos célebres de Torricelli, Pascal y Perrier, le indicaron el verdadero método de estudiar la naturaleza.
El gusto que tomó por ella y el espíritu de exactitud (Pasa a la página 4)
Si un El Goicoechea nació el día de mayo de 1735. en Cartago, donde apenas había escuela de primeras letras.
Perdió a sus padres y quedó huérfano a los años de su edad: tomó el hábito de San Francisco a los 12: fué ligado por el voto de la obediencia: obligado por las constituciones de su orden y la autoridad de los prelados, a hacer los estudios de aquellos tiempos oscuros: formado en aulas donde sólo se oía la vocinglería de los escotistas: enseñado por iectores que no permitían dudas; y condenado a seguir la escolástica por todo el poder de la opinión pública, sosteni(1) Se refiere a la Sociedad Económica. Valle hizo el elogio del Goicoechea por encargo de dicha Sociedad. El Goicoechea murió el de julio de 1814, Valle pronuncio su memorable Elogio funebre en la Junta General de la Sociedad, el de agosto del mismo año. 2) Cuando Valle dice Guatemala, entiéndase Centro América. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica