REPERTORIO AMERICANO 181 Quiere Ud.
Ud. buena Cerveza. 99 66 Tome No hay nada más agradable ni más delicioso.
Es un producto Traube tentan las funciones públicas más importantes, ellos dan, en una palabra, a la sociedad su orientación. El Estado debe educarlos, pues, en forma de que sean dignos del papel que desempeñan, y ellos tienen el deber de serlo. Los mayores beneficiarios de la educación pública están obligados, por eso mismo, a no dejarse absorber por la actividad económica, Esta debe estar en ellos presidida por valores de cultura. Porque la vida económica es incapaz de regularse a sí misma. Exasperada de sed de bienes materiales, aun en medio de la abundancia, cuando se halla entregada a sí misma ella es barbarie, por más que se presente con brillantes apariencias. Barbarie, por más que vista chaqué en vez de harapos, por más que maneje un teodolito en vez de una hacha, por más que habite palacios en vez de chozas. Carece de lo que para Max Scheler es la esencia misma del hombre, de lo que eleva a éste sobre la animalidad: carece de ascetismo. Mucho puede ser sul saber, pero no sabe lo más importante. Como la Samaritana, no sospecha cuál es el agua que apaga para siempre la sed. Pero la Samaritana pudo salvarse porque fué humilde y se dejó encaminar. En cambio, a la barbarie rica y concupiscente, ensoberbecida su poder y su capacidad materiales, sólo un milagro podrá salvarla del abismo a que se dirige. Su existencia brutal de animal de presa, su sed diabólica de riqueza, su siniestro esplendor, terminarán en un cataclismo social Es un terrible presagio (porque es un presagio. en las ricas sociedades materialistas de hoy, la aparición de esos monstruosos seres engendrados por éstas, genuinos hijos de sus entrañas, que se creen autorizados a matar en masa, sin saber a veces a quién, para vengarse de que poseen pocos bienes materiales, porque quieren poseer más.
También es un terrible presagio la aparición de esos otros seres, también monstruosos, que mucho poseen y mucho poder tienen y lo emplean para hacer de los demás meros instrumentos de su codicia, porque quieren también poseer más, porque sólo saben del agua que no puede apagar la sed. Los signos son fatídicos, signos de tiempos apocalípticos. Ah, Dies iræ dies illa, solvet saeculum in favilla. Es necesario que la voz poderosa de un profeta clame en las ciudades, y que esa voz sea oída con humildad.
Debemos, pues, tocar alarma a todo tocar. Nuestra educación pública no da lo que es más esencial al hombre: la percepción y el aprecio de los valores espirituales. Ella es hija de una concepción materialista, de una concepción funesta de la vida humana, que nos encamina hacia un abismo. Su fruto de hoy es la educación inculta. No busquemos en la generalidad de los egresados de la enseñanza media y superior un afán de conocimiento puro, desinteresado, una seria vocación artística, una actitud contemplativa o lo que Scheler ha llamado el saber de cultura y el saber de salvación. No encontraremos sino concupiscencia, codicia, y, en el mejor de los casos, comprensión y ayuda para las necesidades materiales de los demás, o para la codicia ajena.
Hasta se ha hecho una virtud social máxima el ser trabajador. el entregarse con frenesí a un afán puramente económico. La incultura está en todas partes, alun en la cátedra, que casi siempre es ejercida sin vocación tan sólo por un afán de lucro. Hace poco una nación europea, a pesar de encontrarse en una aguda crisis financiera, ha enviado una costosa expedición a la Isla de Pascua para investigar allí el misterio de la civilización de la América precolombiana, según nos lo manifestó el jefe de aquélla. En cambio éste, tiempo atrás, como director de un museo universitario entre nosotros, no pudo contar con las pequeñas sumas que necesitaba para realizar sus investigaciones. Así se explican hechos tan anormales como el que el mejor museo etnográfico del Chaco se encuentre en Suecia, o que nuestra Biblioteca Nacional tenga una importancia considerablemente pequeña en relación al lugar ecocon nómico del país. las primeras grandes colecciones de arqueología calchaquí, que fueron privadas, debieron venderse en los Estados Unidos y en Alemania, porque allí existía más interés por ellas que entre nosotros.
La educación pública ha venido a exa.
cerbar la concepción materialista de la vida imperante en nuestro medio social.
Ese carácter de éste se debe principalmente a la manera cómo se formó.
Nuestro país ha pasado de sólo el millón de habitantes que tenía a mediados del siglo xix, al caer Rosas, a los doce millones que tiene ahora, a base de una inmigración originada exclusivamente por un afán de lucro. El censo de 1914 encontró al país con más varones adultos extranjeros que argentinos. Se explica así que nuestras valoraciones sociales sean tan crudamente materialistas. Prestigian a quien tiene un significado en la vida económica o política (ésta está estrechamente vinculada a aquélla) en proporción a la importancia del mismo. Las personas y hechos que no poseen sino un significado en la cultura tienen escasa resonancia en nuestro ambiente social. En tal medio, la actividad espiritual que no tenga tras.
cendencia económica no es posible sino en un asceta. Una causa concomitante ha venido a actuar en nuestro medio intelectual en el mismo sentido que la indicada. Hemos nacido a la reflexión científica y filosófica en horas de auge del positivismo. No alcanzamos nunca a percibir con claridad en su fundador, Comte, lo más profundo que había en él, lo que más tenía que ver con la filosofía: la teoría de la hipótesis. Su doctrina casi se confundió para nosotros con el materialismo. Tomamos solamente de ella su tendencia utilitaria y su dogmatismo antimetafísico, y lo poco que tenía que ver ella con la filosofía se nos escapó en buena parte. En suma, hemos nacido a la reflexión científica y filosófica bajo la égida de un pensamiento afilosófico, que ni siquiera se había planteado el problema del conocimiento que formulara, medio siglo antes que él naciera, la filosofía de Kant en forma categorica, y del que a un filósofo digno de llamarse así no le era lícito prescindir. En Europa el positivismo no hizo otra cosa que atenuar la gran especulación filosófica tradicional que nunca, logró suprimir. Entre nosotros, donde no existía tal especula.
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