REPERTORIO AMERICANO 201 El pensamiento de Francisco Henriquez y Carvajal (1859. 1935. Envío a Buenos Aires, Rep. Argentinaemو معارفور Eugenio María de Hostos der de España en Cuba se combinaran, le encontraron a él propicio. Santiago de Cuba, 1904. Hostos y la Confederación Antillana. Quién fué, quién es Hostos? Hijo le Borinquen, desde sus primeros años consagró su excepcional capacidad mental a la causa de la libertad de las Antillas.
Su primer libro, La peregrinación de Bayoán, libro de un adolescente, puede decirse, es la revelación ingenua y genial de ese sentimiento intenso y podcroso que debía acompañarle hasta el fin de su existencia. Sedienta de saber su inteligencia y de gioria su alma, prende el joven borinqueño su viaje largo, porque debía ir a la metrópoli a ensanchar sus estudios y a terminar brillantemente una carrera. Pero el barco que le conduce se detiene en las costas quisqueyanas y allí, de cerca, observa la lucha de aquel pueblo, pequeño pero esforzado, que repulsa el yugo extraño a que de nuevo se le ha sometido. Lue.
go visita a Cuba, la contempla de cerca, y sus ansiedades crecen de día en día.
Al fin ya conoció sus tres Antillas. Madrid, si bien le nutre de elevado saber, exalta su pasión por el ideal antillano.
La guerra de Cuba, de 1868 a 1878, le lleva al último grado de exaltación Rompe el hilo de sus estudios universis tarios, que tantas satisfacciones le procuraban, y corre a poner al servicio de la causa todos sus esfuerzos.
La confederación de las Antillas es el pensamiento total; la libertad de Cuba, el paso principal hacia ese fin. Por eso, siendo predicador esforzado de la confederación, lo fué incansable de la libertad e independencia de Cuba. emprendió con ese fin una nueva peregrinación. La América hispana, entera, oyó su ardorosa voz desde la tribuna y escuchó su elocuente palabra desde ei periodismo, porque en cada pueblo latino debía encontrar apoyo decidido a la noble y titánica empresa. Sobróle tiempo para aproximarse al teatro de los acontecimientos y sus artículos notabilísimos, publicados por la América Ilus.
trada y por otros periódicos, pronto revelaron que una gran potencia mental acudía a sustentar al esfuerzo de un gran pueblo que brega por su libertad; y los peligros a que luego se expuso por concurrir un día al campo de las armas, mostraron igualmente que este pensador eximio era capaz de todo género de abnegación en pro de la causa que era su ideal La América hispana le conoció desde entonces; toda la falange de ilustres cubanos que combatió en esa heroica y prolongada campaña de diez años, le conoció también y le estimó como debía.
El convenio del Zanjón no le desalento de sus propósitos. Vagó de nuevo predicando el ideal; aconsejando la unión y homogeneidad de los esparcidos elementos de la revolución; sustentando incólume el espíritu de la independencia y confederación de las Antillas, y durante muchos años, todas cuantas tentativos de guerra o de oposición al pomano justiciera de soberana que arrancara de sus pies la cadena gnominiosa. Qué vergüenza para toda nuestra civilización occidental. Qcé ve güenza!
Sintiendo sobre sus mejillas subir todo ei rubor de la humanidad humillada ante la figura majestuosa de ese Presicente gigantesco que mudo, al par que ciego, permanecía erguido ante ella, con los brazos extendidos, con las manos abiertas, implorando, confiado en que la voz de la justicia estallaría al fin en el fondo del corazón del hombre y surgiría, esplendente, como un rayo de luz divina que emana del seno de los siglos en que ha vivido y crecido el espíritu humano, el poeta encumbrado, Lamun.
do Rostand, exclamó. Perdón. iperdón, viejo Kruger. Perdón! Sí, perdón, viejo Kruger!
Perdón vuelve a pedirte humillada la humanidad que habló por boca de Rostand; perdón otra vez, ahora que desciendes a la tumba llevándote contigo todo el inmenso dolor que en tu alma puso tu despedazado pueblo y todo el honor de que supo dar pruebas, como ningún otro pueblo, mientras los demás se cruzaron de brazos y tuvieron miedo de cuinplir un alto deber de justicia. Perdón. tu desgracia y tu grandeza nos humillan! La epopeya de tu pueblo nos deslumbra. Sobre sus ruinas llorará la humanidad. Ante tu tumba se sentirá avergonzada. Santiago de Cuta, 1934)
El arbitraje y la Doctrina Drago en la Conferencia de El Haya. a Delegación de la República Dominicana amplía el sentido en ser considerada la cuestión de las reclamaciones pecuniarias sostenidas por los Estades que ejerzan el derecho de protección a sus nacionales. Esas reclamaciones provienen, en la práctica, o de la situación particular en la cual, desde el punto de vista de su deuda pública exterior, se coloca en ciertos casos el Estado deudor, o bien de litigios sobrevenidos en el curso de la interpretación y de la ejecución de contra tos concluídos entre particulares extranjeros y un Estado, o bien aun de daños y perjuicios sufridos en ciertas circunstancias por los súbditos del Estado reclamante.
ies un hermoso pensamiento liberal y fecundo, que será un día, no lejano, universalmente aceptado, que los préstitos públicos no deben ser sometirios a otras leyes y principios que los que rigen el crédito de los Estados. Todo Estado necesita de su crédito sano, robusto, floreciente. Para levantarlo cuando desfallece, así que las circunstancias se lo permiten, aplica en ese sentido todos sus esfuerzos y se impone para alcanzar su fin los más grandes sacrificios. Esta tesis, brillante y poderosamente desarrollada y considerada aun desde otros puntos de vista por nuestro La sombra de Kruger.
Un día, cuando después de mil batallas en que las escasas fuerzas transvalenses mostraron su superioridad en cuanto a calidad, vió Kruger que su pueblo se agotaba en el triunfo, contra utia masa de enemigos que después de cada descalabro, en vez de disminuir, aumentaba, y que para lograr al cabo una victoria definitiva, marchando siempre por el camino de las derrotas, el poderoso adversario acudía a los procedimientos de aniquilamiento de ancianos, mujeres y niños, pracedimientos que jamás ennoblecieron la historia luminosa de ningún gran guerrero; empeñó el último esfuerzo personal viniendo él mismo a Europa, ya en la senectud, ciego casi, demacrado, adolorido, pero siempre digno, con toda la majestad del sacrificio, a implorar la salvación de su pueblo. Aquel semblante austero arrugó mucho más ante la indiferencia de los poderosos monarcas, que no quisieron oír el grito de sus propios pueblos. La razón de Estado pesó más en la balanza de los acontecimientos y de los destinos de las naciones, it el sentimiento de justicia, que la misma razón humana, esa que vive fuerte, de su propia savia, del jugo de la verdad, indei endiente de los engaños y traiciones de la política y del convencionalisrno social; pesó más la razón de Estado y el Presidente Kruger no fué escuchado, no fué recibido en las cortes: gracias que el icorozón de la mujer es blando, aunque concurran muchas voces a endurecerlo las exigencias de un trono, y que la mano cariñosa de una reina le consoó en los tremendos días de martirio, como en un tiempo encontró Coión otra que debe se em Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica