Stalin

REPERTORIO AMERICANO 253 GRANJA SAN SAN ISIDRO MAX JIMÉNEZ CORONADO COSTA RICA en tonos humanos. Shaw se burla de las pequeñas simulaciones de Wells, en las que éste se muesra patéticamente consciente de que es preciso ser cortés con quien le recibe a uno, incluso cuando se trata de un gramofono. Reprocha a Wells el no saber escuchar. Mas, en realidad, la flaqueza de Wells es que no puede aguantar los gramófonos. Está disfrutando de la más interesante entrevista de su vida, y se aburre hasta lo indecible. Lucha desesperadamente. Trata de convencer, de engatusar, torpemente. Pero no le sirve de nada. Hasta el fin la reproducción es excelente y el disco perfecto.
Escribe Shaw que Wells no fué a ver a Stalin para aprender algo de él, sino para darle una lección. Nada menos cierto. Muy al contrario. Lo que le pasa a Wells les que todavía no ha encontrado jamás una enseñanza que pudiera brindar satisfactoriamente. No tiene nada que ofrecer a Stalin. He aquí lo que Stalin pudo haberle hecho observar, si los gramófonos tuviesen oídos.
Pido a Shaw y a Stalin que admitan la posibilidad de que, por simple reflexión de la inteligencia, se puede contribuir en alguna forma a la solución del problema, y que admitan también la po.
sibilidad de que su tradicional interpreHato inmune a la fiebre de Garrapatas.
Modelo de vaca de la Granja San Isidro. Puede Ud. poner un forete en su finca de raza tan pura como la de la Carnation Milk Farms sin el riesgo de que se le muera de las fiebres tropicales.
TORETES 100. 00 (U. PROSPECTOR AVON ROSA tación no se halla de acuerdo con los tecl:os actuales. Shaw habla del sistema básico que los economistas enseſian aún como norma en nuestras Universidades. y de cómo fué su carácter completo y lógico. lo que hizo que pensadores humanitarios como De Quincey, Austin, Macaulay y los Utilitarios se reconciliaran con él, aun pree Versos nuevos Por VICTORIA BERTRAND Envio de la autora. Nueva York, Enero de 1935.
EMANCIPADA UN JUDIO Me has dejado una sombra de tristeza al irte para siempre de mi lado, a pesar de mi im pávida entereza, quién sabe si en secreto te he llorado.
En tus ojos que saben de desvelos una luz de inquietud que me ilumina surgió al par de aquella otra, la doctrina que de herencia te dieron tus abuelos.
Los mares sin tormentas de tus ojos que todas sus ternuras me han brindado, dejáronme tristeza en mis antojos: la tristeza sutil de haber triunfado.
Fué la luz de inquietud de la cristiana fiebre de amor que de mi estirpe heredo con toda su dulzura y con el credo de que toda riqueza es cosa vana.
senciando plenamente sus horrores actuales y los previsibles. Me agrada este párrafo: está excelentemente dicho.
Pero Shaw olvida que él y Stalin se hallan bajo el señorío intelectual de ese sistema básico tan completamente como Asquith y el deán Inge. El sistema dió nacimiento a dos familias: la de aquellos que lo consideraban cierto inevitable y la de los que lo consideraron cierto e intolerable. No hubo una tercela escuela sobre esta materia en el siglo décimonono. Sin embargo, queda una tercera posibilidad: la de que el sistema no sea cierto. Es ésta una idea sumamente demoledora para los dogmáticos a nadie habría de molestar más que a Stalin, pero en extremo regocijante para los hombres de ciencia.
Es esta tercera alternativa la que ha de permitirnos encontrar una salida. El sistema básico está fundado en un error intelectual. El disipar este error y sustituirlo con una teoría económica más exacta, tan manifiestamente aplicable a nuestros problemas como la teoría eléctrica es aplicable a los problemas práctilcos del electricista, modificará nuestros puntos de vista de una manera mucho más amplia de lo que prevén todavía Shaw y Stalin. Nuestra tarea más urgente es la elaboración de un nuevo sistema básico, merced al cual los economistas se justifiquen al tomar asiento al lado de los demás hombres de cienLas dotes peculiares de imaginación que Wells posee estriban en comprender de un modo creador las posibilidades y consecuencias últimas de los datos que le suministran los hombres de ciencia contemporáneos. Es a un tiemTo un soñador social y político o cuando menos ha llegado a serlo a medida que avanza en edad, mucho más que un soñador técnico o matemático; de la escuela de Platón, no de la de Pitágoras o de Arquímedes. La desdicha de Wells ha sido el pertenecer a una generación a la que sus economistas no le han brinciado nada nuevo. No le han dado base alguna desde la cual su imaginación pudiera lanzarse. Pero, a pesar de ello, Wells tiene conciencia plena, y con ra.
Fué la duda de toda tu existencia y un vuelo de amplitud de mi conciencia.
Mas triunfaron por fin nuestros abuelos.
No estoy arrepentida. Mi existencia, tras horas del espíritu sangrientas, logró hasta de tu amor su independencia.
Pero era todo un sueño la promesa en tus ojos de mares sin tormentas.
Me has dejado una sombra de tristeza.
Me conformo con el recuerdo amado de la luz de inquietud que se ha quedado en tus ojos que saben de desvelos. UN BANQUERO POR TELEFONO cia.
Era su misma voz, pero ya plena de todo lo que sabe a lejanía; sin embargo, tantbién estaba llena del eco de aquel tiempo en que fué mía.
Este hombre de acero con los ojos de ensueño me cambió el corazón. Mi orgullo intelectual se rindió ante el dominio de este hombre norteño cuyos ojos encierran mi cielo tropical.
Eco vago que trae a mi serena existencia inquietudes todavía: el eco de la vida que fué buena, el eco de la dicha que fué mía.
Este déspota fiero de millones el dueño Se ha metido en mi espíritu con su extraño mirar porque al verme en sus ojos, bajo su fiero ceño, me olvidé de otros ojos que me hicieron llorar. Fue el contraste imposible. Este déspoia Al cirlo, tem bló mi ser entero, mas las palabras como frío acero, segaron, al nacer, mi fantasía.
fiero al ver la insensatez de mi constancia, le contesté, al través de la distancia, con voz plena también de lejanía, con un sueño en los ojos. Yo no sé la ra zón.
Sólo sé que de súbito, este hombre de acero, con sus ojos de ensueño, me cambió el co1 azón. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica