316 REPERTORIO AMERICANO Verso nu e voS de EMMA GAMBOA Envio de la autora. Heredia, Costa Rica, Enero de 1935.
se apaga dulcemente entre las grevileas y los pinos.
En el parque de juegos los niños cabrillean y ponen en balance la dicha y la gracia del mundo; en tanto el volantin gira y tintinea cargado de júbilo.
Las casas están pintadas de crepúsculo.
EVOCACION Por entre el bullicio y los gorjeos de los pájaros cruza, con grandes alas, un sosiego dorado.
sobre tormenta, alas.
Arrullada de grillos, quietecita en la cama, miro como soñando la escena iluminada.
Esa silueta fina es mama: bien peinada, la blusa de cuello alto, el delantal de guarda; menuditos los pasos, derechita la espalda, despejada la frente y limpias las palabras.
Mujer de fortaleza y ternura callada: María. qué nombre de mayor alabanza?
En sueño que no es sueño veo tres doncellas diáfanas: para ti una corona sus manos enlazadas.
Heredia, 1934.
La campana, corazón viejo que de tanto oírlo no se oye, canta el Ave María y ruega Ora pro Nobis.
En las grandes naves arden cirios y plegarias.
El incienso se derrama por las puertas y en el jardín de Monseñor se mezcla con gladiolas y azucenas.
Salen de la iglesia con prisa recatada mujeres tocadas de negro: ibendición para todas las casas!
lasan las colegialas con sus cuellos rayaditos de blanco y un largo silencio se estira por las calles apagando el tecleo de sus pasos.
ESPIGA PERDIDA On, la sosegada ciudad!
Fecién llegada tuve la melancolía cel cerro de mi pueblo y sentía el eco de mis pisadas por las losas como en un gran convento.
Pero más tarde floreció la dicha entre las lágrimas.
unos ciaros ojos me miraron y en la ciudad tranquila mi grar pájaro azul abrió sus alas, Heredia. 1933.
Madre: todo despierta cuando tú te levantas: como el sol en el mundo eres tú en nuestra casa.
Por las puertas abiertas ca buenos días el alba, las cortinas ondean, el chorro de agua canta.
Inicias tu faena dando aliento a la llama y luego a todo atiendes con gracia reposada.
Tiendes sobre las piedras los abanicos de palmia y en la piñuela verde la ropa almidonada.
De tus manos el pan, la cajeta aromada y, alguna vez dichosa, las arepas doradas. Cómyo rindes el tiempo. ya tienes preparada la cura del tabaco con clavos y jamaica.
Y, todo bien dispuesto, te sientas a la máquina a coser los sombreros para fin de semana.
Alrededor tus hijos con su rollo de pajas apuestan a quién trenza primero las diez varas. Se mueven tan alegres las ruedas y las pajas!
Tú eres la más ligera: gira, gira la blanca copa y va creciendo como una luna, el ala.
Llevan caracolillo los más caros, el ala ancha, alta la copa y cinta de gro clara.
El próximo domingo irá a misa cantada el crujiente sombrero de palma barnizada.
La loquita Rogelia que a veces duerme en casa y que sabe romances y mil adivinanzas, maldice de la vida comp de hiel amarga; pero a ti te bendice y tus manos alaba.
Cuando anochece, madre, aún tus manos trabajan: yo me siento a tu lado, cabritilla cansada.
Te pregunto tu historia y, con voz resignada, parece que me llevas por veredas extrañas.
Veo mi abuelo barbudo y mujeres delgadas, rocas y ríos de oro, bosques en niebla blanca.
El padre va buscando lo que nunca se halla, la mujer con el hijo en los brazos, callada. Era duro de piedras el camino. tallada en piedra azur te miro hasta los cielos, alta.
Eres la mujer fuerte, madre mía, amada, espiga contra viento, Sacudamos este sopor, esta ausencia del alma que se va en busca del imposible. oh, la montaña lejana)
y vamos a vagar por el pasto.
Enero ha florido los llanos de azul y amarillo.
El viento baraja un tesoro en los jarales de oro.
Mariposas de gualda tiemblan sobre los ramos de Santa Lucía.
Rodaremos en las parvas y luego con las pajas tejeremos canastillas.
Mira una espiga perdida, parece un rabito triste y las granzas, lágrimas de sequía.
Mi amiga, me vuelvo a la sombra, los ojos cerrados, el alma fugitiva.
Si yo no estoy en esto sino allá muy lejos, en las azules colinas.
Aquí soy una espiga perdida.
Ciruelas, 1934.
COSECHA DE ARROZ Los doce segadores se reparten en grupos con sus hoces bruñidas y sus pañuelos de colores.
Cortan los tallos tostados y van apiñando gavillas.
Luego recogen las cargas lievando en sus hombros los haces rumorosos con las espigas agobiadas.
Entre las pajitas tiesas, las granzas cascabelean sobre las espaldas de los segadores.
Fué buena la cosecha, a Dios gracias.
La machina suelta una cascada sonorosa y en los manteaos van creciendo colinitas doradas.
Esta noche, amigos, vendremos a las parvas y tejeremos un ensueño con la luna y brindaremos con una tonada.
Ciruelas. 1934. LA CAIDA DE LA TARDE Golondrinas en revuelo danzan con las rosas de la tarde y una algarabía de píos In angello cum libello Kempis. En un rinconcito, con un librito, un buen cigarro y una copa de Anis Imperial suave. delicioso. sin igual FABRICA NACIONAL DE LICORES San José, Costa Rica Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica