Democracy

376 REPERTORIO AMERICANO Manuel Ugarte se nos fu Por EDUARDO AVILÉS RAMIREZ De El Nacional. México, 19, mayo, 1953 PRAXE UCH Manuel Ugarte Cuando en México sean leídas estas líneas, Manuel Ugarte estará ya en camino de Buenos Aires, amargo camino del retorno.
Manuel Ugarte viene de regreso de otros caminos, de otras rutas interiores, de otros continentes morales e intelectuales. Acumuló a través de los años la más limpia, la más clara celebridad; sacrificó al servicio de un ideal sus cabellos negros (hoy los tiene blancos) y hasta el útlimo de los dineros de su repleta escarcela; por amor de la América Latina se enemistó con media humanidad, abandonó su patria, descuido su gloria literaria, comprometió su vejez; por amor a la novia continental lo escaparon de asesinar, caminó a lomo de mula por el espinazo granítico del Ande, entabló mil polémicas hirsutas en francés, en inglés, en chino; y se batió con el exilio como Hamlet se batía con el destino fatai. ahora regresa Manuel Ugarte a la patria argentina, pobre y con los cabellos blancos. México debe acordarse bien de él. La aventura fué hace más de veinte años. Ugarte se presentó en México para iniciar su travesía continental y elevó las masas intelectuales y las masas, a secas, con sus discursos, con sus conferencias, con sus artículos Flotaban entonces en México los relentes sulfurosos de la pasión antiyanqui y el verbo de Ugarte encendía en las con ciencias verdaderos fuegos de bengala.
De México descendió por todo el espinazo andino, incendiando los predios, en estado casi colonial, de nuestras naciones todavía no responsables del todo. La batalla no terminó con su arribo a Buenos Aires: Ahora comienzo!
dicen que contestó a los que desde el gobierno y desde ciertos sectores de la prensa pretendían que ya no tenía nada que hacer fué como si comenzara, en efecto. Desde entonces han pagado más de veinte años. veces, en el minuto íntimo, Manuel Ugarte deja correr palabras amargas. La Argentina, su patria original, ha sido implacable con él. No le ha perdonado jamás su actitud de paladín y hasta conscientemente lo ha abandonado entre las garras de la pobreza, a las puertas de la vejez, haciendo gala de entrañas duras. La gran prensa bo.
naerense siguió el ejemplo de los gobiernos que se han sucedido y exiló cuidadosamente de sus columnas la firma y la ideología de Manuel Ugarte, como si se avergonzara de él y de su popularidad. Los asnos diplomatizados no han querido conocerlo Pedros de.
lante de Jesús cuando lo han encontrado en el extranjero, y algunos de ellos.
cuando se les ha pedido informes oficiales sobre Monsieur Ugarte. han contestado dando informes infamantes que lo han hundido más en la miseria. Es el destino de los apóstoles le digo yo, tratando de diafanizar su situapran ustedes? Hace más de un cuarto de siglo que sostengo en la prensa, en la tribuna y en el libro, la necesidad de un concierto entre las repúblicas latinoamericanas. este ideal dediqué muchos libros, centenares de conferencias, viajes intercontinentales.
Se ha tratado por todos los medios de inmovilizar al propagandista que vibraba en mi. Casi se me ha reducido a la indigencia, de manera artera, sistemática y concreta.
Pero ahí me las de ntodas; yo regreso a Buenos Aires siendo el mismo Manuel Ugarte de siempre, como si no hubiesen pasado los años.
Admira, infunde respeto, este hom bre vaciado en metales los más notables que es posible consegnir entre la compleja mineralogía del alma humana. Es un paladín irreductible, un Caupolicán infatigable, un verdadero héroe entre conforn. istas y maníutistas de todo pelaje. Delante de él yo evoco la figu.
ra simpática del europeo Masimo Bontempelli, refiriéndonos, una vez, aquí en París, los avatares de su revista 900.
Esta publicación, blanco de todos los italianistas de la Italia contemporánea, llegó a no encontrar imprenta en donde tirarse, se le cerraron los créditos, se ie retiraron anuncios y suscripciones. Imagínese usted nos explicaba Bontempelli que a un niño de seis meses de nacido lo amarran de pies y manos, le ponen una mordaza en la boca, lo meten en un saco, amarran al saco una tonelada de plomo y lo echan al mar. iQué estupefacción para el mundo, cuando el infante sale nadando tranquilamente, diez minutos más tarde, sano y sonriente! Bueno, pues es lo que le ha pasado a mi 900.
Yo evoco las palabras de Bontempeili frente a este Manuel Ugarte a quien gobiernos, diplomacia ly gran prensa han tratado, esfuerzos científica.
mente combinados, de asesinar, de meter en un saco, de amarrarle una tonelada de plomo y de echar al mar: Manuel Ugarte se obstina en no morir, y sobre todo en seguir luchando, en seguir predicando, en seguir apostolizando, verdadero Quijote del más sano y elevado idealismo nacido en tierras americanas desde hace 30 años.
Pero yo os aseguro que, cuando Manuel Ugarte se embarcó, anoche, en la estación del Quai Orsay, no pude evitar una emoción densa que se me subió a la garganta. Los cabellos blancos, bien blancos sobre su tez morena, anduvo un rato de ventanilla en ventanilla, seguido de un mozo de equipajes. Para despedirlo estábamos una dama francesa madame André Bizet, y yo.
Nada más. Así lo había querido él?
Seguramente. En su lugar quizás otros habrían dado aviso a la banda municipal. Lo cierto es que dos personas solamente, después de tantísimos años de (Pasa a la página 3781 no ción Usted se dió a la prédica americanista como otros se dan al militarismo, a la medicina, a la astronomía, comprometiendo la totalidad de sus posibilidades, tocando los límites del mis.
ticismo. Usted es el San Francisco de Asís del continente americano. Su doctrina ha dado frutos, su ideologia ha cristalizado en una muralla tras la cual se parapetan las juventudes actuales.
Ugarte queda soñador, un momento.
Después dice. Pero esta virtud del sacrificio censtante es larga de consecuencias, como un calvario. veces me pregunto si habré, yo también, arado en el mar.
Pero el secreto de Manuel Ugarte re.
side en que las dudas no ocupan sino una infima partícula de su alma. Séle aquí que dice. Hace tiempo quemé mis naves. No soy yo quien va a desandar tan largo camino. Voy a Buenos Aires con la firme intención de seguir siendo Manuel Ugarte: voy a recomenzar mi prédica y a fortalecer, en la juventud actual, los ideales que sembré hace treinta años en la juventud de entonces. Seguiré siendo enemigo de la indiferencia disolvente, y a renunciar de antemano a todo privilegio, para conseguirlo, como renuncié hace veinticinco años a ser diputado y más tarde a ser senador. Un hombre no es más que un accidente de la lucha. Me considero, pues, un mero accidente; lo importante es que las ideas fructifiquen. Siempre detesté al político artero que parece decir: Tengo en la estación diez vagones cargados de democracia. a cuánto me los comen Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica