BourgeoisieLenin

70 REPERTORIO AMERICANO Su ma de ocios Motivos de Lope de Vega (Si yo Por GILBERTO OWEN De El Tiempo, Bogotá, 16 de marzo de 1935 NOTA AL TITULO: lleno de color! Afuera había unas tardes de Nos quedamos de este lado del cuadro alegría demasiado sana, estridente, animal. del lado de Rembrandt oyendo pasmaAfuera estaba ¡Dios me guarde! la Liberdos la lección de anatomia del doctor Nicolás Tulp. Por buenos, por atentos distad, la Igualdad y la Fraternidad.
cipulos, no tomamos un sitio merecido hubiera leído ya entonces a Lenin, qué de dentro de la composición, y al terminar acuerdo me habría sentido con su encontrar nos hemos ido lentamente, Rembrandt y en la libertad un prejuicio burgués. sólo nosotros, a pintarnos autorretratos, con un leve despecho o ufanos. de no haque yo habría dicho plebeyo. ber cabido en la Historia.
Encadenado al cielo, a aquel orden especial, Hemos llegado a nuestra casa, a mirar me parecía que todos los otros mundos, que nos en nuestros libros, en nuestras aficiotodos los otros órdenes, eran el caos.
nes, en un rio privado que llamamos esMucho después supe algunas otras cosas.
pejo que anda y que es apenas nuestra memoria. Nos hemos espiado en sueños, Catálogo de diatribas sin atrevernos a respirar siquiera para no despertarnos; y a hurtárselo todo, luego, Desde mi clausura miraba el mundo de a nuestra sombra, odiada y más rica que Lope, su latifundio sin mojones, como tierra nosotros al alba, a nuestros pies y des baja inundada por aguas de rudo origen, con poseida de su negra bonanza al gritar las doce de la vida.
razón Vega por lo siempre llana. Los crisY los apuntes preliminares, los que tales de mi postigo tenían demasiada pasión, después no cabrán en el autorretrato, por así la creyera yo pasión por la inteligencia indecisos e impuros, en lugar de arrojár no más, para ser de otra guisa que parciales selos al viento los hemos llamado ocios y deformármelo todo a su ley.
y se los hemos mostrado, iqué secos ya veces abandonaba los ojos al puro y fáy qué oscuros. a unos jueces ante los que querríamos disculparnos en versos del cil deslizarse de aquella corriente de Lope, que escogió por suicidio huir al Africa: a su manar sin trabas y sin tacha, pero se Oisive jeunesse acercaba a ponérsela, por encima de mi homà tout asservie, par delicatesse bro, mi implacable Pantuflo cordobés: Paj al perdu ma vie.
tos de la aguachirle castellana. me hería su Prisión del orden voz sinuosa y fina, y yo me iba corrido a esSalí de Góngora como de una cárcel situdiar su manual de cisnes, sin sospechar la guiendo a Marinello con el juramento de muerte entre sus cantos.
vivir en libertad. De esta última palabra La injusticia del cristal no me irritaba por no sabía entonces, no voy a saber nunca de mucho que me lo empequeñeciera todo con seguro, el significado. La suponía viento sin sus artes de gemelos al revés; lo cómico de ley que acechaba, al doblar la esquina, para aquel maestro mío de Literatura en el Insdestruirme; pues yo había elegido este cautituto de Toluca, sordo y zurdo, contribuía a tiverio precisamente como un refugio, al huir ello, cuando quería infundirme un amor a de la improvisación y de la facilidad que me Lope que él mismo no sentia.
repugnaban en ejemplos más cercanos a mí, Allá iba Lope, pidiendo que le ensillaran geográfica y temporalmente; yo nací huyendo su potro rucio. y desde mi ventana se le del Chocano a voz en cuello, de nuestro pauvolvía asno rucio sin remedio; paseaba él pérrimo ensordecedor romanticismo ameriacompasando su más heroico paso al de la cano, de la baratija de nuestro folk lore, emmusa castellana y se la oíamos en tiernos, papado, éste, de las dos cosas que más repugdulces, músicos compases como en pañales naban con mi espíritu: las lágrimas y la sanniña que gorjea. las diecinueve torres del escudo se las tornábamos torreznos cuando gre.
Luego que la prisión me era amable, a pelas ponía en la frontera de su Arcadia para sar de la severidad de su regla. Era grato su armar de un pavés noble a un pastor rudo. jardín de peluquería, cortado y recortado jay ¿a quién no le hubiera irritado el vernos comás al capricho, siempre de acuerdo con una locar a sir Francis Drake y sus bajeles sobre sabia arquitectura total que yo me esforzaba la chimenea, dragón doméstico creado entre en aprender puntualmente. Acostumbrado a las flores de la Vega más fértil?
El santoral de sus comedias nos olía a posipasear por la penumbra de sus soledades (iy como la penumbra copia exactamente la inble chamusquina de la Inquisición, leyéndolo mensidad, alargándolo todo infinito en la disprofesión de fe mahometana. celebren chustancia, y dejándonoslo todo, sin embargo, al mas moras vuestros cantos de cigarras. y alcance del tacto y la razón. me desconcerveíamos cómo en aquel mundo se iban a las taba que hubiese ojos y oídos tan deslumbramanos Lot y Lamec por la paternidad de Ylec, dos que encontrasen obscuridad en el cordoy les echábamos encima a Joab, Jafet, Jacob bés mi carcelero. Me acontecia ante él lo y el rey Acab.
que a mi mejor contemporánea ante Mallarmé: todo en él me era tan claro que hasta cuando pretendía ser obscuro se veía clara.
mente su intención serlo.
Lo de fuera, desde mi cautiverio, si que era obscuro, instintivo y de una sensualidad bestial que yo no comprendía. Afuera había tempestades inasibles, y se morían millares y miReparación de llares de hombres, tan sólo me parecíapara que el genio popular improvisara corridos, para que las cantaoras de la feria hiciesen sus gorgoritos insensatos y para que 25 varas al norte de la los turistas se relamieran, sin comprender Botica La Dolorosa tampoco gran cosa: Oh, este México. qué nos metíamos también con sus parientes de la carne; para decirle yerno de especiero le recordábamos dos hortalizas que habían sido esposas de David, en nuestra ortografía Micol y Nabau, y no olvidábamos a los hijos Vicente y sor Marcela, el Hernandico el galgo y Sebastiana la mona ella, que no llevaba el nombre del padre en su fe de bautismo. Marta de Nevares? Pues volvíamos de Tevés el nombre del diablo que la amaba, y el pelo de esta Marta es.
Luego la cuenta de sus lectores: cien rapaces para el romance Sale la estrella de Venus. tres monjas para La Angélica. un ciego para los Soliloquios. un idiota para La Filomena. Ah y el bobo Vinorre de Sevilla que no sólo leía la Arcadia, sino que gustaba además de la Dragontea.
Empecé un diccionario de lo que no se debe hacer; antes de llegar a la desfallecí. Entonces ocupé mis ocios en un catálogo de exorcismos ¿o de venenos? para ensayarlo contra aquel diablo de la fecundidad.
Eran, entre otros: Insolente poeta tagarote. Danos gatazos Lope con su ciencia. El terenciano Lope que. sobre zuecos de comica poesía se calza espuelas. Boca de Pipote. este Lopico lo pico. Es tu cómica persona sobre los manteles mona y entre las sábanas marta. Embutiste, Lopillo. Necio Zote. Después que Apolo tus coplones vido. Señora Lopa No está, yo lo fío, en la Vega Garcilaso.
Descienden sobre vos las piedras de Valsain.
Melindres son de lechuza que lo umbroso poco vuelve. Etcétera.
Qué hipócritamente nos reprochábamos. Haces mal en condenar invencibles ignorancias. Nos regocijaba condenarlas, buscarle cuatro gazapos a Lope (que no se preocupaba de ello, después de todo. para poder aconsejarle: Vuelva a su oficio y al rocín alado en el teatro sáquele los reznos.
Rompi mis cadenas No fué en Lope donde primero hallé la libertad. Anduve encontrándola y perdiéndola a cada paso, en cada libro, paisaje, sueño.
Aprendi, antes que en Gide en todas partes, que cada libertad es provisional y no consiste sino en elegir la propia esclavitud o al menos la propia devoción.
Fué hacia 1927, cuando se acercaba el centenario de mi cárcel y pretendía un regreso a ella, hijo pródigo siempre fracasado, que me encontré con Lope y me detuve a descansar, afuera, en lo que tanto había condenado desde adentro. Imperceptiblemente fué ganándome la contrición. Pronto abjuré, no de mi amor a Góngora, sino de mi ligereza ante lo más ancho que ese amor.
Existía aún, para conturbarme y abismarme, lo desmesurado, lo infinito de la parcela del Fénix. Todavía, viejo prejuicio gongorino, lo que mi vista y mi razón no sujetaban, me irritaba. Yo quería mis dioses comprendidos, y quería poder echármelos a la espalda cuando ardiera Troya, y acariciarlos en la noche, cuando perdidas las llamas del incendio sólo pudiera verlos con cada poro de mis dedos y de mi deseo.
Luego aprendí, al fin, el orden de la libertad, la manera de medir el infinito, suponiéndole lo que es: una sucesión de órdenes, de mundos, cada uno definido y limitado con precisión, como para elegir en él el huerto o la celda más de nuestro agrado. Todo cabía en el mundo de Lope, hasta la cárcel culterana a la que yo quería regresar. Así debía de ser, asi había visto yo que era el mundo, así la poesia: todos los órdenes y todo uno y lo Taller ELECTRICO MECANICO de OSCAR THOMPSON Cocinas y Transformadores Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica