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250 REPERTORIO AMERICANO Comentarios a la conversación Stalin. Wells. De Leviatán. Madrid. Febrero de 1935 La conversación entre Stal y Wells, que nosotros reprodujimos en el número anterior, ha tenido gran resonancia en el mundo entero, y muy señaJadamente en los países de lengua inglesa, donde Wells es tan conocido y estinado. Una revista semanal de Londres, The New Statesman and Nation. que también la reprodujo, ha recibido cartas de eminentes escritores ingleses comentando el diálogo entre el hombre de Estado ruso y el gran novelista britán. co. Por su gran interés polémico transcribimos algunas de las más importantes: una del dramaturgo Bernard Shaw, otra del economista Keynes, otra de Wells replicando a Shaw y, finalmente, otra de Shaw contestando a Wells y a Keynes, en las cuales se discuten y dilucidan los puntos de vista antagónicos de la conversación inicial (Nota de Leviatán)
es que les enciendan engañosas luces nuevas. Cuando quiera conocerse cómo han pensado y sentido las generaciones argentinas en estos veintiocho años y que cambios ha sufrido el pensamiento del mundo, algo se sabrá leyendo a Nosotros. Si hay en la Argentina un escritor de algún valor y significado de las viejas generaciones o de las novísimas, que no haya colaborado en Nosotros o cuya obra no haya merecido la atención de la revista, que levante la mano. De muchos americanos, sino de todos, puede decirse lo mismo. Son 300 números en 81 tomos, decenas de miles de páginas, centenares de miles de ejemplares, los que hen difundido el nombre de miles de escritores haciendo conocer sus creaciones, sus aprobaciones y sus disentimientos.
Se dirá que todo ello no ha llegado al pueblo. Es cierto, si se habla de la masa; pero tampoco les llegan a ésta, salvo raras excepciones, los escritores de los que se enorgullecen las literaturas nacionales La actividad literaria lo siempre de círculos de gente culta. A!
iado del gran rotativo, vehículo de informaciones, ideas y sentimientos para todos, necesita una cultura, para ser integral, estos periódicos más especiales, forzosamente destinados a una minoría.
Con éstos y con aquéllos, con la novela popular y con el libro de selección, con La Comparsita y con las sinfonías de Beethoven, con el discurso tribunicio y con la conferencia sabia, con la radio, con el cine, con el sainete, a la vez que con la audición íntima y exquisita y la representación dramática para unos pocos insatisfechos, se va integrando una cultura formada en todas sus piezas, por un lado impedida de esterilizarse en el aristocratismo solitario, por el otro, de encenegarse en las manifestaciones artísticas e ideológicas más triviales. Todo es vida. En todo hay un poco del alma del pueblo, uno y múltiple, Ariel y Calibán.
Nosotros desempeñó su papel. Ahora, por nuestra meditada decisión, pertenece a la historia. Es la ley de todas las cosas la renovación, y no hay institución que no deba adaptarse a los modos de existencia cambiantes. No podíamos cerrar los ojos sobre las actuales exigencias intelectuales en un mundo terriblemente dinámico, que corre vertiginosamente, sin tiempo para la lectura reposada. Antes de correr el peligro de ser arrollados nos hemos apartado del cainino con una serena dignidad que por suerte nos ha sido unánimemente recorocida. Un suicidio. Sí, un suicidio estoico. Pero como los directores viven, aunque la revista haya puesto fin a su ciclo, es posible que a estas horas ellos estén tomándole el pulso al ritmo intelectual del día, para manejar un nuevo instrumento que lo exprese. Una metamorfosis de Nosotros es más que probable.
Montevideo, febrero 11 de 1935.
Comentario de Bernard Shaw La conversación, o más bien la colisión, entre estos dos hombres extraordinarios no nos ha revelado nada que no supiéramos ya acerca de sus opiniones respectivas. Pero es divertido como paso de comedia; y sospecho que como tal no dejaría de entretenerle a Stalin, pues es hombre que posee un agudo sentido de la comicidad y una risa cordial y espontánea. He aquí algunos de los puntos que merecen ser subrayados y saboreados.
Stalin escucha atenta y seriamente a Wells, comprende sus argumentos con toda exactitud y, al replicarle, da siempre en el clavo. Wells no escucha a Stalin; tan sólo espera, con sufrida paciencia, que Stalin acabe de hablar para empezar él de nuevo. Cree que sabe mejor que Stalin todo lo que Stalin sabe. No fué a verle para aprender algo de Stalin, sino para darle una lección. Wells va a salvar el mundo por medio del clissoldismo (1. Ignora que su Clissold no es sino una versión moralizada del capitalista de Augusto Comte, ese Comte que ha quedado trasnochado, porque no se le ocurrió ninguna solución mejor ai problema de la lucha de clases. Los Clubs Rotarios, fundados para organizar a los Clissolds, se convirtieron casi al instante en luncheon clubs, en sociedades en las que se reunen periódicamente para almorzar hombres que nunca oyeron hablar ni de Comte, ni de Clissold, ni siquiera de Wells. Pero éste, que no da más importancia a los Clubs Rotarios que a Stalin, ni tuvo nunca, como tuvieron los fabianos (2. que polemizar con los comtistas mientras este linaje existió, cree que el clissoldismo es el último grito, y asegura a Stalin, sin tacto, que la lucha de clases es un disparate.
Stalin, que sabe por experiencia lo que valen los Clissolds, cuando llega la hora de la verdad, trata cortésmente de poner las ideas de Wells en orden y proporción marxistas para su propio interlocutor; mas éste, convencido de que Stalin está obcecado por una necia fórmula sobre la lucha de clases, trata la exposición de sus conceptos como si fueran interrupciones incongruentes y abilrridas, y, descartándolos con un amable Estoy de acuerdo con mucho de lo que acaba de decir. vuelve a su prolija digresión sobre la importancia de Clissold.
Stalin, con paciencia inexpugnable, vuelve a dar a Wells una clara lección elemental de ciencia política post marxista. Ello le produce a Wells menos impresión que el agua sobre el lomo a un pato. Antes de reanudar el hilo de sus obsrevaciones, pone a Stalin en lo que cree ser el sitio de éste, con una advertencia benévola: Quizá sea yo, de nosotros dos, el que más fe tenga en la interpretación económica de la política. Luego, reprocha a Stalin el dirigirse a esa gente (los Clissolds) con una propaganda de la lucha de clases, que sólo ofrece dos caminos. olvidando que Stalin se vió obligado a dirigirse a ellos para que escogieran entre estos dos caminos: el trabajo en una mano y un fusil en la otra. Esas gentes. dice Wells, que olvida la época en que Clissold se llamaba Ponderevo, comprenden la situación del mundo. Se dan cuenta de que se ha convertido en un caos sangriento; pero al mismo tiempo consideran que el antagonismo primitivo de la lucha de clases, tal como ustedes la entienden, es una aberración.
Stalin replica, en efecto, que ésta es precisamente su equivocación, y analiza muy hábilmente para Wells la idiosincracia de aquellas gentes.
Pero nada puede quebrantar la firmeza británica de Wells, según la cual Stalin siendo extranjero y no habiendo asistido nunca a una sesión del Instituto de Asuntos Internacionales de la Plaza de San Jaime ni leído la revista La Tabla Redonda, no tiene la menor idea de lo que puede hacer el clissoldismo, a más de que su inteigencia ha sido destruída por un maléfico degenerado llamado Marx. Con el fin de poner esto de relieve, lanza de repente en la conversación a Clissold, exPonderevo, bajo un nuevo avatar: el de Morgan Rockefeller Ford. Esos hombres saben organizar.
Entonces. por cué no llamarles para cooperar con Stalin? queda subrayada la sugerencia con estas palabras: Se me antoja que soy más izquierdista que usted, señor Stalin.
Stalin admite galantemente que esos Clissolds saben organizar, pero añade que el problema estriba en cómo se les podría organizar a ellos; lo cual es precisamente el problema que los Soviets (1) Alusión a William Clissold, personaje típico de una de las últimas novelas de Wells, El mundo de William Clissold. 2) Afiliados a la Sociedad Fabiana, fundada en 1894 por Bernard Shaw, y los esposos Webb, y otros intelectuales Ingleses. Inspirada en la táctica de Fabio Cunctator, el Contemporizador, ha sido el exponente menos disimulado del socialista oportunista o reformista. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica