REPERTORIO AMERICANO 157 En el bicentenario del nacimiento del Goicoechea El Doctor don Antonio Liendo y Goicoechea y la mula del Doctor Camacho Capitulo VII de la Historia de veintiun años. La Independencia de Guatemala, escrita por el Dr. RAMON SALAZAR. Guatemala, Mayo de 1928. Págs. 57 y 58 (Véase el Cap. III en el No. 4, tomo en curso. reVivía en aquella época en Guatemala y se movía entre las gentes adustas, ignorantes y preocupadas que constituían la masa de la sociedad colonial, un espíritu finamente sutil y burlón, cuyas festivas sales de ingenio y agudezas le valieron que el mismo severo Arzobispo Fray Ramón Casaus y Torres lo comparara en posteriores años con Quevedo. Era el Padre Fray Antonio Liendo y Goicoechea, de cuya personalidad científica me he ocupado con más extensión en uno de los capítulos anteriores.
Durante los dos últimos años del siglo xvi1 y los dos primeros del siguiente, redactó la Gaceta de Guatemala. en donde nos ha dejado trabajos dignos de su ingenio que es lástima no sean más numerosos porque los pocos que escribió en este género, son como lámpagos en la noche de la obscuridad colonial.
Goicoechea firmaba sus artículos satíricos con el pseudónimo de T) Viejo Lecornes.
En uno de ellos, relativo a Espantos. decía que aquellas alucinaciones y creencias eran tan comunes y generales en la sociedad guatemalteca que no había rango ni persona alguna que se exceptuase de creer en ellos.
El buen Fraile trataba de curar a sus Haciendo panela en una hacienda 56 pequeña del Depto. de Jinotega, paisanos de aquel mal, comenzando por las Segovias de Nicaragua.
referirles el cuento siguiente. Hacienda La Ceiba. Erase un Cura de Chinameca llamado el Doctor Camacho, quien tenía una mula de calidades excelentes: buenos En Guatemala hay muchas personas andares, brío, seguridad, ligereza: sola que se encuentran en el mismo caso que mente que estaba contagiada de espan la mula del Doctor Camacho, que sin tos.
Porque era el caso que cuando ser para ellas la carga, sin irles ni ve desde el pesebre oía el ruido de los esnirles el negocio, y sin tener que pagartribos y sonajas de la albarda, se albo.
lo sus costillas, claman, se quejan y dari rotaba e inquietaba, de manera tal, que parecía estar poseída de una legión de patadas como si fuesen en cuerpo y aldemonios: daba saltos, patadas y corma la misma mula del Doctor.
covos, infundiendo miedo en cuantos la Aun le aventajan y llevan cuerpo y observaban. Pero el Doctor Camacho, pelo por lo espantadizos, porque nuesque la tenía conocida más que a sus li tra mula sólo se descomponía con cierbros, la mandaba traer, la daba sus paltos y determinados rumores dirigidos maditas en las ancas, le acomodaba el de cabo a rabo a sus lomos, y no a otros freno y en seguida, recogiéndose los hábitos, montaba sobre ella y caminaba ningunos; pero las bestias de que se como un Mercurio.
trata, no hay ruidos que no las saque Pero lo más notable del caso era que de casillas y las haga perder la chaveta, el ruido de los aparejos no iban siem vengan de donde vinieren.
pre dirigidos a los lomos de la mula. Son disposiciones privativas del Gopor haber en la cuadra otras bestias qué bierno. Gritos, respingos y saltos hasa parejar; pero los insultos, en todo ca ta las nubes.
so, le eran iguales: fuese para ella la ¿Sentencias del Supremo Tribunal?
albarda o no le fuese, siempre el ruilo Coces contra él.
maldito la desesperaba.
Tal es el sencillo cuento, o fábula, más bien dicho.
Veamos la moraleja que deducia de LA Agencia General de Publicidad de Eugenio Diaz Barneond, en San Salvador, puede darle ella el malicioso escritor: una suscrición al Repertorio. Providencias del Ayuntamiento. corcovetas y patadas al aire. Negocios de Frailes y de Monjas. Bufidos y relinchos sobre ellos y su casta.
Nuestro animal y los del cotejo corren parejas en la prontitud y facilidad de inquietarse sin fundamento. Pobres animales. no se puede tratar duramente en los periódicos de vuestra enfermedad. He visto uno de esos pacientes que a sólo el husmo y barruntos de que se trataba de su persona, ce le huyó la sangre de las venas, perdió el color y por poco perdemos también un buen sujeto.
Las criaturas espantadas, a todas horas están con la boca a medio abrir y las orejas paradas y alertas a escuchar si se mueve algo contra sus Mercedes.
El temor y sobresalto les hace ver. palpablemente albardas aun donde no las hay; cuanto se habla al oído, es mur.
muración de sus individuos; se queian de su estrella perversa y maldicen sus hados y fortuna. Todos aquellos entes bellacos, malandrines y follones que hacen ruido en los cascos míseros de tan buena gente, los tienen cuidadosos y amedrontados: brujos, hechiceros, som brerones (1. lloronas (2. siguanabas (3. Convengamos que la enfermedad de espanto no es cosa de chacota.
La mula de Camacho se dejaba aparejar y montar con increíble mansedumbre. Todos los acometidos de espanto llevan muy bien sus cargas y sudaderos con tal de no oír ruidos preliminares: no se les ha de ni a legua su trabajo. Son tontos, malcriados, majaderos, pesados y groseros? No hay que decir oxte ni moxte: chitón.
Ni aun por vía de consejo (que es cuando decimos: no sea usted bestia)
hay que acordarles su defecto: semejante fraternal advertencia, también les hace respingar y se echa a perder la bestia sin remedio. el donoso y picaresco Fraile concluía su artículo recetando a aquella sociedad enferma, en la que por lo que se ve era Médico y el único hombre sano: una dosis de buena digesión moral, que diríamos ahora sentido común. 1) Sombrerón: un negro que espantaba en los caminos, cubierto con un sombrero de vara y media de diámetro. 2) Llorona: mujer que suponían que por haberse comido a su hijo, iba llorando por las calles de Guatemala todas las noches. 3) Siguanaba: bruja en figura de doncella que engañaba a los hombres y los hacia desaparecer. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica