REPERTORIO AMERICANO Quiere Ud. buena Cerveza. 99 Tome Selecta No hay nada más agradable ni más delicioso.
Es un producto Traube habían sido y lo que eran entonces, jamás progresarían en ellas las ciencias experimentales, él ya había combatido la tiranía escolástica: preparado una revolución feliz de ideas: dado lecciones de Física experimental, y leído un curso de Aritmética y Geometría.
En los de Teologia dió a esta ciencia la sencillez majestuosa que debe tener: señaló los puntos diversos de contacto en que se unía la escolástica con la religión: desenvolvió ia extensión de la moral, que fué su estudio predilecto; manifestó la que publicaba el estoico, la que predicaba Epicuro y la que enseña la Biblia, que no es un sistema de escepticismo como la de Montaigne, ni una invectiva acre como la de Rochefoucault, sino una moral pura, superior a la de Sócrates y Confucio.
En la Botánica, nombrado por el Gobierno para elegir muestras de las maderas más exquisitas de nuestras montañas; y comisionado por el intendente del jardín de Madrid para la remisión a España de las plantas y semillas dignas de cultivo, llenó ambas comisiones acreditando sus conoci mientos, y trabajando una memoria sobre el plátano, gloria de la América, y el vegetai que, entre todos los conocidos, da más cantidad de materia alimenticia, en igual espacio de tierra.
En esta Sociedad, ustedes señores, han sido testigos de su ilustrado patriotismo: de este celo activo con que cooperó a su establecimiento: de la voluntad con que asistio a todas sus juntas: de los pensamientos útiles que daba en ellas, fijo siempre en mejorar nuestra suerte o hacerla menos infeliz; de sus notas tan sabias como útiles a la memoria que escribió para destruir la mendicidad que no existe en los países estériles y helados del Norte, y se veía multiplicada en las tierras feraces de Guatemala: del discurso que dijo en este lugar, desplegando sobre el mismo asunto la humanidad de su filosofía, para que el verdadero pobre fuese socorrido y los mendigos robustos o capaces de trabajar, no ensuciasen los portales, ni se oyese en nuestras calles el zumbido desapasible de estos moscones, sino el cencerro deleitoso de las recuas o el ruido agradable de un trajín activo: de la representación que dirigió desde su celda a la Corte de Carlos IV, manifestando la necesidad de dar honor a las clases infelices, porque ellas son las que ejercen nuestras artes y oficios; y las artes no prosperan cuando están envilecidas las manos que las manejan: de la memoria que trabajó sobre los indios, objeto de sus meditaciones en el púlpito, donde predicó sus virtudes, en sus conversaciones de amistad, donde acumulaba hechos y discurría sobre ellos, y en la memoria donde trató de su industria y trabajos rurales.
En Agalta fundó dos pequeñas poblaciones; interesó en su beneficio la atención del Gobierno; y dando a los indios lecciones de religión, de física rural y de sociedad, recordaba la pintura de aquellos Dioses que bajaron del cielo para enseñar a los salvajes de Grecia la justicia, el manejo del arado y el uso del trigo.
En nuestra Universidad no cesó de trabajar para que este establecimiento, fundado para perfeccionar el espíritu, no le empeorase cargándole de preocupaciones y paraiogisCerca de treinta años ocupó en dar lecciones como Catedrático de Filosofía y Teología; y estas lecciones son las que influyeron para que se mudase el aspecto de nuestros estudios. En ellas fué donde hizo conocer a la juventud, que el pensamiento sofocado por el escolasticismo es el acto más grande de la naturaleza humana: donde haciendo comparaciones felices de la exactitud de la Geometría y la algarabía de los escolásticos, inspiró gusto por las matemáticas, y comenzó a formar el espíritu geométrico, más útil aun que la misma Geometría: donde manifestando las amenidades de la naturaleza, comunicó a los jóvenes el entusiasmo con que se habla siempre de los objetos que se aman: donde dió los principios sublimes del gusto y trabajó en la destrucción del que había en aquella edad: donde desenvolviendo la teoría grande del enlace de los idiomas con ei arte de pensar, hizo conocer la necesidad de progresar en los unos para adelantar en el otro.
Tantas verdades no fueron oídas sin espanto. La verdad, dice un escritor, es como ese elemento útil y terrible que alumbra, pero quema y puede devorar al mismo que se sirve de él para el bien público. Los que la han dicho: los que han levantado la voz contra la doctrina de las escuelas: los que han sabido distinguirse, han sido siempre víctimas de las pasiones. Sócrates, condenado a muerte: Aristóteles, fugo: Descartes, acusado: Galileo, preso: Jovellanos, desterrado; son ejemplos tristes que atestan la miseria del nombre y deben cubairle de op cobio.
Los escolásticos, viendo que se destruía la base única de su nombre, se ligaron para anonadar el del Goicoechea.
La envidia movió los resortes de su encono. La hipocresía jugó sus antiguos ardides: la intriga maniobró en secreto; los Prelados penitenciaron y condenaron a ser último iector a quien tenía tantos derechos para ser el primero: la opinión se volvió contra el que la ilustraba; y el público, señores, el público a quien daba luces provechosas; el público a quien hacía servicios tan heroicos, llegó a verle como objeto de horror.
Una alma pequeña hubiera renunciado el derecho de servir a ingratos dejándolos en la oscuridad que les placía.
Goicoechea, firme en sus principios, siguió la marcha de su genio, porque sabía que si los primeros rayos de luz hieren los ojos de quien sale de tinieblas, los siguientes hacen sus delicias y hermosean su existencia.
La verdad fué desenvolviendo sus bellezas. La juventud, siempre la primera en sentirlas, comenzó a tomar gusto por ella. Cesó el vértigo; y se hizo justicia a quien era digno de ella.
Su Majestad mandó que en su real nombre se le diesen gracias por el celo con que se dedicaba a la enseñanza de la juventud e instrucción del vecindario. Su comunidad le eligió Prelado de la provincia. Esta Sociedad, que por estatuto y por principios, no prodiga jamás sus sufragios, acordó que se hiciese mención honrosa de su mérito: La Universidad mandó poner su retrato en el salón de actos literarios. el pueblo llenó de bendiciones a su bienhechor.
Mereciéndolas cada día más: ejerciendo su ministerio con celo infatigable; dando el ejemplo útil de una virtud pura que no conoce las añagazas de la hipocresía: amando a los pobres y presentándoles la religión en el aspecto en que da más consuelos al infeliz, comenzó a sentir flojedad en los resortes de la máquina.
Sintió su debilidad progresiva; pero la sintió sin perturbarse, porque una alma acostumbrada a observar la naturaleza, ve sin susto una de sus más sabias leyes.
Que la vean con espanto los hombres pequeños que se han enlazado con todas las fruslerías del suelo: los impostores que han seducido a los pueblos: los miserables que después de haber hecho daño se ven en la situación terrible de no poderlo reparar.
Pero tú, hombre superior a la edad en que viviste: tú has llenado el lugar donde fuiste colocado. Perfeccionaste tu espíritu. Mejoraste el espíritu público de Guatemala.
Enseñaste verdades útiles. No hiciste mal; y si erraste, tus errores fueron de buena fe.
Esto es hecho, señores. Se ha cumplido la ley, la voz de su muerte lloraron los pobres; y llevando cestillos de flores, cubrían de ellas su cadáver. Ustedes señores han perdido un ilustrado y activo compañero; y yo he quedado sin un buen amigo.
mos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica