Imperialism

20 REPERTORIO AMERICANO OCTAVIO JIMENEZ ABOGADO NOTARIO OFICINA: Para proteger la industria tabacalera yanqui las compañías refaccionarias y elaboradoras se retiraron inesperadamente arruinando en su totalidad una zona que había sido famosa por su riqueza.
Roto todo vínculo con el mercado europeo y víctima de la contribución y de la usura, la industria cafetera no ha podido rehabilitarse del pasado ciclón. En 1931 el gobierno forzó a los cafeteros a ingresar en una cooperativa gubernamental. Esta cooperativa ha acaparado la cosecha a precio irrisorio revendiéndola luego para su provecho al precio fabuloso que ha tenido siempre en el mercado europeo nuestro sin igual café. Para propiciar el cultivo de la caña los pulpos yanquis han acaparado los ríos en el Sur, sembrando la epidemia y haciendo sufrir el peonaje no sólo de hambre sino también de sed.
50 varas al Oeste de la Tesorería de la Junta de Caridad.
TELEFONO 4184 APARTADO 338 El paliativo de emergencia.
El Nacionalismo ha denunciado valientemente desde todas las tribunas posibles este asesinato colectivo perpetrado sobre Puerto Rico. El pueblo despierta. El régimen comienza a justificarse. No hay justificación sin culра. Conscientes de su culpabilidad, pero sin el menor asomo de piadoso arrepentimiento, los yanquis han ideado convencer al pueblo de que su ruina es hija de su propia debilidad y que sólo a su generosidad sin límites debe la vida.
Como puede deducirse el desempleo es feroz. Para proteger a los desempleados, Estados Unidos no le procura trabajo, sino que los humilla y debilita en su fibra moral convirtiéndolos en pordioseros.
La política de Estados Unidos ha sido una desde la fundación de la República. La independencia de las colonias inglesas de América fué obra de un puñado de latifundistas y mercaderes de la Nueva Inglaterra. No tuvo por abono el amor patriótico que saca un pueblo triunfante de una tribu, ni se aureoló con la corona romántica que pasó como un nimbo por la vasta cordillera andina cuando las guerras libertarias de nuestros pueblos del Sur. Le faltó base social y contenido humano. Fué hija de un cálculo. Por eso su historia misma es fría. La figura culminante de la revolución yanqui, Jorge Washington, es un retrato gélido, sin los arrebatos sublimes de Bolívar, sin el ímpetu frenético de Páez, sin la sabiduría heroica de Sucre. Por eso, al evocarle, no podemos representárnoslo sable en mano, dirigiendo una carga desesperada, ni recogiendo en una llanura gloriosa un manojo de espadas rendidas, ni tronando como un dios en la cima de una montaña inmensa. Su imagen se forma allá, profundamente, en las regiones árticas del espíritu, dirigiendo penosamente un ejército destrozado a través de los pantanos del Delaware, o cabizbajo, roto, abandonado, entre las nieves patéticas de Valley Forge. La república que fundo, con la ayuda eficaz y decisiva de los españoles y de los franceses, da el primer paso en falso, y no nace para los negros. Da el segundo, y es falso. No nace para los pobres.
Ella es de los nacientes ricachos manufactureros de Massachusetts, de los latifundistas de la Virginia. Se incorpora, en el estado naciente, un feroz afán de lucro. La república abre su sexo y nace ya el imperialismo económico. Fecundada por tales hombres. qué otra cosa podía dar a luz tal hembra?
Ya la bola de oro no se detiene. El impulso fatal está dado. Corre, corre sin medida, arrastra tras sí todo lo que se le opone. Salta las Apalaches, cruza el Mississippi, pasa las praderas, toca el Pacífico. Mira al Sur y roba a México. Del dolor de Cuba hace una propaganda Del heroísmo antillano saca, entre ríos de sangre, millones criminales. Siempre igual, materialista, sin credo, sin ideal. Pero todo tiene su fin. De aguantar se cansan los hombres, y de este cansancio de la tiranía salen libres los pueblos. Aquella espiral ascensiva del imperialismo norteamericano alcanzó su máxima altitud en la administración Hoover. La política de subsidio de la abundancia no podía ir más allá.
El pueblo rugía, abajo, y había que amansarlo. En la farsa electoral yanqui tocó el turno al Partido Demócrata. Roosevelt, con una energía paralítica, saltó a la arena. El era el hombre providencial de la tiranía, el Mesías del imperialismo. Substituyó aquella vieja fórmula política de subsidio de la escasez. El pueblo yanqui ignorante y rebañiego aplaudió al suspicaz actor. En las oficinas de Wall Street los barones del robo, los marqueses de la usura, sonreían. Las democráticas instituciones norteamericanas estaban salvadas: los monopolios podían seguir estrangulando el pueblo, los apóstoles del Ku Klux Klan bien podían darse un banquete de negros en las plazas de las Carolinas. Puerto Rico no podía dejar de tocar parte en este reparto de generosidades. Para algo se llama Puerto Rico. Política de subsidio de la escasez, en Puerto Rico tienes tu pleno sign al. Esa política de subsidio de la abundancia, bastantes millones que había sacado a Puerto Rico. Era hora de parar.
Ahora hay nuevo trato: subsidio de la escasez.
No hay razón para otra cosa. Debe ser más escaso el dinero de los puertorriqueños. Los puertorriqueños están enfermos, aniquilados, las contribuciones los diezman, los bancos yanquis los arruinan, el gobierno yanqui los tiraniza: pero aquí está el Nuevo Trato! El Nuevo Trato, para que el Nacionalismo muera, para que todos estén contentos y sanos, va a repartir cuatro millones de dólares anuales entre los puertorriqueños. sin exigirles nada, nada. En cambio de tanta generosidad los puertorriqueños no tienen que hacer sino entregar anualmente a los yanquis 32 millones de dólares, pagar el pan más caro, la manteca a 20 céntimos libra, rehabilitar a la agricultura yanqui. Nada más. National Recovery Act. en Puerto Rico quiere decir Roosevelt, que en holandés dicen que quiere decir campo de rosas, en Puerto Rico quiere decir ruina.
El plan de rehabilitación yanqui vigente en Puerto Rico para beneficio exclusivo de los yanquis, necesita ingresos para poder atender a más de diez millones de yanquis sin empleo en el territorio de la república y a unos cuarenta millones de yanquis indigentes más. Puerto Rico se le ha impuesto su tributo de esclavo en contribuciones de consumo calculado conservadoramente en muchos millones de dólares, de los cuales, como hemos dicho, nos devuelven una cuarta parte en forma de limosna.
El plan de rehabilitación yanqui impide la industrialización de Puerto Rico. El mercado yanqui está congestionado y dentro del círculo de fuego que el arancel yanqui aprieta sobre nosotros esa es nuestra única salida. Por ello, en vez de usar la fracción de contribuciones de consumo que se nos devuelve, en fomentar industrias que dieran trabajo digno al pueblo, se dinamita la capacidad productora de nuestro país convirtiendo al obrero en un mendigo. Por la misma razón se restringe el desarrollo de la industria cañera para producir azúcar, melao, alcohol o azúcar refinado. Si el deseo de rehabilitar a Puerto Rico fuera sincero se estimularía la producción de los derivados del azúcar, como el alcohol. Mas como ese producto competiría con el alcohol producido de azúcar, de maíz, de cebada o de madera producido en Estados Unidos, o con la gasolina como combustible, si se produce en Puerto Rico será para uso exclusivo en nuestra tierra.
El plan de rehabilitación yanqui es sólo el último disfraz del sistema de desplazamiento implantado por Estados Unidos al pisar tierra puertorriqueña. Las centrales y los bancos yanquis negarán su refacción al colono natiVO. Su vida está a ese albedrío y éstos obedecerán las órdenes de Washington para eliminarlos uno a uno. Las pocas centrales nativas que sobreviven seguirán la misma suerte.
En su viaje a Puerto Rico el dictador norteamericano Roosevelt dijo que la rehabilitación económica de Puerto Rico depende de la rehabilitación económica de Estados Unidos. Esa es su opinión. Ahora bien. Esas palabras significan que él, Roosevelt, patrióticamente, tiene que atender a los suyos. Para rehabilitar económicamente a los suyos Roosevelt tiene que enfrentarse con la siguiente realidad: hay actualmente, en Estados Unidos, más de diez millones de hombres sin empleo; más de 40 millones de indigentes; el déficit del tesoro yanqui en 1934 asciende a cuatro mil millones de dólares y va in crescendo; la deuda pública asciende a veintisiete mil millones de dólares y nadie sabe cómo se pagará; el poder público no puede contener la creciente revolución social y está recurriendo a la ley marcial en todo el territorio para detener la rebeldía obrera que quiere romper las cadenas de la miseria.
Mal puede tratar de llevar la felicidad a la casa ajena quien no la tiene en la propia. La rehabilitación única de Puerto Rico es su separación inmediata de Estados Unidos. Para rehabilitarse Puerto Rico necesita libertad de acción. La rehabilitación de Puerto Rico es la independencia.
El pueblo paga con sangre sus errores, pero los cobra en la misma moneda. Estados Unidos ha cavado con sus propias manos en tierra puertorriqueña la fosa para su prestigio internacional. La ira de un pueblo, cuando contenida, es dos veces temible. Está ardiendo allá, en el hondón del alma popular hermosa, la llamita por donde va a romper el incendio. Así, en las llanuras del sur, en la noche de luceros, brilla un débil resplandor entre las cañas ondulantes. Sopla el terral caliente, suave, apacible. pronto la llama corre y todo el cañaveral es una fiesta de estallidos, de bramido remoto, de lenguas retorcidas que vuelan, en etérica liberación, al viento ancho.
Puerto Rico quiere volar al viento ancho. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica