REPERTORIO AMERICANO 75 MUCHA MUSICA NADA DE OPERA Ariel, arielismo y arielistas Por JOSE PIJOAN De El Sol. Madrid na Según cuenta Shakespeare, el duque Prospero en su isla recibía visitas de un genio alado, puro, inmaterial, que se llamaba Ariel. Reconfortaba a Prospero con cantos desde las nubes.
Prospero además mantenía tratos con un monstruo, todavía de forma humana, que se arrastraba penosamente, llamado Calibán. Este pesado, impuro y material Calibán trataba de hacer daño; pero Prospero conseguía a veces que trabajara según sus planes. En cambio, el puro, alado y etereo Ariel no hacía más que cantar; inspiraba a Prospero en sus horas de desaliento.
Hasta aquí, nada de malo, y así deja Shakespeare la historia de Prospero. Pero Ariel hizo discípulos, los arielistas, que dejaron su lugar en el éter y quisieron ayudar a Próspero como ministros, profesores, críticos y escritores. Desde entonces, Prospero y nosotros sufrimos de arielistas y del arielismo. Los arielistas no tienen de común con su maestro Ariel más que dicen cosas finas y elevadas, cuando Próspero necesita cosas tangibles y soluciones prácticas. Su elevación, rayaen imprecisión, va acompañada siempre con indecisión. Tienen más miedo a errar que deseo de acertar, y dudando entre dos cosas buenas, caen en la mala. El arielismo no es exclusiMaternidad vo de España; abundan también los Por Alberto arielistas en América y en otros países de Europa; pero aquí su intervención es trágica, porque son lo mejor tonto y algo más. No se concibe, por de la República; lo demás, es casi to ejemplo, que un arielista aceptara, sin do Calibán.
ser más que tonto, un cargo como el Estremece oír a un ministro puro, de ministro de Estado, sin saber otra honrado, hasta medianamente enterageografía que la de las nubes ni otra do, hablar como un arielista. una historia contemporánea que la que propuesta concreta, a una necesidad aprendió en Rousseau y en Condorcet.
urgente, que exige remedio inmediaPero con gran resignación, como to, el arielista se manifiesta con frases de noble elevación. pero sin sacrificio, se agarra a la cartera.
resolver el conflicto con inmediata soTonto y más que tonto ha de ser lución.
el arielista que enseña física discuEl arielista no es exactamente un rriendo medio curso de la diferencia orador. menudo hace declaraciones entre cuerpo y materia, o aquel que de humanidad y habla en tono mesuexplica pedagogía sin pasar del Firado, apagado, sin el fuego poético de lósofo autodidáctico de Aben Tofail, su maestro Ariel. Pero siempre se ex o deplorando al final del curso de no presa como si sus discursos fueran pa haber podido llegar más que hasta ra ser oídos por Platón y Aristóteles, Pestalozzi. Prospero escucha sus lecy los temas que discute como político, ciones asombrado; quiere saber cómo profesor o escritor, tuvieran que redebe de ser una escuela, cuántos grasolverse en otro planeta. En religión y en metafísica, el arielista declara que todo es uno y lo mismo. En moral, que todo depende del nivel en que el pecador se coloque. La justicia para él es inmanente. si un obrero o una obrera en Madrid cobran sólo dos ABOGADO NOTARIO pesetas al día, es abuso que tiene que corregir Calibán.
Hemos dicho que el arielista por lo OFICINA: regular es puro, alado, de irreprochable honradez. Acepta cargos públicos 50 varas al Oeste de la Tesorería de la Junta de Caridad.
y acumula sueldos, porque no cree que esto sea incompatibe con su elevación TELEFONO 4184 APARTADO 338 moral. Calibán le considera tonto, y en ocasiones debe de ser el arielista dos ha de tener, qué enseñanzas son compatibles con una cierta edad, qué materias deben de ir asociadas en un mismo curso.
Prospero quisiera saber lo que hay que hacer en casos de niños anormales, en casos de niños retardados o precoces; en problemas de gentes bilingües, como los vascos, catalanes y gallegos; el régimen de escuelas donde acuden niños de diferentes medios sociales y aun de razas diversas. Pero el profesor arielista dirá que todo esto son detalles; incumbencia de Calibán. Su ritornello. su cúralotodo, será: escuelas, muchas escuelas, miles de escuelas, escuelas por arriba, por debajo; pero que las haga Calibán. Si Prospero pregunta si los libros de texto deben de ser publicados o intervenidos por el Estado, el arielista contestará con el disco de la libertad de cátedra, del derecho del profesorado a decir sandeces, añadiendo para justificarse alguna alusión al santuario de la conciencia. a la chispita divina. que no puede faltar en el profesor de Instituto, sacerdote más que educador.
Si el arielista es diputado a Cortes, allí está como el pez en el agua. Hará pocos discursos, pero de gran elevación. Sobre todo, si no hay que tratar de temas concretos; el arielista se ahoga con sólo ver estadísticas o columnas de presupuesto. Su fuerte es hacer Constituciones; mejor dicho, comentar con citas de Séneca y Gracián el eterno español. vaya a pie o en ferrocarril. El arielista tiene únicamente odio a los técnicos. Detesta la idea de que a su lado pueda haber uno que sepa algo preciso, con números y de carácter práctico. El técnino es el único enemigo del arielismo.
Prospero el pueblo con el hambre, desorientación y desesperación, está hipnotizado por los arielistas. Recibirá la muerte contento, si llega al son de la música de las esferas con que acompañan sus discursos los discípulos de Ariel.
Hasta aquí hemos mencionado las virtudes del arielista: es puro, es tonto, es genial. Tiene también defectos.
No participa en negocios sucios; pero tampoco los corrige. No prepara momios para lucrar; pero tampoco atiende a los asuntos que se le confían: firma media docena de papeles en medio año de ser ministro; no va a clase más que una vez por semana, porque un día de elevación vale más que seis de vulgaridad, y no asiste al Congreso más que cuando habla él. Lo peor del arielismo es que ha hecho poderoso a Calibán. El monstruo rastrero, corrompido y maligno ha comprendido que su hora ha llegado; tiene que hacer lo que el arielista no supo hacer. Calibán lo hará y saldrá algo raro; será una vergüenza; pero casi vienen deseos de gritar. Viva Calibán!
un OCTAVIO JIMENEZ Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica