REPERTORIO AMERICANO 171 ra todo, hasta para distinguir los días de las noches, por una exquisitez del tacto, por ejemplo, que diferenciara los más sutiles cambios atmosféricos; en vista de lo cual estos ciegos viviesen su vida de un modo bastante completo y hasta adquiriesen gran sabiduría, en ciertas cosas superior a la que somos capaces, y se creyesen, en virtud de sus cuatro sentidos refinados, hábiles para llegar, valiéndose sólo de ellos y un la razón, a conocer todas las fases del unverso. Entre estas gentes no nos sería imposible vivir y convivir; pero que locos seríamos en su honrada opinión si se nos ocurriese afirmar que en virtud de un quinto sentido por ellos no poseído y que les fuese quizás incomprensible, sabíamos con certeza inquebrantable que por sobre la tierra se extiende un vasto campo, azul claro de día, por el que rueda una gran bola de oro que derrama colores infinitos, y negro azul obscuro de noche, como una vasta tabla funeraria mantenida en su alto sitio por innumerables clavos de plata y de piedras preciosas.
La locura de Blake no era trastorno o insanidad, como no lo sería nuestra posesión de la vista en el mundo que acabamos de suponer.
La locura de Blake era la facultad de la imaginación pura desarrollada en sentido y que obraba en él en conjunción con todos sus órganos sensorios. Un sabio francés de cuyo nombre me avergüenzo olvidarme, ha postulado la teoría, según leí hace pocos meses en una publicación americana, de que por toda la piel, íntimamente en relación con el tacto, posee el hombre un sentido visual no atrofiado, no extinto, sino olvidado, no educado, dormido. se me figura que el sentido de la superimaginación sufre en nosotros suerte análoga. De seguro, de niños, todos nos hemos valido de él hasta la edad en que comenzamos a tomar en serio la sabiduría mundana a haceinos vanidosos de saber algo y a despreciar cuanto no acuerda con la experiencia vulgar, con la razón pedestre, con los libros de texto o con las pláticas de los enseñadores; sentido que después ya no sabemos cómo emplear y acaso perdemos por completo la mayor parte de los hombres, y que sólo de vez en cuando, en raros instantes de relampagueo, los escogidos vuelven, súbita y luminosamente, a poseer.
El más alto misticismo tiene sus raíces en este fenómeno de la imaginación aguzada y ampliada hasta convertirse en verdadero sentido; y así como la luz es el medio de la vista, ya que la visión material no es sino el discernimiento de grados y calidades de luz, la fe es el medio de que se vale la superimaginación activa. Blake, que bien sabía como le cotejaban de loco, sin que esto le preocupara o cohibiese, explica su caso con sencillez. En la ocasión en la cual sentáronse a su mesa Ezequiel e Isaías, habiéndoles preguntado Blake cómo osaban aseverar tan rotundamente que Dios les había hablado, y si no habían reparado, al hacer semejante declaración, que la gente la iba a tomar a mal y a Oi esto algo maravillado, dice Blake, y debo confesar que quedé convencido. Después de la comida le pedí a Isaías que favoreciera al mundo con algunas de sus obras perdidas, mas dijo que ningún libro suyo de igual valor a los que se conservan se había perdido. Ezequiel confesó lo mismo respecto de su obra.
También le pregunté a Isaías, prosigue Blake, qué era lo que le había hecho andar descalzo durante tres años. Lo mismo que a igual costumbre movió a nuestro amigo Diógenes, el griego. contestó.
Entonces le pregunté a Ezequiel por qué había comido estiércol y por que había yacido tanto tiempo ora de un costado, ora del otro. Me respondió. El deseo de elevar a los demás hombres a una percepción del infinito: esto lo practican las tribus salvajes de Norte América; a mí me movió a ello mni genio, y puede ser honrado aquel que se resiste a su genio o conciencia sólo por el regalo actual, por una presente comodidad o gratificación?
jugarles una mala partida, Isaías contestó. No vi ni oſ por medio de una finita percepción orgánica a Dios ninguno; empero mis sentidos descubrían lo infinito en todas las cosas, y entonces me persuadi, y estoy confirmado en esta creencia, de que la voz de la recta indignación es la voz de Dios Poco me importaron las consecuencias, y escribi.
Entonces, continúa Blake, le pregunté si la firme persuación de que algo es una cosa hace que lo sea, y el Profeta contestó. Todos los poetas creen que sí, y en las edades de la imaginación esta persuación podía remover montañas; pero muchos hay que no son capaces de tener una firme persuasión de nada. Ezequiel dijo: La filosofía del Oriente enseñó los primeros principios de la percepción humana. Algunas naciones sostuvieron un principio y otras otro, del origen de las cosas. Nosotros los de Israel enseñamos que el Genio Poético, así llamáis ahora al Genio Creador, era el primer origen y que todas las demás causas se derivaban de El; por lo que despreciábamos a los Filósofos y Sacerdotes de los otros países y profetizábamos que al fin se probaría como los Dioses todos tenian su origen en el nuestro y eran tributarios del Genio Poético. Era esto lo que nuestro gran Rey David anhelaba con tanto fervor e invocaba tan patéticamente, diciendo que en virtud de esa fe triunfaría sobre enemigos gobernaría reinos; y de tal modo amá.
bamos a nuestro Dios que en Su nombre maldecíamos a todas las deidades de las naciones circunvecinas y declarábamos que se habían rebelado. Por cuales opiniones el vulgo llegó a creer que todas las naciones serían al fin súbditas de los judíos. Lo que, continuó el Profeta, como todas las firmes persuasiones se ha realizado; porque todas las naciones creen en el Código de los judíos y adoran al Dios de los judíos. y qué mayor subyugación puede haber?
Así reza, íntegramente, la segunda Memorable Fancy (Fantasía memorable)
de The Marriage of Heaven and Hell (El consorcio del Cielo y el Infierno) de Blake, el más discutido y admirado de sus libros en prosa, en el cual su ingenio y su sabiduría retozan a sus anchas en el terreno visionario de Swedenborg, en quien Blake había dejado de creer hacía tiempo, pero cuya influencia literaria, en el modo de expresarse por revelaciones, no había desechado y nunca desecharía. The Marriaga es fruto de sus treinta y tres años. Convencidos de lo que era la locura de Blake, volvamos a la mocedad de este místico tan serio y tan sincero, tan poeta y artista, tan meticuloso y descuidado a la vez, siempre tan regocijado y a veces, como cuando ataca a Swedenborg en The Marriage, tan burlón.
Nueva York, 1921.
DOS IDEAS SALVADORAS Parcelación de la tierra De Diario de Madrid. Madrid Rondan por el mundo dos ideas salvadoras. Una ha echado raíces en Oriente.
La otra se está ensayando en Occidente. El Japón es el que ha aplicado la primera. Mussolini ha puesto en circulación la segunda, deformada.
La causa fundamental de nuestros males económicos es la creación en la humanidad de deseos no esenciales que la repetición hace necesidades. El deseo de adquirir siempre cosas nuevas nos ha hecho consumidores de toda mercancía imaginable. Esto espolea más y más la producción. Surgen fábricas, chimeneas, rascacielos, grandes núcleos urbanos. Así se va creando una humanidad sin raíces, una humanidad viciada, sin principios ni responsabilidad personal Ocurre entonces un fenómeno difícil de explicar. Por una u otra causa nos invade la desgana. Hay demasiado que comprar y pocas ganas de hacerlo. Cunde el desaliento y la crisis. Millones de seres sin trabajo, aglomerados en las ciudades. Seres que se desmoralizan más y más, que se depauperan y pierden para la raza y para la nación. Una gran fábrica cierra sus puertas: este solo hecho basta para que miles se queden sin pan. Cómo ha de haber seguridad en un mundo así. cómo resolver el problema sin destruir los fundamentos de la sociedad actual? Dos parecen ser los caminos fundamentales: la fragmentación de la máquina y la redistribución de la población en pequeños caseríos, en múltiples Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica