REPERTORIO AMERICANO 103 Pequeño mapa audible de Chile reparten aquel suave corredor terrestre. una luenga faja verde, sin llaga de aridez, deleite de castas agrarias. Hay riegos suficientes, que dan nuestras aguas de ingeniería en canales lentos y eficaces. Los rectángulos pulcros de granjas, las provincias agrónomas, corresponden a melocotones, manzanos y viña, y más abajo, a los anchos paños de trigos; provincias de color y de aroma, departamentos frutales, distritos graneros. La gente latina no logró sobre ho gar mediterraneo viñedo ni pomareda mejores que los del valle central de Chile.
Todavía atraviesan aquí y allá antiguos arados romanoespañoles, con su crujido, de queja de hombre; pero lo más frecuente va siendo la maquinaria agrícola luciente y rápida, que pasa con un chischás de banda de langosta o con pequeño estruendo de aceros musicales, echando ascuas a lado y lado del campo.
Este aire rural tiene más canciones que los otros que dijimos. Las mujeres deshierban, podan y vendimian entre canto y comento. En el vocerío de la trilla clásica de Aconcagua o Chillán, y en la algarada de la vendimia de Coquimbo, cabriilean gritos y hablas de mujeres y niños. La oreja se da cuenta de que aquí sí las voces del homo y la fémina son diversas como dos continentes y dos órdenes. El hombre grita a lo hondero, con pedrusco lanzado; la mujer silba o modosea a lo codorniz y a lo tórtola, ya sea que cante o que sólo diga: es el habla suramericana la más dulce de este mundo, el más tierno acento hablado por hijo de hombre.
Por GABRIELA MISTRAL De El Sol. Madrid Se nos ocurre que la radio podría Saltar ahora, echando la oreja en fle dar, ella y no otra, un ensayo de ma cha tirada ai Sur. Hay primero un alpa audible de un país. Ya se han hecho borozo de puerto, del puerto mayorai los mapas visuales, y también los pal del Pacífico, que mentamos con donoso pables, o sea los de relieve; faltaría el nombre español: Valparaíso. Valle del mapa de las resonancias, que volviese Paraíso. Si hemos navegado desde San una tierra escuchable.
Francisco, nos dolimos en las costas La cosa vendrá, y no muy tarde: se tropicales de la falta de un puerto parecogerá el entreveramiento de los es trón y patrono de aguas; pero al llegar truendos y los ruidos de una región, a estas alturas, echaremos un ¡aleluya!
sin tocar las facciones del suelo, coli Valparaíso vale para segundón de San nas ni ciudades, posando angélicamente Francisco; Valparaíso cumple por la los palpos de la radio sobre la atmós costa suramericana entera.
fera brasileña o china, se nos entrega Los barcos entran y salen de la bará, verídico como una máscara, impal hía, arriesgada a los vientos y que la pable y efectivo, el doble sonoro, el terquedad de los chilenos forzó, oblicuerpo sinfónico de una raza que tra gándola volverse desembarcadero.
baja, padece y batalla.
Hierve en malecones y agua un pueblo vivo, que parece marsellés o catalán. El país, para este como para otros me va y viene un cardumen de tráfico manesteres, resulta arduo de recorrer y de rítimo que grita en inglés y en español atrapar. La caja de sonidos es larguí las picantes interjecciones marineras sina. Hay que escuchar como el ve Valparaíso hace lo suyo. Lo suyo son nado: con oreja no sólo abierta, sino veinte mil barcos anuales recibidos y tendida en tubo captador.
lanzados. Lo que lanza son las indusA estas horas comienza allá nuestro trias novedosas y garridas de la zona, día de vivir. Es casi la mañana. En la que él distribuye a lo largo del trópico; región Norte (pampa salitrera. costra lo que recibe son los azúcares, los arrocuprífera y de platas y oros. resue ces tropicales y la maquinaria yanqui e nan barretas, picos y palas, en un in inglesa, que en poco más también se fierno rítmico; se descascara a golpe hará por nosotros mismos territorio brutal y numérico, o se dinamita, el lla adentro.
mado desierto de la Sal. En las pausas Un mar violento y voluntarioso, el de silencio se oyen máquinas moledoras mar nombrado con su adjetivo opuesto de la pasta salvaje llamada caliche. de Pacífico, excita y espolea con yodos piedra y sal, ganga y polvo.
y sales a los grupos de descargadores, El desierto de la Sal amasó y remade grumetes y gente de pesca.
Es un tó al hombre chileno, bien plantado, agua digna de griegos, brava y humabien fundado, logro cabal de la carne na; ni el caldo hirviendo del Ecuador, americana. El ha salido de su pelea con ni la plancha mortecina del Círculo Ausla costa calichera y de su vida de petral. Bahía mayor de Valparaíso. Anda cho a pecho con el mar. Cuentistas y en novelas y poemas ingleses y noruepoetas, cuando quieren decir al hombre gos. Quien navegó la conoce y la cuennuestro, no lo hacen sino marino o mita siempre al contar sus mares.
nero, y dicen así sus dos forjas naturales.
Más abajo sobre Atacama y CoquimLa oreja se suelta ahora de la costa, bo, donde comienza la vegetación, el porque el oído, como el ojo, cambia con barreteo y la picadura es la misma, neta gusto de pasto y más le place seguir y testaruda; pero se muelen materias que quedarse.
más nobles: el cobre, sangre de nuestra Estamos en el interior, sobre región geología; la plata, que después de hade nombre preciso: en el Llano Central, ber sido abundante, ya ralea y hurta el gloria botánica de Chile. El valle del bulto. El orc no sale de minas: en la Ródano es más corto; el del Po, lo mismontaña un poco mágica de Andacollo, mo; el del Nilo se le parece en la lonel oro va por arroyos y regatos, en pe gura y la generosidad de los limos.
pitas de mostaza die arroz Estas Corre un aire suave y dulce, sobre aguas milagrosas, que nacen al pie de saltado de poco viento, y los olores dei un templo indígena, mantenían antes a agro se duermen en la caja profunda grupos de naturales que no querían viodel llaro. Las resonancias han mudalentarlas por no extinguirlas; hoy dan do desde el desierto hasta aquí: los sode comer a siete mil hombres en jorna nidos se humanizan y se abiandan soda diaria.
bre el suelo de pulpa y el aire de poca Trenzado con el estruendo de los pi ráfaga. Ei mar y la montaña, grandes cos, oye la oreja delgada el jadeo del agitados, se hallan distantes. Es el clihombre. No se le ve, ni hace falta; tie ma por excelencia de Ceres, seguro, esne el pecho ancho, labrado por el gran table; clima de matriz de tierra o de resuello; cara de matador de piedras, y mujer. En otras partes del mundo, vicuando se endereza de calar y descuavir será la rina rabiosa y enlodada conjar, una criatura camina con la marcha tra el peñasco o la marisma; allí vivir de lo que es: va como el dueño de to se llama complacencia y seguro, destido suelo, y parece que clavara con el no natural del hombre hijo de Dios.
talón señor cada uno de sus pasos.
Las viñas y los huertos frutales se a Ahora ya ematamos el viaje. La Patagonia estará muy lejos; pero la retenemos contra Geografía y destino debemos decirla.
En esta inmensa meseta austral se oye, cuando algo se oye, una marea salvaje que pecha entre los canales y for cejea en el gran estrecho. Hacia el interior, apenas poblado, hay unos silencios de hierbas inmensas, de gruesos y dormidos herbazales, que se parecen al estupor que dan los témpanos en el últimp mar. De cuando en cuando, gris tos alzados y caídos de pastores que arrean con dos o tres notas quebradas y subidas. en las estaciones malas es el viento patagón, bastante peor que el simún y la tramontana, el que hace su fiesta desesperada sobre la llanura sin atajo, en una carrera de búfalos rompedores de unas praderas entregadas y contritas.
Pero vuelve el silencio de las praderas buenas, donde pace la tierra verde, su madre y su costumbre.
La oveja se duerme en esta anchura blanca o verde, y el que goza este encantamiento por unos años se enviciará en silencio, como el ojo se enviciará en extensiones.
Yo me gocé y me padecí las praderas patagónicas en el sosiego mortal de la nieve y en la tragedia inútil de los vientos, y las tengo por una patria doble y contradictoria de dulzura y de desolación.
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