REPERTORIO AMERICANO 331 El lanchero (Cuento)
Por CARLOS SALAZAR HERRERA Envío del autor. Texto e ilustración.
San José, mayo dei 35. Qué vieComo caña lanzada por arco, escurrida entre las sombras, perforando la distancia, llegó el grito.
Llegó el grito pidiendo lancha en la ribera norte de la desembocadura.
Seguía el ruido del agua, y la noche negra metida en todo.
Una estrella cayó en el mar.
Era la única estrella.
Poco después brilló en la ribera sur la llama de una lámpara de carburo, como respuesta prolongada y luminosa. Ai viene lanchero. buena distancia se movía la luz, derivando hacia el Pacífico, perdiéndo.
se a ratos, apareciendo luego.
Bajo los palos del atracadero chapotea el agua acumulando basura, y sobre el olor a podrido vuelan miriadas de zancudos.
Suena el canto de los sapos y los grillos, el desagüe tranquilo y el vien.
to en las ramas, todos, en un son inacabable, bajo, siempre igual.
Pasó mucho rato oscuro, y tornó a brillar la luz más cercana, tiñendo reflejos en las ondulaciones.
el compás de los remos partiendo el agua, cada vez más duro, más duro cada vez, hasta que la proa glugluteando tocó en los palos del atracadero. Buenas noches, amigo. Muy buenas las tenga usté, amigo.
El lanchero alumbró la cara del que había llamado. Le era una cara desconocida Qué noche tan fea.
El que había llamado metió en la lancha, y la lancha empezó a derivar, costeando, bajo las ramas de la Un olor a podrido llegaba a tiempos con la dirección del viento. Juan de Dios Pereira?
Pos vea usté lo que son las cosas, yo soy Antonio Guadamuz, el indio de Boca de la Barranca.
Pereira no contestó. El lanchero había levantado un remo y se lo había partido en la cabeza.
El indio de la Boca de la Barranca encendió la lámpara, acercándola a la cara de Pereira. Allí lo contempló largo y reco do. Qué viejo estás, Pereira. dijo. no te había conocido. Creyiste que no nos volvíamos a hallar? Por ya ves vos lo que son las cosas, ni te di tiempo pa que acordaras.
jo estás, Pereira. con el remo lo empujó echándolo en la mitad del río.
Oyóse caer pesado el cuerpo, y seguido el chapoteo de los lagartos. Sonaron ruidos guturales y reventaron grandes burbujas sanguinolentas entre la ebullición del agua como ebullición de cráter.
La iancha se alejó taladrando la noche definitivamente negra.
Caía sereno.
El ianchero llegó a la ribera sur.
navegando al canalete. Anudó las amarras en los palos, y después de echar una mirada profunda a la tranquilidad del río, caminó.
Iba gibado, con la noche embrocada en las espaldas, hurgando cosas viejas en su memoria alborotada.
Se desnudaban las olas en la playa.
y en la playa tendían su ropa blanca. Al fin encontré, Pereira. dijoEl terral se llevó la voz mar a dentro.
Oíase ya, se orilla, abriéndose paso entre los lagartos.
El lanchero apagó la luz y explicó. Bajando encandilo, y siuno se descuida, el riyo lo bot ala mar o se jod en los playones.
Los bancos de arena en la boca, detienen las ramas, grandes contorsiones que dejó la creciente.
Sonaba la cortadura del remo haciendo de timón. paonde va usté, amigo. Pa Las Agujas.
El lanchero encendió la lámpara y viró hacia la mitad del río.
Pasaban los troncos como esqueletos inmensos, hechos visibles por el resplandor de la carbura.
El lanchero apagó la luz derivó de nuevo. Hay que conocer este manejo. Me parece, amigo.
Los dos hombres hablaban de rato en rato, sin mirarse las caras, porque la noche se había chupado con la oscuridad, todo lo que en la noche había. perdone usté la pregunta. dijo el lanchero por preguntar algo. Cómo es su nombre. Juan de Dios Pereira.
EL BUFALO PARA SUS REGALOS y trabajos a perfección, 50 vs. al Sur de la cantina El Cometa. San José recuerde siempre Ordene sus trabajos a esta ZAPATERIA donde será bien atendido.
Especialidad en CALZADO FINO PRECIOS BAJOS La Joyería de su Confianza SCRIBA GONZALEZ Frente al Palacio Nacional La perla Envío del autor. San José, 1935 Vulcano, pensativo, volvió la espalda a los dioses que se hallaban arrellenados en sus tronos disertando sobre la esencia del oro. poco el hijo de Juno descendió precipitadamente del Olimpo donde Zeus le había ordenado que fabricara algo más bello que el rubio metal, que da vida a la Vida, Vulcano iba a campo traviesa; el pecho lleno de los halcones del impetu. Para abrirse paso, con bárbaro empeño aplastó bajo sus plantas troncos corpulentos y con sus manos hizo rodar peñones. Varias veces derribó de una puñada arboledas en flor. Adónde marchaba el dios? Chisporroteaba el braserio. Las Al Etna, a enrojecer en ingen salamandras, con mayor activites fraguas y a modelar en yun dad, ensayaban saltos sobre pelques, a golpes de mazo, entre daños de llamta. Cuando hubo lluvia de chispas, en compañia de acabado su obra, al palparse la Polifemo, Esteropo y Paracmor, ennegrecida frente sintió en ella barras de hierro capaces de des una gota de sudor que el Herrero baratar planetas.
esperaba con ansia. Alborozo!
Laboró gran rato, con tesón; Los cíclopes batieron palmas. sin tregua porque él no conocía la vuelta de tres minutos la puso la fatiga dentro de una concha, en el regazo del Océano; y luego la recogió; sin cábala, sin nigromancia. ya coagulada. Bien haya el premio. He triunfado!
Dijo para si el dios: desaliñado el cabello: el brazo derecho en alto.
Del oriente al ocaso, del aquilón al sur, todo era fiesta. tornando en un pronto a la asanblea de los inmortales, les mostró un objeto más adorable que el oro: la perla: fruto precioso del Trabajo que hace libres a los hombres y les viste de alteza y de hermosura.
Carlos Jinesta Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica