190 REPERTORIO AMERICANO Del libro Romancero de Río de la Plata. anunciado para fines de 1935 Por LUIS CANÉ. Envio del Autor. Buenos Aires, Enero de 1935 INDIO REDUCIDO (Siglo xvi. Dirás, bestia maldita, qué te trajo. Mozo de veintidos años. quién sabe si los tendría, por romper a una doncella que los ocho años no había, cumplirá este amanecer su deuda con la justicia.
Ya pende el cuerpo en el aire.
Rítmicamente se mece. Con darte muerte tan vil, te dan menos que mereces. Dueno, ayer, del desierto, señor de su idolencia, desde que vino el blanco más hace indio que bestia.
Se contrae, se muerde, sacude la cabeza; no se queja.
De la copa de un tala y por los pies le cuelgan.
Bestia para transporte que, en silenciosa recua, une pueblos y pueblos.
El arcatuz le acecha.
Era blanca la doncella; la cabalgó como a india.
Tenía en su pecho liso dos puntitos: las papilas.
ROMANCE DEL MONTE DE DOÑA JUANA CLAVIJO (Fines del siglo xvin. Dirás, bestia maldita. Lindos tiempos los del monte de doña Juana Clavijo: mitad de limones agrios, mſtad de naranjos chinos.
Indio levanta tapias y rotura la tierra.
El tenor y el apremio le sostienen las piernas.
Detrás de las Catalinas y abierto al aire del río, no hay refugio en Buenos Aires como éste para el domingo.
Dos vidas de hombre blanco durará su obediencia.
Para que bien las cumpla y le valga la fuerza, lo alejan de la chicha y la mujer le niegan. Cómo temblaba tu cuerpo la primera vez que fuimos!
Te acuerdas que te conduje como quien erra el camino. Indio trabaja siempre y nunca tiene fiesta.
Debe a su amlo, el blanco, sumisión y obediencia. indio desobediente lo cazan como a fiera.
Llevabas en una cesta queso, tarángana y vino.
Después de comer quedamos sobre los pastos, tendidos.
Indio sirve confiado el régimen de rentas.
Indio lo paga todo y siempre tiene deudas.
El sol quebraba reflejos de cristales en el río.
El resplandor de la siesta sonaba como un zumbido.
Pleito contra español no hay indio que no pierda.
Su protección en vano mindan las Reales Cédulas, que ya en las Indias puede més que la ley, la influencia.
Fuego que abajo encienden Sus padres así la hallaron; le asa la cabeza, nunca se lo olvidarían: Ciñen sus compañones; con las ropas más deshechas, rie la soldadesca.
lobos no la dejarían; Avivan un tizón; las piernas como quebradas, la natura le queman.
poner juntas no podía; No se queja.
las dos manos contra el vientre de tanto que le dolía. Dirás, bestia. Era de fuego la sangre que entre sus muslos corría!
Le arrancan los dos ojos; no le arrancan la lengua No lloraba su deshonra, por si el dolor, al cabo, que de ello nada sabía.
soltara la respuesta.
Lloraba del gran dolor y la sangre que veía. Dirás. dolor de dolor de vientre, sangre de profunda herida. De palos que le dan, sin querer lo descuelgan.
Le han quebrado los huesos; Sordos tambores redoblan su silencio no quiebran.
en la plaza y en el eco.
13 Ya lo llevan a la plaza; En un charco de sangre no ha de ser para un paseo.
caliente se revuelca, hasta quedarse tieso su lado marcha un fraile, en la postura eterna, entre dos filas de tropa sin una queja.
tendidas del pie del Fuerte al pie de la plataforma.
EL VIOLADOR Luce sus veintidos años (Siglo xvil)
con a postura gallarda.
Maldecido violador, Que va a morir no parece, ya amanece tu mañana.
tanta juventud le agracia.
Se alza contra el horizonte el patibulo en la plaza.
Viste ropilla de raso blanco con mangas de alforzas; Con qué inquietud y qué angustia por la entreabierta pechera durmió la ciudad anoche!
vesele la almilla roja.
Ardía en todos los labios, narca de fuego, tu nombre.
Los bucles de su cabello le llegan hasta los hombros.
En el sueño de las madres, No tiene pelos ni rasgos cabrio rostro asonrabas; que hagan varonil su rostro.
echando espuma la boca, los ojos echando llamas.
Mancebo que en apariencias no mataría una mosca: Sueño de las madres, sueño miradle, padres y hermanos, de opresión gemida en ayes. subir a la plataforma.
Ven las camas de sus hijas, tintas en caliente sangre.
La pena que se ejecuta para ejemplar escarmiento, Mañana de aire ligero publícase a son de cajas y de calles sin mujeres.
y con voz de pregonero.
Lindos tiempos los del monte de doña Juana Clavijo!
Había trechos de sombra que ni en las noches yo he visto.
Indio desventurado, ni la clemencia espera.
De su vida que es cárcel, la muerte lo liberta.
La tarangana en la sangre. cuánto ardor nos ha metido!
Nos turba el estar tan juntos, pero culpamos al vino.
Te cuento cuatro lunares; tú dices que tienes cinco.
Con caricias rastreadoras me voy orientando al quinto.
INDIO CAUTIVO (Siglo xvi)
Para buscarlo en tu pecho, tu escote me abre el camino.
Por dónde no irá la mano que busca un lunar perdido. Un indio se desliza, pegándose a la cerca.
Al rumor de la paja seis soldados acechan; para que no los burle ni respiran siquiera.
El indio se desliza con mañas de culebra.
Aire de limones agrios acaricia los sentidos, mientras mi mano acaricia tus muslos estremecidos.
Manos como tenazas por el aire lo elevan.
Le quitan flechas y arco y la lanza le quiebran.
Ya están los cinco lunares: uno, dos, tres, cuatro y cinco. Cuando una muchacha quiere, nunca incomoda el vestido. Ya hay grupos en las esquinas; las pisadas estremecen. Dirás, bestia maldita, qué te trajo a la cerca?
Ya le colocan el gorro; le echan al cuello la cuerda.
Los muchachos de la calle para a pedrearlo se aprestan.
La primera luz del día pone los semblantes verdes.
Asperas ligaduras mano y mano sujetan. golpes lo derriban y lo atan de piernas.
Tados hablan en voz baja como a un enfermo con fiebre Cortinas de angaripolas tras las cortinas se mueven.
Le ajustan la cuerda al cuello. Qué erguido cuello levanta!
Frío silencio de muerte todos los oídos tapa.
Lindos tiempos los del mpnte de doña Juana Clavijo!
Sueño de todos los sábados, delicia de los domingos, proyectos de la semana para volver el domingo.
Lindos tiempos los del monte de doña Juana Clavijo!
Con las más finas lonjas de cuero lo golpean; que las lonjas más finas son las que más penetran.
Un rundor de soldadesca se ahoga dentro del Fuerte.
Se agrandan todos los ojos; las gargantas se resecan.
Frailes piden por su alma.
Quién sabe si Dios contesta.
Buenos Aires, de enero de 1955. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica