REPERTORIO AMERICANO EDITOR: García Monge Correos: Letra Suscrición mensual: 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Desde que Garrison fundó su Liberator no hubo paz en la Unión: cómo crecen las ideas en la tierra. José Marfi.
Ropresentante en Hispanoamérica: Alfredo Piñeyro Téllez EXTERIOR. El semestre, 3. 50 (El año, 86. 00 o. am.
Giro bancario sobre Nueva York.
Omar Khayam en Alloway Por ADOLFO SALAZAR De El Sol. Madrid Burns, el muchacho campesino, se hace poeta para cantar a las mozas, tan gentiles, de su rincón escocés. como todas sus canciones están ajustadas a un aire antiguo, de todos conocido, sus poemillas se cantan a coro por la noche en la posada caminera. Todos en el pueblo las cantan, y cuando llegan en la gigantesca diligencia los señorones abotagados, se admiran de que la fair Jeannie sea aquella doncella de mosón, que Bonny Mary o Pegy Alison estén en lindo cuerpo y alegre ánima entre ellos, ofreciéndoles la larga pipa, el bock de stout o el añejo Johnny Walker mientras que intentan entre grandes risas despojarlos de sus altas notazas.
Junto a las chicas, Burns alterna, puesto de limpio, lustrosos los rizos y bien escarolada la corbata. de los mozos, es el más alegre y el que mejor sabe aguar su whisky. si es que no va gaznate abajo abrasando la sangre.
La canción brota en todas las gargantas. Gie him strong drink, until he wink that sinking in despair: And liquor guid to fire his bluid that prest wi grief and care.
Roberto Burns Las primeras hojas de septiembre caen de los castaños del Prado, cuestecilla del Botánico arriba, sobre los tenderetes de los libreros de ocasión.
Aun no ha desplegado el otoño sobre el Retiro su opulencia amarilla; pero una hoja enfermiza, color de limón o de un tono ocre paliducho, desprende limpiamente su pedúnculo de la varilla y se lanza en un vuelo oscilante, recortada como una estrella que un ra.
yo oblicuo de sol convierte en patena dorada.
Blandamente, la hojuela se posa sobre un libro de un lujo decaído. Sobre su marroquí rojo han pasado las caricias de muchas manos. Libro de lectura reposada, de degustación lenta. escabel para la evocación, ventana abierta a paisajes lejanos, necesitaba la almósfera de una intimidad lafectiva. El aire crudo de los inviernos madrileños y los soles de nuestros agostos han maltratado la tersura del marroquí, en donde es ya difícil leer un nombre impreso en letras de oro: Burns.
Las páginas, muy repasadas, han conocido fino esmero. Una caligrafía femenina dedica el libro with best wishes. Libros así son raros en la feria de Claudio Moyano. Quizá una viajera que en la soledad de su cuarto de hotel se cantaba quedito las melodías populares, el aire de las ballads a las que Burns ajustó sus breves poemas, y bajo las que ronronea una pedal de gaita escocesa o de pibroch highlander. El último día, el de la marcha precipitalda, quedó olvidado en la mesilla bajo la pantallita de Ja lám. para. Viejo amigo, amigo cordial de todos los tiempos: no te dejaré abandonado hostil compañía.
Vendrás a mi casa. Te encontrarás con otros hermanos tuyos; pero tú me ofrecerás un regalo insospechado cuando, abriéndote al azar, muestres en la página desacostumbrada un poema nunca leído.
Flor de lo popular, primor de la vida cotidiana, que es vulgar por el suceso, pero en la que toda vulgaridad desaparece ante la acción catalítica de la poesía Si existe un poeta hijo del pueblo que haya escrito a la vez para ese pueblo de donde sale y para el refinado catador de los más volátiles espíritus de la poesía, es Burns seguramente. Poesía nacida en el alma popular, que en ella se vierte y aunque adopta un vestido campesino en su corte y en las telas de alegres estampados rurales, y que sin embargo, no es un arte popular ni menos todavía (fea es la palabra) folklórico. Del lore más viejo del folk escocés viene esa canción de Burns, cuyas burbujas de vino nuevo se escapan del vaso, en cuyo fondo queda una gota de no sus en solera. Auld Lang Syne. Pero Burns en persona, él, en cuerpo juvenil, está en perenne presencia, con su nariz afilada, sus vivos ojos pequeños, el rizo famoso sobre la oreja, la boca fina, que se aprieta en una sonrisa burlona; e!
alto cuello de terciopelo tras de la nuca rizosa y la espuma de la corbata, de una muselina desbordada.
Flor rural, guisante de olor o donHiego en la linde del bancal: Burns, el hijo del labriego, labrador él mismo, y aun con cierta jactancia para su buena mano en la esteva. El penetrante olor del heno que fermenta en el balaguero impregna sus vestidos. el vaho caliente del establo, donde él mismo encierra sus vacas al oscurecer, le obliga a abrir el ancho cuello de la camisa. Afuera, las vides rojas de septiembre comienzan a beber el rocío crepuscular. Fin de jornada Hecho honradamente el sano, duro trabajo. Roberto Burns se apoya un instante en el quicio de la casa familiar, y su pecho juvenil respira profundamente. La galga favorita viene a lamerle las manos.
Burns canturrea. Tiene mal oído y peor voz; pero para una vieja canción, eso ¿qué importa. De quién habla la vieja canción. qué fair lassie alude de entre las que el conoce, tan lindas, que el corazón se vuelve loco para elegir? Roberto las elegirá a todas, y todas las muchachas de Montgomery o de Alloway, de Mauchline, o las de las orillas del Nith, tendrán su canción, con un verso intencionado o su propio nombrc tejido entre las notas de la balalda.
Un desengañado Omar se había entrometido entre los alegres mozos escoceses y mezclaba en sus tragos la hiel de sus desventuras. Omar Khayam canta cuartetas sobre el son tremolante de los laúdes persas, ni las rocía con un vino rojo mezclado de rosas. Este Omar, de la parroquia de Alloway, dos millas al suroeste de la villa de Ayr, es un empleado de Consumos que fué labrador cuando mozo y vendió su granja, y tuvo ganados y vendió sus ovejas y sus vacas, trocándolas por la poesía. Canciones que había compuesto para festejar a las muchachas y que en seguida dieron la vuelta por Inglaterra entera, a pesar de su dialecto escocés. Un poeta cuyas amadas tenían el tacto poco amable de regalarle dos gemelos cada año. Poeta juvenil que no supo quebrar su vaso y que dejó a la vida, rencorosa, que deslizase en él un poso amargo.
Creen grow the rashes. O!
Burns, envejecido en plena juventud, trueca su sonrisa por un rictus áspero.
Ya no canta a las mozas de Inverness ni a los valientes de Killiecrankie. Es a Duncan Forbes de Culloden a quien canta. Duncan Forbes de Culloden, que hizo popular el nombre de Ferintosh, su baronía, en donde se destilaba el whisky más aromático que ha salido de granos de cebada escocesa. Famosa hebida, que dió gloria a su país: sing the juice Scotch beare can mak us. Pasa a la página anterior)
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