REPERTORIO AMERICANO 105 La autopsia de la Doctrina Monroe Por ESTEBAN JARAMILLO De El Espectador. Bogotá. Enero de 1935 Jame Monroe Este es el título de un libro, publicado durante el año que expira, por la casa editorial Macmillan, y de que es autor Gaston Nerval.
En una época como la actual, de desesperante mediocridad literaria, de novelones sin arte ni decencia, de biografías fantásticas hechas a destajo, y de malas traducciones de Larrousse, presentadas como producciones originales y diluidas en agua de Colonia. es un fenómeno encontrar libros como éste, a un mismo tiempo vigorosos y amenos, ágiles y robustos, llenos de tinosas observaciones, y presentados en un estilo que les da a las ideas extraordinario realce, haciéndolos entretenidos e instructivos para toda clase de lectores.
La obra de Nerval es un gran libro.
Es la más experta, fría e inclemente disección anatómica de la famosa Doctrina Monroe, que el autor considera como un cadáver insepulto en el mundo in ternacional y diplomático. Es el enjuiciamiento de esa Doctrina, no sólo en cuanto a los abusos y malas interpretaciones a que se ha prestado durante más de un siglo, sino en cuanto ai origen mismo de ella y a las causas de orden internacional que la motivaron. Como es sabido, aquella Doctrina fué formulada oficialmente por el presidente de los Estados Unidos James Monroe, el de diciembre de 1823, en su mensaje anual al congreso de su país. Ella obedeció al temor, muy difundido entonces, de que la Santa Alianza prestara mano fuerte a España para la reconquista de las colonias americanas que habían proclamado y realizado su independencia de la Madre Patria. El sentido de esa Doctrina aparece claramente en los siguientes apartes del mensaje. Se ha juzgado propicia la ocasión para afirmar, como un principio en que van envueltos los derechos e intereses de los Estados Unidos. que los continentes americanos, por la condición libre e independiente que han asumido y mantienen, no pueden en lo futuro ser considerados como sujetos a ulteriores colonizaciones por ninguna potencia europea. El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto del de América. Debemos, por tanto, a la lealtad y a la amistad que existen entre los Estados Cnidos y aquellas potencias, declarar que consideraremos como peligroso para nuestra paz y nuestra seguridad. cualquier intento de parte de aquéllas de extender su sistema a cualquiera porción de este hemisferio. Es imposible que las potencias aliadas, puedan extender su sistema político a cualquier porción de este continente sin poner en peligro nuestra paz y nuestra felicidad. Es igualmente imposible, por lo tanto, que podamos contemplar aquella interposición con indiferencia.
Lo transcrito basta para darse una idea clara del alcance de aquella declaración.
Según el autor, la famosa Doctrina no fué obra original del presidente Monroe ni de su secretario Adams. Con documentos concluyentes demuestra que ya otros estadistas y pensadores americanos la habían formulado en términos muy semejantes, y que ella no fué en realidad sino una ampliación de la política internacional trazada en el testamento político de Washington, en que aconsejaba a sus compatriotas el completo aislamiento de las ambiciones, rivalidades, intereses, antojos y caprichos de los europeos.
El autor no comparte la creencia.
muy común en la América latina, de que fué el señor Manuel Torres, encargado de negocios de Colombia en los Estados Unidos, quien sugirió al presidente Monroe su histórica Doctrina, cuando en nota dirigida al secretario Adams le habió de la urgente necesidad de establecer una Alianza Americana capaz de contrarrestar los proyectos de las potencias europeas, y de proteger nuestras instituciones republicanas Hay una ironia profunda en los argumentos con que Nerval desbarata aquella creencia. El señor Torres hablaba de una Alianza Americana. es decir de un convenio multilateral, con derechos y obligaciones claros y definidos para las potencias aliadas. Formulaba, en síntesis, el mismo pensamiento que inspiró a Bolivar al convocar el histórico congreso de Panamá: un tratado de unión, asociación y perpetua confederación. Por otra parte, el presidente Monroe no hizo sino formular de manera oficiai ciertos principios que habían formado parte desde hacía tiempo de la política internacional de los Estados Unidos, cuales eran la oposición a todo intento de colonización europea en América y a toda intervención de los europeos en asuntos de este continente, que pudiera afectar la seguridad y los intereses de los Estados Unidos.
Era la contraposición manifiesta de dos razas, de dos mentalidades, de dos filosofías. El uno, el latino, romántico un tanto visionario, con idealismo tocado de cierta ingenuidad, hablaba, como de la cosa más natural, de pacios de alianza con derechos y deberes recíprocos; el otro, el anglo sajón, fuerte, frío, calculador, positivista y realista, no pensó nunca en tales alianzas, que limitan la libertad de acción, y formulo ante el mundo una doctrina propia, unilateral, aplicable e interpretable según las conveniencias exclusivas de su país, y encaminada a proteger únicamente la seguridad, la paz, la felicidad y los intereses de la gran república del Norte.
El señor Torres expresaba el pensamiento de los grandes estadistas latinoamericanos: Bolívar, Miranda, San Martín, Sucre, Rivadavia y muchos otros. El presidente Monroe daba forma oficial a los principios que antes de él habían proclamado Washington, Adains, Madison y Jefferson.
Para el estadista anglo sajón, la protección de la independencia de los paílatinoamericanos sólo entraba en juego, según los términos de la Doctrina, cuando aquella protección fuera necesaria para asegurar los derechos e intereses de los Estados Unidos. nuestra defensa. nuestra felicidad. nuestra paz y seguridad. nuestro sistema.
político. es decir la defensa, felicidad, un ses 940 Jorge Canning Dibujo de Deluochi Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica