52 REPERTORIO AMERICANO vera.
en mar.
con cada una de ellas. El espíritu se ve añagazas de la realidad: nos conocemos obligado cada cierto tiempo a una nue limitados, crueles, pequeños, ignorantes, va adaptación Esto agiliza, induda y sabemos nuestra ambigüedad tragiblemente El hombre adquiere una agu cómica de animales y dioses. Contra el da conciencia de los matices objetivos engaño inminente tenemos la sonrisa. y subjetivos del mundo. Si a una es hemos visto el irónico gesto del munpecie tal de clima se agrega recorrer las do; sabemos que más cerca del terror estaciones una geografía ardua, desde la que de la verdad estamos. Esta medida desértica inmovilidad arenosa a la deno ha fallado nunca. ponemos un sértica inmovilidad polar pasando por airón de humor la cima de la infinitas escalas de vida. el hombre realidad conquistada. Así el hombre agarrándose a subsistir en tierras casi chileno. Nada escapa de grande o pea pico, duras, ascensos rapidísimos a las queñ a este modo de ver. La tonada, cimas andinas, sobre llanas tierras la canción popular chilena. la cueca va después, navegando suaves olas de tri decidida al encuentro del puro humor. go; luchando en el mar o hurgando la tiene todo el carácter de lo producido entraña telúrica. es necesario imagi en frío, con lo cual el sentimiento queda narse al espíritu viviendo siempre un reducido a un fino temblor interno que imprevisto clima afectivo; al hombre es recorre todo el melodioso espinazo. Si condiéndose en una inteligencia rica de canta la pena el huaso, es porque ya recursos, de falsos escapes, anfractuosa hace tiempo se ha librado de ella y quey sutil de haberse hecho frente a un da a salvo el pudor sentimental. Por es paisaje propicio al escondite, la tramte modo de dominio, esa actitud ponpa natural, la emboscada. En efecto, no derada, el chileno deja una impresión tiene el alma chilena esa ingenuidad de de pueblo viejo, europeo.
lucha temeraria sin fuga posible sino en No conocen nuestros pueblos del tróla muerte que da la lucha en la pampa: pico el maravilloso paso de otoño por la ingenuidad del gaucho, la intención el mundo. Neblinillas tenues se desgadel gol franco, directo, y sobre todo, rran delante del sol, pura luz sin fuego.
el desenfreno sentimental con que vive Filos fríos enferman de lenta neumonía éste en la elemental simplicidad de un el paisaje. Hojas amarillas caen sin impaisaje de puros horizontes. Así defino pulso de viento, como suicidadas. Caen también bayas secas.
Entre la ramazón en el chileno un desarrollo sumo del elemento que frigidiza, el intelectual, obde los pinos se queda detenida la cose jetivizante, y que le pone frío observacha de conos rígidos. Son todos los mador, frío entusiasta, y desconfiado y astices del fuego en el paisaje; pero sin tuto en su espécimen del campo y del brillo, como al través de cristales es No en vano el Ande separa con merilados; lumbre acogedora, blanca, sin altísimo filo de nieves la truculencia vigor, que no hiere, ni quema, ni fatiga.
sentimental de gaucho y el fino humor Es pura ternura, como amor sin con del hombre chileno. Más clara es la dicupiscencia. Profunda estación es el otoño, fragante de maduro fruto, de tono ferencia con nuestro pasional hombre del menor en el color, en la luz, hasta en trópico. Espíritu continuamente sobre sí, en vigilia intelectual, censurando el brote emotivo, rodeando su propio impulso desbordante hacia el mundo, lo laza, lo Cansancio mental recoge, y haciéndose su dueño, logra un ambiguo desinterés, objetividad, que, Neurastenia cuando es un poderoso sentimiento el dominado, punza a menudo la realidad Surmenage como un fino estilete irónico. Se hace humor. esta capacidad de humor verdadero es un hito seguro en nuestro perfil del hombre chileno.
Las cosas pueden ser tomadas en grason las dolencias que se ve o en serio. Grave es el ridículo hombre, sin perspectiva porque mantiene tar curan rápidamente con encima de sí mismo lo que sabe o piensa, que el peso de aquello le aplasta como una alta carga, y le obliga a ir sudoroso como burro de indio, y solemne además, convencido de que, si tal es el peso, así de importante es su tarea.
el medicamento del cual dice ¡Oh suficiencia de los graves. oh uniel distinguido Doctor Peña lateralidad! porque el animal de carga no eleva libre el cuerpo ni la vista: lleMurrieta, que va anteojeras. pondrá más amor propio que verdad y sinceridad en las co presta grandes servicios a trasas, incapaz como es de ver y medir.
En serio se toma el mundo cuando, botamientos dirigidos severa y rrándonos frente a él, lo dejamos libre de nosotros mismos, que es libertarnos científicamente a la vez; somos un transeunte apenas, turistas de un yanquilandismo cósmico; una infinita curiosidad nos muevie, un inagotable interés nos pone en vigilia. LA Agencia General de Publicidad de Eugenio Diaz Barneond, en San Salvador, puede darle Pero tenemos una medida contra las una suscrición al Repertorio.
el canto de los pájaros atrasados; llena de paz, después de la violenta primaTrae al ánimo serenidad ir por las vereditas cubiertas de hojas escuchando el ruido de los pasos sobre el suelo húmedo, apagado aquí, escandaloso allá, según se atraviese por debajo de un árbol de fronda caduca o un claro en el bosque. El suelo amanece cubierto del amarillo opaco y blanco sucio de las flores de la estación. Por la tarde, el sol riega luces inusitadas en el algodón medio tristes, en los árboles sin viento, en las inontañas casi blancas de las primeras nevadas, un maraviloso tono de oro antiguo, de noble decadencia, de fugitivo de la niebla y pone en las caras aristocrática rigueza. Es un balance melancólico del tiempo, esta estación.
Motejó un maestro español a Chile de prodigar cronistas y escatimar poetas.
País de prosa, sería. En efecto, hasta principios del siglo no aparece la primera generación auténtica de líricos.
independencia política y administrativa no trajo la espiritual, creadora, y los poetas del siglo diecinueve se ponen andaderas de retórica. neoclásica o 10mántica, siempre retórica. tanto más cuanto que en todo el siglo pasado la elocuencia y el gesto son unidad de medida. Así fué hasta que, vaticinante de épocas nuevas, aparece el parlanchin Pedro Antonio, en quien, en connubio dramático se junta la grandilocuencia e incapacidad emotiva del romántico, con el ímpetu de aristocracia y búsqueda del matiz que va a hacerse consenso modernista. Cierto, parece ceguedad, incapacidad poética. Pero. por qué no va a ser lentitud de genio, cuidado de madurez? Azul. el libro canónico de la nueva lírica, se publica en Chile.
principios del siglo, ponese en fila de victoria esa generación en que Magallanes, Mondaca, Jara, la Mistral, empiezan a definir una auténtica lírica de Chile, hasta ese máximo poeta de hoy: Neruda. si quisiéramos trazar una línea de sangre que fuese su esencia diríamos que la de la más fiel poesía chilena es la melancolía, el tono íntimo, agridulce, una serenidad desgarradora, fría contemplación de la lucha, que no es grito ni adopta actitud de vencimiento olímpico, sino sonrisa humanísima, entre alegre y triste de no haber ven cido la dramática dualidad del hombre, o, en la superación, uno como dolor alegre de lo que atrás dejamos y que fué placer nuestro. es que en el alma del hombre el alma de otoño ha detenido su viento de hojas frías junto al oculto calor de los frutales ofertorios y creado la sabia actitud de buscar la esencia del mundo en la desinteresada constatación de lo íenoménico, actitud que le educa para la objetividad y dota al chileno del más bien armado espíritu científico de América. Pero al mismo tiempo le ha creado el alma de otoño una ambigua io en las cosas. humor. que al lírico individuo de sentidos más que otra cosa, le pone ese regusto amargo en el canto melancolía. por la complacencia del hombre en lo finito, en lo que pasa y perece.
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