FootballIndividualism

REPERTORIO AMERICANO 59 Paso a un huésped Por MARIANO PICON SALAS De Registro de Huéspedes. Novelas chilenas. Editorial Nascimento. Santiago de Chile. 1934 Nueva York, noviembre de 1918.
Ecuador, recibió la disciplina formal del deporte yanqui. su capitosa espiritualidad criolla pudo adaptarse en síntesis tentadora, la libertad y la confianza en sí mismas que caracterizan a las sólidas y rubias hembras del Norte. Asi Eulalia Ledesma, nombre lleno de eles como un verso ágil de Rubén Darío, es la insustituíble Ninfa Egeria que introduce a los hombres morenos, impresionables y bárbaramente individualistas, en este bosque tupido, impersonal y mecánico de la vida norteamericana. Le guiña los ojos el viejo General que, al servicio de Venus más que al servicio de Marte, se puso artrítico, y en quien el recuerdo de eróticas hazañas aumenta su secreción de saliva y le tiñe de rojo la esclerótida; y un poeta dilapida su logorrea en el asedio inexpugnable de la muchacha.
Eulalia mira sus hombres con una mirada eugenésica. Pero ocurrió, que anteayer llegó un nuevo huésped.
Estas pueden ser las Memorias de un huésped del boarding house de Mrs. Cepeda, que se enclava como la celdilla de un panal en e! octavo piso de un edificio neoyorquino, armado cemento sin expresión ni alma. Vienen para el mundo tiempos colectivistas, en que el individuo como en esta vasta ciudad nada representa; se pierde su queja en el cosmos poblado de irreconocibles voces, y quizás vivan en esta pensión de Mrs. Cepeda los últimos individualistas: un general tropical, un poeta, la propia Mrs. Cepeda, y, sobre todo, ese extraño hombre que llegó anteayer. Mrs.
Cepeda, cubana de Pinar del Río, concede a esta civilización gregaria el aro de carey de sus anteojos, los trajes rayados que viste entre casa, los bajos zapatos de sport con que trajina y la mano taumaturga que reparte el calor y las fuerzas mecánicas al abrir una llave. Siempre a Mrs. Cepeda tendremos que encargarle el baño. Ha perdido, sin embargo, el contacto de esta vida taylorizada y vertiginosa su sentimiento nacional: no toleraría que la llamáramos doña Rafaela de las Mercedes Cepeda, como es su adornado nombre criollo, y se encajó el Mrs. con la misma suficiencia de sus anteojos de carey. Requiérense anteojos en Nueva York para no perder totalmente el control de los sentidos, cuando en el pequeño Pinar del Río de blancas casas y espaciados palmares, bastaran a Mrs. Cepeda sus ojos de criolla. veces, generalmente los domingos, nos despierta con agudas canciones de la manigua, con cantos goajiros hechos para prolongarse entre los cañaverales o para poblar de melancolía esas tardes del trópico, ricas de bermellón, de cobalto, de un sol, que penetra en la noche deshojándose como un inmensa rosa. Entonces Mrs. Cepeda está criolla: prepara para el almuerzo algún plato picantito que rompe esta insipida e infantil tradición culinaria yanqui; hacemos una sobremesa abundante de historias y teñida de color local; el General Perdomo enciende su cigarrillo negro no podría tolerar el tabaco rubio de los Estados Unidos y para sentirse perfectamente feliz sólo añora una hamaquita donde tenderse a dormir la siesta.
Añoramos también la vivienda como se acostumbra en las cálidas tierras del sur: esas casas pintadas de verde, con grandes patios y agua de un surtidor, y animales domésticos, sin olvidar el loro ocioso que colgado en su estaca, repite las ancestrales consejas: Como ahora estoy desocupado, y tengo siempre tiempo dispuesto para perderlo, me ofrecí para acompañarlo en los trajines de Aduana, de Sanidad y de Policía. Es como cualquiera otra, una manera de conocer Nueva York. Los Estados Unidos acaban de ganar la guerra, y se consideran naturalmente, un pueblo mesiánico. La lectura de la Biblia en estas razas protestantes les da una seguridad, una suficiencia sin análisis que no puede comprender nuestra ondulante sensibilidad criolla. Al principio de la guerra, hombres de todas partes entraban al gran país democrático; los fuertes mocetones que el país produce ya standardizados, se dirigían, como a una gran partida de foot ball, al frente francés, y el puesto que dejaban en oficinas o fábricas, era ocupado por mexicanos o peruanos, españoles o eslavos. Un profesor que los dirigía hacía declaraciones humanitarias; y paradójicamente los Estados Unidos habían salido a pelear para darle la paz al mundo. Como en un verso de Walt Whitman, ésta era la cuba en fermentación de una humanidad nueva donde cada uno venido del Norte o del Sur, de Oriente o de Occidente, exprimió su jugo original. Estuvieron muy galantes con los extranjeros que no fueran alemanes durante la guerra europea. Pero después del Armisticio empiezan a descubrir Gue nosotros latinos o eslavos les traemos el tracoma o el desorden social. El pueblo elegido canta su coro puritano de victoria y alabanza. Dios vive en Manhattan. Visita a Mr. Rockefeller, a Mr. Ford, a esos profesores de Universidades que le dan al país una sólida sociología. ya los requisitos para entrar a esta nueva Sión del comercio contienen cada vez más complicaciones. Nuestros ojos, nuestro bolsillo, nuestro pulso, nuestra lengua que ha comido tantas cosas picantitas como dice Mrs. Cepeda son para ellos objeto de una inspección minuciosa. El termómetro y la cuenta bancaria, la suma higiene y la pulcra economía, son los testimonios de honestidad que exigen del lueñe peregrino, los Estados de la Unión. luego una declaración sociológica estructurada con los sanos y desinfectados principios de uno de sus filósofos de la eficiencia. Para entrar a Estados Unidos hay que poner ante todas las cosas una embobada mirada de babieca. La declaración sociológica nos extraño, porque en los colegios criollos donde estudiáramos no se enseñaban esas cosas. Nos hablaban de las empresas de Bolívar, de su impetu personal, de aquella campaña de hombres amarillos, febriles y hambrientos que empezó en las sabanas calientes del río Apure y fué a sentarse sobre los volcanes de Quito. Heroísmo, desenfado, individualismo. Pero este pueblo no cree en la eficiencia de los hombres palúdicos y calenturientos. Hay que haber comido jamón y huevos al desayuno, hecho una docena de ejercicios por un riguroso libro de gimnasia, creer en la filosofía del éxito y llenar las horas muertas sacando un infantil puzzle para ser el ciudadano prudente y optimista que necesitan los Estados Unidos. de aquí estas andanzas con mi amigo por las calles de Nueva York, autenticando certificados consulares, financieros y sanitarios.
Mi amigo, como decía, llegó anteayer al boarding de Mrs. Cepeda. Tenía uno de esos rostros de retrato antiguo como producen en Sur América algunas viejas familias de origen español; cara alargada como la de un contemporáneo de Cervantes, pálido, y todos sus ademanes y su traje gris como regidos por un dandismo lento y matizado que debe placer mucho a las mujeres, según me lo declaró aquel mismo día Eulalia, la muchacha cubana.
Edad: entre treinta y treinta y cinco años, pero vividos con esa sabiduría de la sensación que es una de nuestras características crioLorito real, Tú, para España yo para Portugal.
In angello cum libello Kempis. En un rinconcito, con un librito, un buen cigarro y una copa de ANIS IMPERIAL SUAVE. DELICIOSO SIN IGUAL. Un cuadro del Trópico denso de color y ancho de espacio y holgura humana, como los que suelen verse en los grabados de los libros de viajes. Somos razas individualistas y nostálgicas, es la reflexión que emana después de estas charlas dominicales del boarding, en que cada cual esgrime sus personalisimos argumentos contra esta civilización yanqui, sin gesto, sin poesia, sin aventura. Viene también una muchacha en quien la sabrosa carne de la Antillas y los ojos negros como sólo se produce a seis grados del FABRICA NACIONAL DE LICORES SAN JOSE, COSTA RICA Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica