222 REPERTORIO AMERICANO como en monarca debía de ser espléndido. Serían los pisos de grandes losas de mármol blanco. Se tejerían y destejerían por las paredes arabescos azules, rojos y dorados. Los techos serían de oloroso e incorruptible alerce. Habría fuentes de ancho tazón en que caería. levemente. un surtidor de agua. en que también, en una hora trágica, caería.
pesadamente, con un sordo ruido, una cabeza ensangrentada. Encuadrado en el patio. un patio con mirtos. se vería un pedazo de cielo azul diáfano.
Por una ventanita de una cámara silenciosa se vería, allá en la lontanaza, la serranía parda. Alhaquime se llamaba el rey. Se aburria angustiadoramente el rey.
Debía de tener una carne blanca, un poco fofa, unos ojos soñadores, de miradas largas y lentas, y unos labios sensuales, de hombre que lo ha gustado todo y de todo se ha hestiado.
Alhaquime vagaría por las salas anchas y calladas de su palacio. No detendría su mirada en las rosas rojas de los jardines, ni en el cielo azul, ni en los arabescos de los muros. Cuando sus mujeres bailaran una danza lenta y milenaria; cuando los suaves instrumentos tañeran una música melodiosa, Alhaquime, sin parar atención en los movimientos rítmicos, eurítmicos, de las beldades, pondría su mirada a lo lejos, indefinidamente, como hombre abstraído por completo del mundo.
Sin embargo, esta dulce música, que suena entra en sus oídos y llega a su espíritu. Plácenle al rey unas melodías singulares que el albogón hace, en tanto que los demás instrumentos callan, Alhaq time ama el sonido del albogón.
Tanto le place, que, escuchando su tañido, él ha llegado a creer que este son que el albogón produce podrá ser todavía perfeccionado. Mucho piensa el rey en este problema musical; largos ratos se lleva imaginando como el albogón pudiera ser modificado. Al cabo halló la manera. Tomó el albogón y añadió en él un forado a la parte del yuso, en derecho de los otros forados, y dende en adelante faría el albogón muy mejor son que hasta entonces facía.
Lo hecho por Alhaquime estaba bien hecho; no se podría negar. Mas no era aquella cosa en que pudiera emplearse un rey. Non era tan gran fecho como convenía de fazer al rey. Por esto las gentes comenzaron a loar desmesurada e hiperbólicamente, a manera de escarnio, la hazaña del rey.
Todo era comentarios, risas, sonrisas y alusiones en las cámaras y retretes de palacio.
Todo eran burlas y trebejos entre los populares. decían cuando llamaban a alguno, en arábigo: Va hede ziar Alhaquime, que quiere decir: Este es el añadimiento del rey de Alhaquime El añadimiento regio de un agujero al albogón era, en suma, comidilla de todos los vasallos del rey moro. Tanto se habló del caso, tan sin rebozo llegaron a ser burlas, que el monarca se percató de ello. Preguntó Alhaquime a sus cortesanos, y aunque los cortesanos son artificiosos y lisonjeros, al fin tuvieron que hacer lo que rarísima vez hacen: decir la verdad. Alhaquime, el rey de la mirada absorta y de los labios sensua vo. Cortés, exquisitamente cortés, les, debió de sonreír. un día, mandan según veis, es el raposo, por tanto, con do juntar todos los alharifes, tallistas y el don con que él agracia al cuervo le estofadores de su reino, mandó que la agraciaremos también a él nosotros. mezquita de la ciudad, hasta allí harto Dice así don Raposo: Don Cuervo: menguada, fuese ensanchada y ornada muy gran tiempo ha que oí hablar de espléndidamente. Desde entonces, cuanvos, y de la vuestra nobleza, y de la do los moros quieren loar alguna em vuestra apostura, e como quier que vos presa grande exclaman. Este es el mucho busqué, non fué la voluntad de añadimiento del rey Alhaquime! es de Dios, nin la mi ventura, que vos pudiecir: Va hede ziar Alhaquime! Así el se fablar hasta ahora; y ahora que vos loamiento que antes se hacía por escarveo, entiendo que ha mucho más bien nio, después se hizo por entusiasta admiración en vos de cuanto me dezían. porque Cuando nosotros, hombres del siglo veades que vos lo non digo por lisonja, también vos diré las aposturas xx, empapados en la civilización occique en vos entiendo, también vos diré dental, entremos ahora a lo largo de las cosas en que las gentes tienen que nuestras andanzas el patio de la non sodes tan apuesto.
mezquita de Córdoba y allí, gozando del silencio, de la paz y del cielo azul, nos Nótese cómo don Raposo da color de verdad sincerísima a su lisonja; él dirá detengamos entre los naranjos, exclalas gentilezas de don Cuervo, pero tammemos también: Va hede ziar Alhaqui.
bién le dirá a don Cuervo las cosas que, me! pensemos ante esta mezquita masegún las gentes, no están bien a don ravillosa que aquel rey mandó agrandar; Cuervo. Dicen las gentes que el color persemos. nosotros, artistas, políticos. que están bien las menudas y punegro es desapacible; negros tiene don Cuervo el pelaje, los ojos, las garras, lidas obras, pero que están mejor nue el pico. Eso dicen las gentes; mas las ese debe ser nuestro ideal las gran des, levantadas, generosas obras en que gentes se engañan. Porque. qué color más hermoso en los ojos que el negro?
pongamos nuestro corazón y nuestra fe, Las péndolas del pavón. no son neDon Cuervo y don Raposo. Un cuer. ras también? ¿habrá animal más bevo va volando por el azul. Lleva en el llo que el pavón. Todas las cosas, en pico un pedazo de queso: un pedazo fin, son cumplidas y graciosas en don de queso muy grande. Va contento ei Cuervo; todo: las plumas, las garras, el cuervo; debe de haber cogido este que. pico, el volar majestuoso y raudo. Con so de algún cestillo que llevaba un niño todo ello sería gran mengua si don al mercado; los ojos del mozuelo ha Cueryo no supiese cantar. Don Raposo brán visto asombrados como de pronto está seguro de que don Cuervo canta el cuervo remontábase a lo alto lleván. maravillosamente; pero, por desgracia, dose en el pico el queso. Ahora el cuer él no le ha oído nunca. No podría havo va a darse un suculento hartazgo. cerle don Cuervo la merced de cantar?
Se posa en la rama de un árbol. En la Si yo pudiese de vos oír el vuestro rama de un ciprés? El ciprés es de las canto. dice zalameramente don Rapocornejas. En la rama de un olivo? El so para siempre me ternía por de olivo es de los mochuelos; cada mo Luena ventura. Don Cuervo, emociochuelo tiene su ramita en un olivo. En nado, enternecido, va a cantar. Abre el la rama de un almendro? El almendro pico, cae el queso. Instantáneaments de los cuclillos; en Levante, durante te don Raposo lo coge y se aleja colas claras noches, en el llano plantado Triendo.
de grandes, sensitivos almendros, los Las más dañosas falsías son aquellas cuclillos tañen su flauta de dos notas. que se realizan con elementos de la verEl cuervo se para en un árbol cual dad. Sepamos, en todo caso, resistir a quiera; esta estada del cuervo ee una la lisonja; más difícil es permanecer rama es accidental, fuera de sus cos ecuánimes ante el elogio que ante la tumbres. No nos imaginamos a los diatriba. Artistas, poetas, pintores, oracuervos posados serenamente en un ár. dores: cuando se nos haga alguna loanbol, sino volando, volando, volando por za, no salgamos de nuestro diapasór.
los cielos azules o cenicientos, desde habitual. Leamos serenamente los elodonde bruscamente descienden a las lla gios; sepamos distinguir lo que en ellos nuras rasgadas por interminables sur hay de exacto, y lo que en ellos se debe cos paralelos. Nuestro cuervo se halla a las circunstancias y al afecto del loaposado en un árbol; en el pico tiene su dor. Qué harán de todos estos elogios queso; está indeciso. Se lo comerá aquí las generaciones venideras. qué o en la escondida quiebra de una mon pensar de los elogios cuando vemos taña?
frecuentemente, ponderadas en nuestra Aparece el raposo. El raposo hállase obra aquellas partes deleznables, efímepasando unos días muy amargos; tal ras, a que no damos importancia, mienpremia como ésta no la ha pasado el tras los entusiastas admiradores pasan nunca. No cae ni una gallina, ni una en silencio, ignorándolas, aquellas otras perdiz, ni una ingenua cogujada. Está en que hemos puesto fervientemente toharto el raposo de comer grillos y sal da nuestra alma?
tamontes; los racimos de los majuelos (Concluirá en la entrega próxima)
están aún verdes. El raposo oye un leve ruido en un árbol y levanta la cabeEl sexto centenario. Viene de la página anterior)
za. Allí hay un cuervo con queso en el ria cuando se recuerda a los dos citados enpico. Ya tiene pitanza el raposo para el tre quienes está cronológicamente a igual día de hoy. He aquí como el raposo co distancia: el canciller, pero López de Ayala, mienza a hablar al cuervo: Don Cuer político calculador y tornadizo, cronista frio Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica