REPERTORIO AMERICANO 41 a Eglantina SARIM Eglantina me aferró la mano.
adusta y correcta, me pasó a un. Tú debes ir.
vasto salón; aqui nadie atendia.
tú.
Sobre la mesa de centro, grande Por ANNIE VIVANTI. Yo?
Pero si ni siquiera lo y brillante, ni un libro, ni una reLo escribe: Annie Vivanti, nacida en Londres en 1868: de padre italiano conozco.
y madre alemana; a la edad de 10 años escribió varios poemas en inglés.
vista. En una esquina, sobre una Por eso mismo. Si te conocie Autora de un libro de versos: Lirica, y de varias novelas y tomos de cuentos. silla, un abrigo de ardilla de SiEscritora italiana que ha merecido muy altos juicios, de autoridades en el ra, si supiera que eres mi amiga, mundo de las letras. Lo traduce del italiano, y lo envía GRIS. New York. 1932 beria. Supuse que el doctor estano te recibiría. Debes hacerte paba ocupado con una paciente. Me sar por una enferma, por una pasenté en el diván, y pensé, temciente cualquiera, y cuando te enblando, en la entrevista. Si el cuentres sola con él en su estudoctor descubría en seguida que dio, debes tomarle ambas manos, yo no estaba enferma. Cómo y exclamar: Doctor, iperdonad a empezar mi discurso?
Imposible Eglantina!
tomarle de pronto las manos y deYo sonreí. Eglantina era la rocirle. Perdonad a Eglantina!
mántica de siempre. La misma de Sentí frío y calor al sólo pensarlo.
aquellos tiempos, cuando estudiaMe levanté y caminé nerviosabamos juntas en el Pensionado de mente por la habitación; me asoZollikofer. Hoy, después de tanmé a la ventana a contemplar la tos años, yo venia a Berna a pacurva luminosa del río Aar, y me sar una temporada de invierno, y asaltó la idea de la fuga. Pero en había avisado en seguida mi lleese momento se abrió la puerta gada a la antigua amiga de coleque daba al estudio del doctor, y gio.
sobre el umbral apareció una seY hénos aquí, en la hora creñora. Pálida, un poco gorda, con puscular propicia a las confidenpelo rojizo. Atravesó rápidamente cias intimas, sentadas en el tibio la sala, fué a tomar la piel y volsaloncito de la Villa Frey, delanvió al estudio. Noté que la exprete de la exquisita jausse de miel, sión atormentada de su cara conmélange y pasteles, cambiando retrastaba con la hermosura de su cíprocamente nuestras confidencuerpo y con la elegancia rebuscias. Las mías eran breves. clacada de su traje. Mientras tanto ro. las mujeres felices no tienen el doctor había comparecido en el historia. Pero Eglantina, que havestíbulo; un hombre bien parecibía huído de la casa dos meses do, de frente ancha, de líneas ausantes, me contaba entre sollozos teras y de mirada viva; una que sus congojas.
otra cana se asomaba en su cabe Ana! Si tú supieras lo que llo oscuro, abundante y lúcido. La significa vivir sola, perdida, en un visitante lo saludó nerviosamencuarto amueblado, después de hate, y él le dijo en tono suave: Reber estado habituada a todo lujo, a todo refinamiento. Vivir lejos póngase del susto que le he ocadel marido, a quien se adora.
sionado, y vuelva mañana a las MAX nueve para saber el resultado del. Pero, cómo lo has dejado, si Músico ambulante examen. La señora se despidió.
lo adorabas?
Madera de Max Jiménez El profesor se volvió a mí y con. Porque estaba loca! Exclamó un movimiento de cabeza me inEglantina. No sé qué me pasó.
vitó a entrar en su estudio.
Quería hacerme la interesante; cualquiera, cualquier microbio, le flejo del pálido cielo sobre sus hacer lo mismo que las mujeres interesaba más.
glaciares. Siéntese, dijo indicando un sillón al lado de su escritorio; y acode las novelas suizas. Sabes. Pobre Eglantina. Toma. Ana, Ana! Sólo tú puedes también. como esas mujeres otro pedazo de queque.
salvarme, devolverme la paz y la modándose al frente, fijó en mí su fascinadoras, extrañas, complica. Cuando le acariciaba la ma felicidad. Tú fijarás una cita con mirada penetrante.
das. No me pongas tanto azú no, sentía sus dedos correr instin mi marido, e irás a decirle. PerAquella mirada me turbó; me dejó muda.
car, que me hace engordar! Na tivamente a mi pulso, y constatar donad a Eglantina!
turalmente, creí que él me llama las palpitaciones. cuando en Yo soy de índole obediente y En qué puedo servirla, prería en seguida, pero nada, no lo momentos de abandono apoyaba dócil. Aquella misma tarde la enguntó tras un instante de silencio.
hizo; jah! es un monstruo ese su cabeza sobre mi pecho, le oia fermera del Doctor Hilgard me hombre, un verdadero monstruo. murmurar entre si: Taquicardia, decía: Está bien. El profesor la He. he oído hablar tanto de Yo sonreí. Un monstruo? Pero y me prescribía el estrofanto. recibirá mañana temprano, a las usted, empecé. Una amiga mía.
si todos hablan de él como de un Servi una segunda tajada de nueve. cuando iba a colgar el Hizo un ligero gesto como para genio.
queque a mi amiga, quien la co auditor, la oí agregar. tenga evadir el cumplido. Sí, sí, cara amiga; un genio. mió triste y distraída.
el cuidado de venir en ayunas. Qué molestia le aqueja, intePero ensaya tú a vivir con un ge. No has probado a escribirle la mañana siguiente, con rrumpió con sequedad.
nio, y verás qué vida de infierno, una carta bien bonita?
aquel aire matutino que helaba. Pues. verdaderamente, mur Pobre amiga mía. Quieres. Le he escrito centenares! No atravesaba a prisa el Barenplatz muré confusa, no sé cómo decirmás crema. Te maltrataba, en las lee, ni las recibe. Su asisten en momento en que sobre la alta en suma, no es por esto.
tonces?
te químico, que también le hace torre del reloj público las figuri El doctor alzó la vista hacia la Realmente, repuso Eglantina, las veces de Secretario, tiene or llas fantásticas de los enanos gi pared donde un gran péndulo inno podría decir que me maltrata den de destruir todas mis cartas. raban sobre sus goznes y golpea dicaba con rítmico golpe la fuga ba.
Pero estaba tan concentrado Me lo ha dicho la enfermera, a ban nueve veces con su martillo del tiempo. Después de un breve en su trabajo, en sus cálculos, en quien veo a escondidas. Ah, ese la esfera del inmenso reloj. silencio preguntó: su investigación científica, que no asistente químico, qué hombre Conozco la puntualidad suiza y. De qué sufre usted?
se daba cuenta de mi existencia. más loco y odioso! Es un maniá temiendo llegar tarde, di vuelta a Quise gritarle: No soy yo la que Siempre encerrado en su labora tico, un psicópata. El mismo no ve prisa bajo el pórtico de la Markt sufre. Es su mujer. Es su esposa torio; siempre inclinado sobre en su vida más que microorganis gasse, y llegué sin poder casi res quien sufre y suspira. Perdónela!
aquel execrable microscopio, ro mos y gérmenes patógenos. pirar a la casa del ilustre pató. Llámela! Pero ante aquel rostro deado de centenares de pedazos Sus ojos se anegaron en lágri logo, cuyos descubrimientos en el férreo e impasible, mi valor se de vidrios puntiagudos, de mil co mas sus ojos azules con trans campo de la ciencia médica han desvaneció. Callé.
lores. Para nada me tomaba en parencia de acuarela, como los de revolucionado las teorías más atre El doctor tamboreó con los decuenta en su vida; un germen tantos suizos, que semejan el re vidas y modernas. La enfermera, dos sobre el escritorio.
le. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica