REPERTORIO AMERICANO 345 Del homenaje salvadoreño a Ambrogi Amigo don Joaquin: Con su Ha muerto Arturo Ambrogi, el admi.
rado autor de El Libro del Tropico. El Jerón y otras obras bellas.
Hasta el último momento mantuvo la mente activa y la pluma en la mano, co mo un abanderado de las letras.
muerte pierde El Salvador a uno de sus mejores escritores. proposito de este triste acontecimien.
to le envio un articulo de Salatrue y otro de Alberto Guerra Trigueros, lo mismo que uno mío que escribi cuando salio El Jerón, rogandole darles un rinconcito en su Repertorio.
Lo saluda afectuosamente, Claudia Lars Mala hierba (En la muerte de Arturo Ambrogo y les preu en expresar en palabras exactas la vida oscura y miserable de nuestros campesinos.
Sus leyendas, sus costumbres pintorescas, sus tristezas atavicas que les doblan los hombros como el yugo al buey, sus alegrias fugaces que el alcohol enciende, sus pasiones violentas, sus romances sencillos. su trabajo de bestias. su pobreza eterna y su resignación callada ante todo lo inevitable, se van des arrollando en escenas reales que se mueven con caracteres vivos y conocidos por cada uno de nosotros, sobre un escenario fragante y húmedo, cálido y polvoriento. trágico y mudo como la tierra misma. Ambrogi nos revela en este libro esa oculta personalidad que yo he venido descu briendo en el desde hace algún tiempo.
Es, como si debajo de su esceptismo es.
peso y burlón, que ni a sí mismo se perdona Arturo Ambrogi escondiera, quizás avergonzado de esa debilidad tan intima una fina sensibilidad de foeta genuino.
Quienes conocen de cerca a don Arturo ca muere Ciecto. Por eso Ambrogi no puede mo van a reirse de lo que ahora digo. Yo sosten ge esta afirmación que me parece tan absurda.
rir.
Aquí y allá brotará entre las piedras pregunto: del yermo. refrescando con su verdor la ari ¿Quién si no un poeta puede contarnos dez del alma cuscatleca con emoción cabal la humildad miedosa y En medio del rastrojo caliente brotará dulce de la Nanita Jacinta, esa vie jecita ani con las primeras lluvias de cada año sues nada y con cara de bruja, a quien el mal pada de frescura. El arado del tiempo no lo pensamiento de los hombres obliga a arras grará suprimitle y ha de burlarse de la que trarse como una sombra errante, de camino ma del olvido. La bobina placidez del hom en camino de potrero en potrero y de rancho bre istmeño tendrá, de cuando en cuando, bo en rancho?
cados deleitosos de monte aromático. Puede un hombre que no sea poeta describir con acierto el cariño tímido y manso Ambrogi ha sido el cactus. la planta del pobre Bruno, el desdeñado novio de la Ur.
genuina del desierto, erizada de espinas, que sula, y la angustia muda de la Pancha Maria no sabe como ni cuándo, ni por qué le brota frente a las paredes heladas del cuartel? Ese la flor cuartel que una vez le robó a Jesú, su maridu.
y que cualquier dia ba de arrebatarle a Pe Ambrogi se mismo en EU gritu, el Panchito, para que vista el unifor Jardincito del Jefe de Estación.
me flojo o estrecho y el kepí surdido hasta En esta estación de bandera de Cusca las orejas de los soldados casos, dejándola tlán, a la camino de hierro Ta abatida bajo el peso de algo tremendo que su civilización entre el acre olor de alquitanes informe alma de india apenas explica en esy aceites. el plantó su jardincito de gracia tas palabras resignadas: Que le vamos ha y lo regó con amor en las horas plácidas del cer. pue. Es el tuerce, Señor descanso poesía real. a lo que Eustasio Rive ra, llena cada renglón del cuento que se llama Ambrogi se erigo en medio de la siem Cuando Brama la Barra a mi juicio quibra del materialismo como un espantapája zás lo mejor de este libro que viene a ser uno ros. Los pájaros le hicieron nido debajo del de los primeros no sólo en la literatura salsombrero, y en las bolsas del pecho. El hizo vadoreña y centroamericana. sino tambien como que los espantaba y se dejó querer. en la nueva literatura de América Extraña dualidad la de este don Ar.
Salarrué turot.
Amigo de Dario y de otros famosos escritores de la generación pasada: entusiasta compañero de la muchachada intelectual que lle Arturo Ambrogi (don Arturo como naba, hace 30 años. los cafés de Santiago de le llamamos entre los jóvenes) nos regala Chile y Buenos Aires: viajero curioso y sensitivo ahora, después de muchos años de silencio. por Europa y los legendarios paises del Orienun magnifico libro de cuentos regionales te: jamás pudo arrancar de su memoria el reque añade un nuevo triunfo a su colección de cuerdo de tierruca nativa, a la que se sentia obras bellas amarrado con nudo de apego fatal.
Es El Jeton un libro del mediodia aunque volvió a este rincón del mundo, dessu autor baya pasado hace diez años los cin preciando un ambiente más propicio, a docenta. Encierra el paisaje cuscatleco. cap blarse de aburrimiento, a criticarlo todo.
tado con ojo experto, bajo el sol alto y sin pelear a cada instante y a emponzoñarse de nubes. en esa hora clara y fulgente en que bilis. porque en el fondo de su corazón cada cosa se muestra tal cual es. libre al fin Taunque el afirma que esta víscera sólo sirve.
de luces falsas, o de neblinas.
como una máquina cualquiera, para mover Esa visión precisa ha sido trasladada al la sangre) late fuerte y vibrante (pese a su papel con mano segura y atrevida, que sabe inconformidad) al amor a esta tierra barba Encontre al adinirado escritor cuscatleco en la calle diagonal de un parque citadino.
Yo había llegado dos días antes de las tieTras grises del Norte, huyendo de la ausencia en la que logré sostenerme tres años gracias al espejo mágico de El Libro del Trópico.
Venía don Arturo andando de prisa.
atolondradamente, como era su costumbre: de prisa. una prisa sin sentido. una prisa como para llegar a tiempo a la hora de la muerte. Parecía querer acabar de una vez con la murria del vivir Era Arturo Ambrogi una cigarra disfrazada de hormiga. Por eso cada vez que en contraba a un amigo no se conformaba con saludarle al pasar. Se detenia frente a él para darle la noticia del momento, que siempre terminaba con esta afirmación: el mundo es una porqueria y los hombres unos imbéciles.
Esta noticia le daba alientos para ir tirando. Vivia para trasmitirla: se entusiasmaba con ella hasta el delicio. La comuni caba enfáticamente, inclinado a a ratos hacia su interlocutor. echando atrás el cuerpo, cam biando de puesto a cada segundo como si la pasividad del planeta le quemara las plantas de los pies. Le ponia a uno la mano abierta sobre el pecho para reforzar una palabra.
Tenia tal desprecio de la existencia que se entusiasmaba con ella! Quizás temió a 1a muerte por eso. Si el faltaba sus amigos.
sus tontos amigos a quienes tanto queria se iban a creer de todo y de todos.
Que se amolaran por babosos!
apartaban en giro despectivo invisibles con tinas de fatalidad, se alejaba siempre a prisa, caminando como si le pesara la cabeza. qui zis por llevar en ella el carrere de alambre espigado de sus credos.
Su risa era la risa clinica del hombre a quien le una bala superficial sin anestesia. Caminaba y se reia asi. para el mismo. Por momentos se cogía con los antebrazos el estómago, alli donde llevaba el feto de la muerte, y se movia en gesto de asegurarse los pantalones escurridizos.
Aquel dia me abrazo cordial. Le dije que había sufrido mucho con la noticia de su gravedad en Frisco.
Mi amigo, me dijo, la mala hierba nun.
pinta él Sus brazos, de manga con manos de palo. propósito de El Jetón y extraen