REPERTORIO AMERICANO 101 BAYER Para todo dolor AFIASPIRINA (BAYER el producto de confianza juelas evocación se del Canal de Suez, aseguraba la ruta libre, y propia, del Imperio de las Indias. El formidable poderío británico alcanzaba la cúspide: la union jack flameaba en todos los mares del universo, los productos de la industria irradiaban hacia los confines del mundo, media humanidad era tributaria de las minas de Cardiff, y la escuadra inglesa.
por si sola, equivalia a la de todas las potencias reunidas.
Pero Hudson no se conmovía ante tanta grandeza. través de los aguzadisimos sentidos percibía al imponente país como una sensación: La noche de su arribo, solo, en Southampton, se paseaba como un sonámbulo por calley vericuetos, husmeando un olor dulce, acre y persistente que absorbía con deleite y con el poderoso don de de su olfato pomposamente lo bautizó con el nombre de El olor de Inglaterra. Asi traduce su primer encuentro con la que él llamaba la seño ra de sus pensamientos. Años más tarde declaraba socarronamente que el evocativo olor salía de una fábrica de cerveza.
Mientras sus compañeros de viaje se dispersan rumbo a sus destinos, queda suspenso ante los viejos olmos, que en el centro de la ciudad se animan con el chirriar de los gorriones; sus desconocidos porque aún no habían emigrado a Buenos Aires.
Alquila un birloche para recorrer la campina y oir at once el cantar de los pájaros ingleses. El día que pasa por la modesta granja. triste refugio del ilustre Restaurador, oye por primera vez las melodías de la alondra: se sorprende ante las añosas encinas y césped como terciopelo. silba un Shaun se aparta del camino para in ternarse en la selva y durante una hora embelesarse con la queja del euckoo. que se repite de boscaje en boscaje. atraviesa puentes rústicos, sobre arroyos románticos. contempla entre las frondas una ruina gótica (1) cubierta por la hiedra: se transporta a otro mundo, trocando el horizonte infinito de la pampa por el paisaje que encuadra en una tela de Constable.
Anda desorientado, desempeñando a veces menesteres modestos; en uno de los cuales en contacto con un ornitólogo sistemático, John Gould, el autor de las magníficas publicaciones sobre los picaflores y los trogones y redactor científico de la colección de aves traida por Darwin en el Beagle. Sobre Gould guardó una opinión enconada, que le llevó a publicar un articulo en su contra En 1876 le encontramos en una casa de pensión, en Leinster Square cerca de Kensington Gardens, casado con la dueña de la misma, Emily Wingrave, exuberante matrona 15 años mayor que él, pero que conservaba una frescura, una abundante cabellera de oro, que disimulaban sus 50 años y, como rastro del pasado, una voz fina y cultivada que hacía las delicias del admirador de la calandria. Cómo se realizó el matrimonio? Nadie lo supo.
Hudson a los 35 años era un imponente varón de metro 86 de altura, anchas espaldas; cabellera y barbas abundantes, oscuras e hirsutas; piel tostada, ojos castaños y nariz prominente. Unia a su aspecto de gigante un candor infantil, suavidad de maneras, el encanto de su verba pintoresca, más el don gauchesco de dar vida a largas narraciones de aventuras. Ante ese coloso extraño, venido de tierras misteriosas y lejanas, la rubia Emily vió encarnarse, quizás, a un héroe de las óperas que interpres tara en su juventud. un amor otonal, manso tenaz, venció la resistencia, si la hubo, del enamorado de los pájaros. Así quedó definitivamente radicada en Londres la vagancia de este soñador sin trabajo y sin peniques.
Pasan diez años, sin que sepamos a ciencia cierta en que empleaba su tiempo; pero es indudable que correteaba por los parques londinenses que reemplazaron, como campo de su necesaria observación, a la Pampa desvanecida.
Alguien pudo verle de merienda bajo los árboles, envuelto por los que a una señal acudían a picotear las migas en su plato. este que nada conocía de su prójimo, estaba en relación permanente con todos los que residían dentro del perímetro de la gran urbe. Sabía que en toda ella sólo habitaban cuatro urracas: una solitaria en Saint James Park, animoso avechucho que tenía guerra declarada a los cuervos; las demás en Regent Park, llevaban una vida fácil, pues si bien por dos veces construyeron nidos, las muy holgazanas nunca empollaron sus huevos.
La tranquilidad de esos diez años termina por una primera bancarrota de la casa de pensión, que les obligó a la mudanza y a instalarse, luego, en una boardilla a donde la pobre Emily llegaba agobiada por los muchos escalones y los muchos años. apareció la miseria, y también el hambre, y la acritud del carácter de la esposa, que estallaba en irritación cuando a Hudson se le ocurría chupar limones a deshora, como remedio natural para su reuma. pesar de do Hudson mantuvo su consideración, no exenta de galantería, para esa su libro Afoot in England (A pie por mujer que nunca lo comprendió. En Inglaterra. la menciona continuamente bajo el título de companion. denominación que incomodó a la viejecita, al extremo de interpelar a su marido Hudson se limitó a explicarle: Un compañero es un compañero; una esposa no es siempre un compañero.
Referir estas pequeñeces domésticas no es ofender su memoria, al contrario, es ponerlo en la buena compañía de Shakespeare y Cervantes.
Aquel fué el período más aciago de su existencia, porque estaba alejado de la naturaleza, enfermo, pobre y sin amparo. pero aun así, no se enfrió su apego a la vida, porque, con todo, podía sentir siempre, que era infinitamente mejor to be than not to be (ser que no ser. Acosado por las necesidades, entre gó a la imprenta su primer libro, La Tierra Purpúrea, que Inglaterra perdió (tal fué el primitivo título. verdadero fracaso editorial: con lo que llamándose a silencio por varios años, se limitó a la producción aislada de artículos y cuentos, que con gran trabajo y poca remuneración le admitían algunas revistas, con cuyo producto y el de las lecciones de canto de Mrs. Hudson, atendían a sus necesidades más apremiantes Salvo su Argentine Ornithology.
en tirada de 200 ejemplares, y Crystal Age. que apareció anónima, puede decirse que el contacto con el público lo inicia a los 52 años de edad, con el Naturalista en el Plata. en el cual se desal escritor. Alentado por el éxito comienza a producir un libro por año para arribar a una relativa holgura, reforzada por una pensión del gobierno inglés, acordada en mérito a sus servicios prestados como naturalista.
En su tardía producción, que pasa la veintena de volumenes, más de la mitad es dedicada exclusivamente a los pájaros, en el resto se ocupa parcial o indiPájaros entra cubre (1) Netley Abbey