364 REPFRTORIO AMERICANO cia gasta, y Miguel lo grito durante su destierro que no enmudezcan los mestureros habrá que allanarse en todo régimen, y que no enmudezcan, ya que la Historia los prevé y el destino quizá los elige. Pensando en ellos, y en su Salamanca, y en su Bilbao, cantaba encendidamente.
te.
al camino que un tiempo de Vivar un resorte para hacer saltar al indeseable fuera de la patria. El Cid salto pronto fuera de la suya, que era, según su propio elogio, la gentil Castilla. Que a mio Cid Rou Diaz que nadie non diesse possada. aquel que se la diesse sopiesse vera palabra que perderie los averes e más los ojos de la cara e aun además los cuerpos e las almas. Castilla se ascondio del Cid; y no hubo en toda ella más que una niña de Burgos que le hablara con ternura. Don Rodrigo era fuerte, y para el fuerte el mundo es un botin, pero tambien tierra que regar de ejemplos altivos. Dónde quedan luego los mestureros. Dónde las gentecicas medrosas que al paso del Cid cerraron ventanas y postigos?
Supo Rui Diaz poner en el pan que ganó fuera de Castilla la sal de la honra y el sacramento de la nobleza. De la nobleza, no de Nobleza, aunque ésta también la ganó, fundardo linaje. Oy los reyes de España sus parientes son. Quien campee más allá de la raya cuente con los mestureros, y sorba sufridamente la amargura de saber que le niegan y se le asconden. Con doce de los suyos fué al destierro Rodrigo, y no más de doce tuvo quien nos salvó poniendo entre los hombres, no paz estéril, sino espada. La oposición vivifica tanto como la aquiescenSi caigo aquí sobre esta tierra verde, mollar y tibia de la dulce Francia.
Si caigo aquí, donde el hastío muerde celado en rosas de sutil fragancia.
Si caigo aquí, oficina del buen gusto, donde sólo el olvido da consuelo, llevad mi cuerpo al maternal y adusto paramo que se hermana con el cielo. aquel final tan genuinamente unamunesco: nía los Subidme; allá se hará mi carne roca, y allá en el yermo clamará su crede; daré al desierto de mi patria boca de gritar a los sordos por el miedo.
Siempre ha dicho Miguel mi Salamanca, mi Bilbao. como si tocando tierra en las dos ciudades recobrara el brio, inextinguible para el gran soldado de la ciudad de Dios, a quien llama bien quien le llama el gigante ibérico.
DEL FOLKLORE GUANACASTECO El Congo Real Por BENILDO LEAL Envio del autor. Santa Cruz de Guanacaste difícil empresa. Se puso en marcha y al poco caminar se encontró con un garboso lcón. dónde vas. preguntó al hombre. Voy en busca de la hija del Rey, que se ha perdido, le contestó és Si quieres acompañarme, tendré mucho gusto en llamarte compañero, agregó. El león no habló más y lo siguió muy contento. Después desembocó atravesaban soberbio tigre. Ven con ros, le dijo el vamos a buscar a la hija del Rey que nadie sabe dónde está. El tigre demostró complacencia y de un salto se colocó el último en la fila. A1 pasar por una quebrada vieron a un toro, el más temible de toda la región, pues tecuernos de hierro. también se agregó a a la regia comitiva. Más tarde se detuvo ante un gavilán y después que hubo aceptado la invitación, le dijo el hombre. Vente en la copa de mi sombrero.
Por último se les apareció un conejo saltando y dando volantines. Conejo. vente en las alforjas, le dijo el jinete, vamos buscar a la hija del Rey, que se ha perdido. El conejo no hallaba qué hacer del alegrón.
Eran muchos; todos fuertes, inteligentes, astutos.
Quién sabe para que no encontraran a la princesa!
Llegaron al río y se detuvieron en el lugar donde ella acostumbraba bañarse.
Saltó el conejo de las alforjas y se puso a olfatear. Pronto dió una resolución: sigamos río arriba, dijo a sus compañeros, porque, para abajo no la encontraremos nunca.
Obedecieron gustosos y empezaron el río. Todos van felices, pues a a excepción del gavilán todos sen muy amigos de las aventuras. Cuando conversaban o se reían al mismo tiempo, formaban un verdadero concierto de voces, en el cual el conejo y el gavilán eran las voces delgadas y tigre las voces bajas. Era una semana de caminar y no veían ni dida. Por fin llegaron a la montaña que daba origen al río. Otra vez salió nejo de las alforjas y muy preocupado empezó a hacer averiguaciones: se metía en los huecos de los troncos, daba vueltas la redonda, se acostaba boca arriba, probaba el agua del río alzaba los ojos y miraba por todos lados: al fin les dijo: Tenemos que atravesar esta montaña y ese mar que pues la hija del Rey está del otro lado de ese Así lo hicieron. cruzaron la montaña y llegaron al océano: allí construyeron una embarcación y se hicieron a la vela. Como ninguno de los animales había navegado, tenían cierto temor, pero el hombre los animaba con palabra convincenEn medio océano, el tigre empezó a refunfuñar porque encontraba muy larga la travesía: poco a poco se fué sosegando, pues notó que los demás tenían el ánimo sereno y se mostraban complacientes. Al cabo de un mes llegaron a las playas del otro país. Sin esperar otra cosa desembarcaron y el conejo fué el primero que pisó tierra. Todos se quedaron asombrados al ver la exubea remontas rastros de la per COpaso. La princesa, en vista de que el ruído era cada vez más intenso, se quedó inmóvil, esperando ver quién lo producía. Al poco rato vió a un enorme animal que sin detenerse se dirigía hacia ella. No hay para que describir la emoción de la bella.
Pensó que en ese momento iba a ser víctima de la fiera, que no era otra cosa que un Congo Real (un mono feroz y enorme. Este se detuvo comp a dos metros de donde estaba la beldad y le dijo: Ahora te llevo. Iba a caer desmayada, cuando el animal la cogió en sus brazos y se ia a su cueva.
Mientras tanto el Rey y la Reina la buscaban desesperados. Como no la encontraban por ningún lado, decidieron contratar a un hombre inteligente y valeroso para que fuera a recorrer el mundo hasta que diera con ella. Para que se interesara, el Rey le puso la condición de que se casaría con ella si la llevaba a su palacio. Así fué: un hombre que reunía tales condiciones, en un brioso y valiente caballo, se encargó de tan llevó a En un país extraño, lejos de aquí, vivía un monarca rico y poderoso. ΕΙ destino aumentó su felicidad con una hijn cuya belieza en vano se describira.
En su palacio, de magnificencia incomparable, reinaba la dicha y la tranquilidad. La princesa iba a bañarse todos los días a un río de aguas cristalinas que cruzaba al pie del suntuoso palacio.
Ninguna otra persona podía bañarse en este río: solamente los pájaros confundían sus melodiosos trinos con sus suaves murmullos y las hojarascas húmedas de sus orillas. Un día, como de costumbre, fué a tomar su baño. Estaba terminando de vestirse cuando vió un pájaro en una rama de un árbol cercano. era de colores tan maravillosos y astan singular, que se quedó absorta contemplándolo. No resistió la tentación, y recogiendo una piedra de la playa del río, la arrojó contra el pájaro; por fortuna le rozó el costado derecho lo hizo caer agitando las alas. Rápida se encaminó a recogerlo, pero en el momento en que le cogía una pata, este voló a una rama de un árbol próximo. Volvió a intentar atraparlo, pero el pájaro siguió volando de rama en rama, de árbol en árbol. Así siguieron uno en pos del otro para arriba del río. Cuando la joven se percató, estaba ya casi en el nacimiento del río. Se detuvo y pensó en devolverse, pero en ese momento oyo un gran ruído a un lado del bosque. Parecía que un gigante monstruoso se abría paso entre la selva, quebrando y aplastando todo lo que encontraba a su pecto se ve abajo, ese mar.
te: ROGELIO SOTELA ABOGADO NOTARIO Oficina: Pasaje Dent. TELEFONO 3090 Casa de Habitación TEL. 2208