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82 REPERTORIO AMERICANO observa Duhamel se ensancha en nos otros la afición al hecho puro. a la anécdota vivida, al fait divers. Sin embargo, sería ingenuo suponer que éste pudo suplantar a la imaginación creadora de vida. André Gide, que fundó en 1926 en la Nouvelle Revue Francaise una sección para acoger y comentar el fait divers o sea el acontecimiento más notorio de la gaceta diaria robos, adulterias, asesinatos no prolongó su in tento porque la verdad, desprovista de artificio, casi desnuda y sin retoques, la tajada de carne cruda que anhelaba su bizantinismo fatigado de literaturas, no la pudo encontrar en ese inventario cotidiano de la vida de una ciudad.
La vida es incoherencia, desorden, repetición de un mismo asunto. Requiere siempre la mano del artista para coor dinar sus fragmentos, enmendar, esco ger, eliminar. Duhamel nos refiere con su ironía bonachona el caso de aquel autor de antologías que pretendió seleccionar en la obra del novelista el relato más cercano a la realidad, más ajeno a todo arreglo literario, directo y casi fotográfico. pero se equivocó to mando precisamente en los libros de guerra de Duhamel un cuento imaginado. es que como éste dice, hay que recoger lo eterno en el polvo. Hay que tomar el residuo de oro de la ceniza imLos franceses y los ya nquis.
contra los Estados Unidos. El señor Duhamel, como Pécuchet, el héroe necio de Flaubert, se siente pesimista, ve el porvenir en negro y supone que el mundo va a yanquizarse por completo. Americanizarse. dicen Pécuchet y el señor Duhamel. Lo que ha visto en los Estados Unidos el autor, le parece a éste que será lo que va a ocurrir pronto en todas partes por el triunfo de las ideas, de la política, del dinero, de ias costumbres y de los métodos de Tanquilandia. Así, pues, llama a las escenas que ha presenciado Escenas de la vida futura. Estas escenas, en realidad, son suficientes para entristecer el alma de un español, de un italiano, de un francés, nativos de pueblos que han creado principalmente la cultura de Europa, que han difundido esta cultura por otros continentes y que mantienen viva la noble tradición espiritual de Grecia y de Poma gas cuando llegan a la mesa de operaciones. Habla con pausada precipitación, si así puede decirse, con una facundia que vacila en el borde mismo de la palabra para tirarla al cesto si es preciso y tomar en la mesa otro más límpido instrumento de acero. No quiere ir allende ni aquende de lo que él considera la verdad. Escribir es pesar y me dir; él habla como escribe. Su vida familiar transcurre clara, rumorosa y cons tante en su transfusión de miel, exactamente como una colmena. En cada libro suyo un panal se colma y va llevar su dulzura lejos. En toda Europa tiene amigos íntimos. No creo que nadie pueda ser adversario suyo, o serlo, al menos, con razonado encono. Para muchas almas desorbitadas del mundo es ya la antena de París y aquí mismo son muchos los colegas suyos que se pregun tan cuando un acontecimiento extraordinario sobreviene. Qué piensa Duhamel?
Duhamel no siempre está de acuerdo con el universo donde nos ha tocado vivir. Se le consideró extremista porque el dolor terrestre y su profesión de médico le inclinaban del lado de la santa canalla. El precipitado, el insano vivir actual, el americanismo fotogénico, la que chamusca los cabellos sin excusa palmaria, todo el rumor de Ninive y de gehena que sube al cielo en las noches de Nueva York, le parecen una malaria del siglo, una nueva fiebre del viejo Lázaro en su eterna leprosería La Prensa he contado las reacciones provocadas por un de vida futura. en que no sólo ensayó la feroz y urticante caricatura de Yanquilandia si no del mundo entero de la post guerra.
Esté seguro, mi querido Ribeiro Couto, de que Duhamel no perderá jamás ese gusto puro y gratuito de contar, que tan certeramente define usted. En el lindo ensayo que comento delimita la misión del novelista cuando la sitúa a medio camino de la verdad. Poesía realidad. llamaba asimismo Goethe sus memorias. Cómo debe proceder el autor de novelas? Duhamel tiene horror de teorizar, pero su ejemplo y su palabra están ahí para explicarnos que la malla sutil del novelador es inconsútil en el verdadero sentido de la palabra.
Sale de nosotros mismos, del CO mo una tela de araña esa imagen del mundo que se colora se torna sola se gún los declives de la luz. Son así nuestros relatos como una variedad de memorias imaginarias de las vidas que biésemos querido vivir, puesto que tan sólo vivimos una sola. Raíces nuestras son los libros de ficción, raíces desconocidas y escapadas del misterio del árbol, casi a despecho suyo, para buscar su aventura profunda en la carne terrestre.
Indudablemente, con los años la fantasía sin lastre nos apasiona menos y muchos quilates de verdad exigimos de toda buena amalgama. Poco a poco (Viene de la página anterior)
y alegre futbol o el contundente boxeo, sin más derivativo espiritual que los detectivescos novelones de aventuras, los truculentos perió dicos noticiosos y las homilías del pastor.
Duhamel coincide, sin proponérselo, y aun quizá ignorándolo, con cuando venimos escribiendo y diciendo de los Estados Unidos los latinoamericanos, desde el uruguayo Rodó hasta el brasileño Eduardo Prado y desde el mejicano Pereyra hasta yo mismo.
También pudieran citarse nombres españoles, desde Ganivet hasta Camilo Barcia.
Coincide en lo esencial, naturalmente. En advertir que el individualismo repugna al espiritu gregario de la comunidad estadounidense; en considerar excesiva la acción que ejerce allí el Estado sobre la persona humana; en comprender abominable el imperio del mecanicismo sobre las potencias, gracias y libertades del espíritu. No descendamos a la política ni a las costumbres. El acuerdo se acentuaria aun más.
vida libro suyo. Escenas y a Francia ha visto casi siempre con ojos serviles hacia los Estados Unidos. De ahi que la visión francesa de aquel país haya sido hasta ahora adrede lisonjera. Como los Estados Unidos le han pagado con la mala moneda del desdén, y aun con otras monedas peores la amenaza inclusive. Francia, después de haber buscado en política, sin encontrarlos, todos los acuerdos posibles, reacciona tanto en politica como en literatura; Briand, entre los hombres de Estado, y Duhamel, entre los hombres de letras, sacan buena la afirmación. Porque nadie supondrá que el proyecto de Briand sobre los Estados Unidos de Europa fuese un ramo de flores ofrecido a Yanquilandia. Era en efccto, una reacción contra la influencia roja de la Rusia soviética, por una parte, y por otra parte, contra la dictadura económica que los Estados Unidos ejercen en Europa.
Duhamel, en sus Escenas de la vida futura. ve a los Estados Unidos como son, y trata de ellos con pluma veraz Lo más importante de su obra es la reacción de su temperamento y su espíritu ante el maquinismo y la vida estandarizada de los Es.
tados Unidos Las reacciones de su temperamento son leales y no fingidas. No ha ido a entusiasmarse deliberadamente con los cines. los Fords, los rascacielos y las gramolas. Las almas en serie le repugnan. Babbit no encuentra piedad en la pluma de Duhamel, y sale del objetivo tal como es: con su redonda cara afeitada, su traje de confección, su actividad de business man. sus distracciones cinematográficas, sin más reposo favorito para el ajetreo mercantil que el sano Tanto Duhamel como nosotros españoles e hispanoamericanos pertenecemos a razas más idealistas que la yanqui, y en el fondo, mucho más cultas y con mayores exigencias de espiritu; tenemos idea más noble de la personalidad humana y somos de otra formación mental. Qué mucho que no nos deslumbre la civilización maquinista ni nos seduzca el espectáculo, no ya del Estado sobre el individuo, sino del individuo anulado en absoluto por el Estado?
Precisamente pensamos lo contrario: pensamos que hay que salvar el alma ndividual, no en el sentido de las religiones, sino en el sentido de concederle lo que es suyo: el derecho a ser cada vez más ella misma y cada vez mejor.
Lo injusto o deficiente del socialismo, por lo menos, en apariencia, es eso: que el hombre, entidad sublime y distinta, desaparece convertido en masa. Lo absurdo del so cialismo es su odio al intelectual. No; el hombres, por lo menos el hombre logrado, el hombre superior, no puede ni debe transformarse en cifra. El alma de Vinci, de Goethe, no es un guarismo. Un pueblo entero se salva porque produce pocas docenas de individuos; y la civilización mecanica está muy bien en un puesto secundario, sin pretender anular al hombre, y siempre que no atente contra el espíritu.
No hay que olvidar que mil Edisones no valen un Platón, y que los más altos rascacielos desaparecen viles motas de polvo ante el sermón de la montaña.
redaño co Blanco. Fombona