BourgeoisieOmar Dengo

REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXIX San José, Costa Rica 1934 Sábado 24 de Noviembre Núm. 20 Año XVI. No. 708 La literatura de lujo edo comercial que quieren SUMARIO Ventura García Calderon Lección Rectoral, a la antigua y sabrosa manera (2) Remigio Crespo Toral Volvamos al funesto tratado La balada de la incurable nostalgia. Pallais, imponer los mercaderes yanquis Juan del Camino El magisterio y la enseñanza pública Elena Torres Gris Omar Dengo, en el aniversario de su muerte dónde va va la mujer, de Amanda Labarca Amanda Labarca Hubertson Norberto Pinilla Fuerza y sencillez del hombre. Isaac Felipe Azofella En el aniversario de Charles Louis Philippe Adolfo Salazar La literatura de lujo Por VENTURA GARCIA CALDERON De La Prensa. Buenos Aires, octubre de 1984. Paris, 1934 del obser trae colección de mar Tout est beau, il faut parler un cochon conime une fleur. Diario de Jules Renard.
En Salamán y Absaal. el más her moso canto del misticismo persa, puede leerse la historia verídica del Rey Sabio y de Pelkis, la mujer llena de gracia en tre las morenas que fué reina de Saba y tal vez la Sulamita del divino cantar.
Tan sincera y leal llegó a ser la amistad de entrambos que, apartando todo amor confidencias. confesó el rey Salomón. pesar de haber acaparado la omnipotencia regia, nunca veo entrar a a al guien sin preguntarme qué obsequio, qué ventaja me respondió la reina incomparable: No veo pasar a un buen mozo sin pensar que pudiera yo estar en sus brazos. El autor del poema, un angélico persa como los que admiremos en las viejas miniaturas con su barba en punta, su turbante blanco y azul, moja otra vez el pincel para escribir su melancólica moraleja: Si así sien te el mejor de los reyes y la más encunbrada de las mujeres, que vamos a esperar del profano vulgo?
No comparto semejante pesimismo sobre los hombres todos; pero voy a comunicarle tal opinión a mi amigo André Thérive, el famoso inventor del mo, para su perpetuo alegato en favor de una literatura plebeya y sanguínea, Todos los hombres se parecen en el hondón del alma, sino que los grandes de este mundo saben disimular mejor que los humildes. Por eso, el vulgum pecus, la santa canalla, sigue siendo ei tema preferido de la escuela reciente: le parece más vecino a la salud animal, a la pasión ingenua y fuerte, a la humilde verdad tan bien adjetivada por Mau passant.
En este sentido, la magnífica experiencia de Marcel Proust habrá sido con cluyente. Es el primero y tal vez el último explorador del llamado gran mun do. Por primera vez en la listoria de la novela francesa se analiza la aristocracia con conocimiento de causa. La alta burguesía, los medios provinciales, la casta literaria, la clase media, la plebe rural o fabril, todo esto había sido magistral o deliciosamente descrito por Bal zac, Flaubert, Maupassant, los GonAndré Gide Dibujo de William Rothenstein ción de ajenas pasiones la ardentía propia y nos engañaban a pesar suyo.
Mas viene Proust a desmontarnos el mecanismo de ese reloj encumbrado co mo el de una catedral germánica por donde salen acompasados personajes góticos. Visto de cerca, el espectáculo es, por decir lo menos. desconcertante Si no fuera por el genio vador, por su genuina y prolija manera vestir a sus protagonistas con todos los prestigios del universo, refractando sonrisas de heroínas famosas, actitudes de cuadro ticianesco, auroras y crepúscu los para describir el más simple five o cidck. nos aburriríamos soberanamente. Una exposición de muñecos de cera del museo Grevin, impecablemente vestidos y peinados, con algo de tico y de engolado en el ademán, a eso se reduce su duques y quesas. Los acerca, los confunde y humaniza su vanidad atroz, lancinante, cancerosa. Ninguna abundancia de corazón, una crueldad prolija de holgazanes, jamás la pasión robusta y franca.
Sin embargo, las viejas divisas de la aristocracia francesa expresaron sen timientos extremados. Todo por amor. dice un blasón de Picardía; de ardor y amor se ufana aquella familia del Lan guedoc; urit et ardet (quema y arde. inscriben, bajo el dragón de su hidalguía, los Brulant de Borgoña.
Paradójica situación de casi toda bleza, aquende allende los Pirineos, es ésta de llegar a un linfatismo elegante después de haber sido exactamente lo contrario, una profesión de hombres sanguíneos El señor feudal, el machucador de moros, el fundador de ciu dades en la brefia palúdica, fueron jayanes formidables que se devoraban una res y reconocían al morir cien bastardos. Ay de estos nietos con monócu lo, impertinentes, aburridos, palidos. Es usted del Jockey. le pregunta el duque de Guermantes al historiador vergonzante, a sabiendas de que el pobre señor de jacquette informe no puede pagarse el lujo de ser miembro del Jockey Club. Cuando la duquesa de Guermantes invita al poeta célebre, se da maña para que la conversación nun populiscourt, Mirbeau, Zola, Daudet. Pero no le habia nacido a Francia como a Rusia recordemos el caso ejemplar de Tolstoy un espectador genial de su high life cabía preguntarse como sen tían íntimamente los duques de Guer mantes, el señor de Charlus, personajes de etiqueta sólo entrevistos por algún intruso novelista, nunca enfocados por alguno de su propio clan. El mismo Maupassant, hidalgo de provincia, prefirió los temas plebeyos. Cómo eran estas almas de lujo?
Compartían acaso los nobles sentimien tos de los personajes de Corneille?
Aportaban a la vida cotidiana esos vistosos ímpetus, esas pasiones desordenadas, esa patética ansiedad de amar y de morir que tante nos conmueven en las tragedias aristocráticas de Racine? Nadie nos daba la nota justa. Cuando los hombres de condición modesta comp Stendhal asomaban la cabeza a tales círculos cerrados, ponían en la descrip