86 REPERTORIO AMERICANO UN MUNDO EN CRISIS Provincianismo americano Por CAMILO BARCIA TRELLES De La Libertad. Madrid tivamente: aducíase den sódicas treguas. No como ne que en orden in so pasado es nues posibilitaba existía posibilidad de que América, o cuando menos Hispanoamérica, articulase un organismo que, representando el sentir de todos o la mayoría de aquellos pueblos, actuase eficientemente en caso de dificultades?
Se nos respondía nega. para justificar la repulsa lo siguiente: la soberanía. He aquí el gran mito de Hispanoamérica.
Las naciones del Nuevo Mundo preten afirmar su soberanía por encima de todo; claro que la soberanía gación, en cuanto poder absoluto, muchas veces plasmaba el terno en autocracia. Un continente así influido por el dogma pernicioso de la soberanía incondicionada, naturalmente había de oponerse a cuanto creación de instituciones amplias, con competencia ncia internacional. No tra deducción una consecuencia establecida de manera caprichosa; es la historia de América desde Bolívar a nuestros días; de un lado, el anhelo de articular el mundo hispánico para que una acción conjunta fuese garantía de to dos; de otro, una suspicacia aldeana, prominente, específica de tribus, que imcualquier intento de agre gación superador de la soberanía intertetada como poder sin límites. El mito de se completaba con otro no menos tangible e igualmente pernicioso: el de la intervención La palabra produjo efectos mágicos; era preciso borrarla definitivamente dei mapa americano. Como intervención era negación de la soberanía, mentarla equivalía proferir una blasfemia.
Recordamos a este propósito nuestra intervención polémica en el curso de una discusión con motivo de una Panamerican Roundtable en la la Universidad de Virginia, allá por el año de 1929.
En tanto realizábamos la disección de la política norteamericana en el mar Caribe y en Centroamérica, nuestras pa labras encontraban eco cordial en los hispanoamericanos que con nosotros intervenían en aquellas tareas polémicas.
Pero el a sentimiento caluroso se troca ba en disentimiento picudo desde el mo apetencias territoriales, que hacía a la vez innecesarias y monstruosas las ernpresas bélicas de conquista, América era la paz, en acusado contraste con Europa, que era la guerra salpicada de epies posible entablar diáloge y menos establecer coo entre un mundo que nace y otro que declina. De ahí nuestro papel de desplazados en aquellas tierras americanas, donde se nos miraba tan sólo como una polvorienta reliquia del Inútil que cianidad cronológica con un anhelo de semos compensar nuestra anSe nos replicaba que entre lo concebido y lo realizado media tal distancia, que ni siquiera teóricamente nos asistía el derecho de sentirnos dominados por an sia de renovación. Inútil toda réplica, tanto más inútil cuanto que dialogábamos con gentes ineptas para el diálogo, cuando el diálogo puede conducirnos a la revisión de preceptos que considera mos como indiscutibles y son en realiafirmaciones Ahora la realidad llama a las puertas del Nuevo Mundo; la realidad triste de un continente que se desgarra; primero en el Chaco; ahora o más tarde en Leticia. Qué se había hecho de aquella mocedad tan reiteradamente invocada. Qué causas, ni siquiera que pretextos, explican esas explosiones bélicas, por nosotros condenadas genéricamente? Esta es la pregunta que nos hemos for mulado, constituyendo en en nosotros verdadera obsesión Ni una sola de las causas más o menos artificiales alegadas en Europa como explicación de ac tividades bélicas encontrábamos en aquel Nuevo Mundo, predestinado a devenir parai terrenal y en realidad transformado en disperso conjunto de naciones suspicaces y vigilantes. Es que no dad meras animada la soberanía De ahí Bien está que todo cuanto existe en Españia de internacionalismo organizado exteriorice a la vez su dolor y su preocupación, engendrados por la triste realidad que lenta y progresivamente va adueñándose del Nuevo Mundo. La crisis de solidaridad porque hoy otraviesa Hispano América, si se endemiza y se amplía, puede fatal para las nacio nes del continente colombiano. Si la posibilidad de ese desenlace anulatorio de be preocupar a cuantos espíritus saben lo que representa el sentimiento internacional, aun ha de inquietarnos más en nuestra calidad de españoles. Por considerarlo así, va nuestro nombre unido al de quienes han redactado recientemente un documento sugiriendo a los pueblcs hoy en lucha que abandonen su actual táctica fratricida. Pero sospechamos que tal invocación ha de ser ineficaz, ya que en definitiva estamos frente a síntomas de un mal hondo, y de poco servirá atacar las manifesta ciones si dejamos intacta la realidad preexistente que prepara tales desenlaces sangrientos.
que nuestras reflexiones persigan esta finalidad específica: ahondar en el alma de América y desentrañar cuál es el origen remoto de estos estados pasionales.
Hemos convivido con habitantes del Nuevo Mundo en sus propias tierras. convivido no manera plena, ya que al fin y a la postre, a la vez europeos siempre de conside rársenos com como ciudadanos pertenecientes a un mundo que no es geográfica ni espiritualmente el mundo americano.
Procedíamos de un viejo continente: un mundo en crisis de ancianidad; en situación epilogal. Claro que no podíamos, dada nuestra calidad, penetrar en la esencia del mundo. americano. Pero ello no era obstáculo para que los habitantes de aquellas tierras tratasen de explicarnos el por qué de una disparidad. Europa es un mosaico; una expresión geográfica dentro de cuyos límites conviven las más distanciadas concep ciones: un conjunto de naciones de dispar psicología, incapaces de comprenderse y muy aptas para odiarse; la animadversión la preparaba una historia de rivalidades encendidas sin reposo; nos definíamos por contraposición; el contiguo pueblo era el enemigo, hosco dilapidábamos nuestras energías.
América era otra cosa; contaba ante todo con un nacimiento co incidente; medio siglo bastó para alumbrar veinte naciones; lucharon y vencieron, no nu triéndose como Europa con los despojos del derrotado, sino mandando len su propia casa. Libres e independientes, disponiendo de un porvenir ilimitado, sin da boy y españoles, había נת JOHN KEITH Co. Inc.
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