CommunismImperialism

REPERTORIO AMERICANO 215 Cristóbal Colón, puerto Colaboración.
Costa Rica y octubre del 34.
Cristóbal, tan pequeño. una hora a pie rodeándolo. y tan denso. Ciudad de negros con antigua cara de esclavos.
Denso de raza negra y blanca y amarilla. muchas oficinas en Colón, el puerto yankee, Desagüe del mundo como Port Said o Yokohama.
oficinas de la Hapag, United, Grace, etcétera. El viento del Atlántico exprime en él su esponja fresca los yankees, mucinos yankees, fumando imperialismo en los habanos y las palmeras le dan estilo.
y en las cachimbas.
Trapos lavados, bailando en el viento debajo de las soleras Cristóbal Colón, puerto, ciudad de amor alegre.
y callejones sucios, húmedos, entre las casas con las puertas sudadas.
Donde largamente atraca el barco abstemio de los marinos. en los alrededores, otra, New Cristobal.
mientras los trasatlánticos mascan graves la silenciosa, la Yankee. a la europea papayas, plátanos o piñas.
Bungalows, Residences, Villas, Ciudad bilingüe, hibrica, babilónica, turbia.
con norteamericanos satisfechos jugando al Bridge y al Rhum.
Con criollas hermosísimas cocinándose a 40. arcilla blanca y negraCristóbal Colón, puerto.
y negras jóvenes de finos cuerpos de animal, Mujeres en traje de noche hacia los cabarets, y bazares, muchos bazares, a toda hora abiertos.
y mujercitas yankees, anémicas, emborrachándose en los bares.
Se vende ropa interior, pajamas, Escuchando el inglés sucio batas de noche, adornos, bibelotes, objetos de amor de los marineros en las puertas de los cabarets, para la ciudad de amor alegre.
Indúes en los bazares, qui la mujer existe sólo para el hombre, chinos y japoneses en las lavanderias y en las barberías.
Aquí todas las hembras tienen paso y ademán de amantes.
Negritos desnudos en las plazas, Cristóbal Colón, y el griterio de la gente hablando de una acera a otra.
Para visitarla, amigos yankees, dólares y sexo.
Isaac Felipe Azofeifa Cristóbal, enero 1934.
La super chería de lo ario Del excelente mensuario de hechos e ideas, Leviatán. Madrid, setiembre de 1934.
ojos que hable de una raza aria, de sangre aria, de cabello y ojos arios, comete una tonteria tan grande como el filólogo que háblase de un diccionario dolicocéfalo o de una gramática braquicéfala.
Resalta, pues, que los judíos pertenecen a una raza que gustará o no, pero que está bastante determinada, en tanto que la raza aria. como tal raza, no tiene padres conocidos: pertenece la inclusa de la Etnología. No tenemos ninguna prevención contra los expósitos, al contrario; pero tampoco es admisible que eso se exhiba como un titulo de superioridad y como un derecho a dominar el vasto mundo, poblado de razas inferiores, según los arios alemanes de azules, cabello rubio cuando lo tienen y cabezas cuadradas, que las tienen siempre.
Cuando años atrás se discutía qué cráneos eran superiores, si los dolicocéfalos o los braquicéfalos, todo el mundo resolvia la cuestión tocándose antes su propia cabeza. Ahora habrá que hacer lo mismo, sólo que en vez de palparse la cabeza, se explorará la conciencia, y si uno se siente inclinado a asesinar ai prójimo o lo ha asesinado ya, con el pretexto de que es judío o comunista o poco fiel al Führer, sólo entonces podrá proclamar con legítimo orgullo: Yo a Rep. pue Repertorio Americano, a la EDITORIAL PAN AMERICA. Bolivar, 375. soy ario!
No todos tienen el valor tanto más de estimar en un sacerdote católico del profesor Zubiri, de la Universidad de Madrid, que preguntado una vez en Alemania por una banda de forajidos arios si era judío, les dió esta desconcertante respuesta: Desgraciadamente, no como los forajidos arios pegan lo mismo al que es judío como al que se duele de no no serlo, el señor Zubiri pagó con sus cristianas costillas el atrevimiento, sin duda porque moralmente le hubiera sido más doloroso ceder por cobardía a la imbecilidad del racismo. John Simon, el ministro de Estado inglés, acusado constantemente por los racistas alemanes de ser judío por razón de su apellido, no ha tenido ese valor. Escribió a los Times, de Londres, afirmando que entre sus antepasados no hay un solo judío ya es afirmar y que el per tenece a la más pura raza aria inglesa Nunca lo hubiera dicho. Días después, en los mismos Times, aparecía otra carta firmada por tres eminentes antropólogos, Haddon, Gowland Hopy Haldane, echando un regular rapapolvo al picajoso ministro.
Bien escribían que John Simon pretenda no tener ni una gota de sangre judía en sus venas. Pero ¿qué era eso de creerse de la más pura raza aria. La raza aria no existe, como días antes había demostrado otro antropólogo inglés, Grafton Elliot Smith, en una conferencia. El término pueblos arios lo inventó el filólogo Max Müller, pero aplicado a ciertos grupos de lenguas. Un etnólogo aclaraba Max Müllersaking JOHN KEITH Co. Inc.
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