866 REPERTORIO AMERICANO En las aguas de los ríos Colaboración. Costa Rica y octubre del 84 MAJIMENEZ se oye el rechinar de sus dientes y el tún tún de sus pasos cuando se apuntalan. Se apartan del campo y, rodando, van a dar al paredón de un río cauda loso. Manan sangre de las fauces y las narices. Están peleando en el borde del paredón; de un momento a otro, cuando el tigre quiso evadirle un tiro a su contendiente, cayó patas arriba en una poza profunda Inmediatamente rompió los aires el gavilán exclamó desde el firmamento: Viene el Congo Real! Viene el Congo Real! Venció al tigre! Yo me quedo. dijo el toro de cuernos de hierro.
Arrancó a pezuña y a cuerno los árboles de un sector de tierra y su bramido sonoro se clavó en los ámbitos de la selva entera. Quería enterrar sus cuernos inflexibles en los ijares de su enemigo y batirlo en los aires como derrochy de sus fuerzas. Ya se acercaba el perseguidor; le faltaba el aire, pero no fuerzas ni osadía. En un santiamén apareció en el sector en donde lo aguardaba el toro y, como si supiera que era otro enemigo suyo, se arrojó furibundo sobre él.
He aquí la lucha más tremenda; sus potentes rugidos conmovían la tierra y los golpes que se daban se oían como el choque de embravecidas olas; si no era su enemigo, era el polvo el que señalaba el espacio cuando el cornúpeto rastreaba el suelo; ora caía el toro bramando desesperado, ora el Congo Real retorciendo los ojos y lanzando gritos indefinibles. Formaban un lío y, simultáneamente, espaldaban la tierra cual si fueran bolas de caucho; conforme avanzaba el tiempo, aumenta en ellos el coraje; por más esfuerzos que hace el toro en hundir sus cuernos en el cuerpo del otro, no puede, porque la piel de éste es gruesa y aurísima. El Congo Real, por su parte, aplica todas sus fuerzas contra el otro, batiéndose como jamás en su vida lo ha hecho. Llevan un dia de lucha sin tregua. Al oscurecer, le dice el Congo Real al toro: Descansemos una hora. No. le responde éste, todavía me quedan fuerzas. entablan de nuevo la terrible lucha. Se muerden, se arrancan pedazos de piel y la sangre les brota de todas partes inundando el campo; sus miembros temblorosos ya no responden con igual flexibilidad los impetus de su fiereza, pero aun se acometen iracundos y gimen ante los golpes bien colocados. Al fin le dice el toro a su contrario: Bueno, descansemos el resto de la noche, pero con esta condición: el que despierte primero caerá sobre su enemigo Muy bien. dijo el Congo Real y cayeron dormidos a una distancia como de cuatro metros entre los dos. El gavilán, que todo lo había visto y oído, pensó hablarle bien temprano a su camarada; pero el Congo Real.
de sueño sutil, despertóse antes que los Yo me iré, pero vendrás conmigo, porque no han de borrarse las marcas de mis huellas: porque te has visto en mis ojos con el suave sentimiento de una eterna lejanía.
Yo me iré pero vendrás conmigo, por el eco de palabras que empañaron tus dos ojos y que abrieron tus dos labios: una boca. un infinito.
Yo me iré, pero vendrás conmigo, por haber senti las auroras de la vida.
por haber comido juntos del festin de la existencia, por haber llorado juntos en las aguas de los ríos.
Yo me iré, pero vendrás conmigo Max Jiménez, debajo. Se ocultó en uno de ellos y esperó a su mortal enemigo. No tardó en oir sus pasos; se asomó sigiloso y lo vió venir Por fortuna venía en dirección de donde él estaba En el momento que pasaba por uno de los huecos estuvo listo el conejo y, Juá. le arrojó un poco de tierra en los ojos. Revolcóse colérico el monstruo y buscó a su enemigo; como sólo huecos había en el suelo, y el olfato le decía que había alguien adentre, metió una pata. porque la cabeza no le cabía) para indagarse de lo que había adentro. El conejo estuvo listo.
y Tas! la corto de un golpe. Cegado por la ira metió la otra de adelante, y cl conejo, más rápido que antes, Tas!
se la cortó también. En su desesperación se le metieron, sin querer, las dos de atrás y entonces sí que se dió gusto el conejo cortando patas; le cortó una y como la víctima no tenía punto de poyo permitió que le cortaran la última. Brotó el héroe de la tierra y rajándole la anza al vencido, se bañó en su sangre para ratificar su proeza ante sus compañeros. Ya el gavilán estaba avisando a los de adelante la gloriosa hazaña del conejo. El momento llegó éste donde ellos; sofocado puso la navaja ensangrentada en el cuello del hombre a la par que le decía: Sóplame!
Sóplame. Si no, lo degüello! El hombre le dió aire calmándole así la fatiga.
Siguieron juntos y en poco tiempo llegaron al palacio real. La alegría que experimentaron el Rey la Reina no hay para que describirla. Jamás en su vida habían sentido satisfacción igual. Inmediatamente dió comienzo una gran fiesta; bailaron, comieron y bebieron por espacio de ocho días. la hora de conocer el Rey al autor de la salvación de su hija, llamó al hombre y le dijo. Cuál fue por fin el salvador de mi hija? lo que el hombre respondió: Todos ayudamos y muchos dieron su vida por salvarla, pero el conejo (y lo señaló) fué el que mató al Congo Real, que era el monstruo que se la había robado. Está bien. dijo el soberano; como el conejo no puede casarse con mi hija le obsequiaré cincuenta fanegas de frijoles die para que coma por el resto su vida.
Oué conejo más contento cuando oyó decir esto! En adelante pasaría durmiendo, comiendo y paseando que es para él la verdadera felicidad. a ti, dijo el Rey al hombre, te regalaré diez millones de colones. Este que sintió que lo hacían nuevo de la alegría. Como el gavilán no estaba presente, no recibió recompensa. así volvió la dicha y la tranquilidad al hogar del rico y poderoso Rey.
Heredia, de octubre de 1934.
Nota del autor. Este cuento lo of en Santa Cruz, no recuerdo a quien, cuando estudiaba en la escuela primaria.
juntos hasta dos y con mucha cautela descargó tan formidable golpe sobre el toro que lo mató instantáneamente. Al porrazo despertó el gavilán y sin esperar nada encumbróse en los aires y trasmitió a sus amigos la fatal noticia: Viene el Congo Real! Viene el Congo Real! Mató al toro! En cuanto terminó de pronunciar la última palabra, saltó el conejo de las alforjas y dijo muy ufano: Yo me quedo, pero necesito una navaja filosísima.
El hombre llevaba una por casualidad, la entregó al conejo, quien colmado de gozo se puso a despejar un pedazo de terreno; cuando terminó hizo varios huecos en el centro, comunicados por LA Agencia General de Publicidad de Eugenio Diaz Barneond, en San Salvador, puede darle una suscrición al Repertorio.
EN Paris, con Eugenio Garcia (10 me Dombasle, XV, corfie Ud. una suscrición al Repertorio Americano