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REPERTORIO AMERICANO Estampas De la comparación de dos crisis.
Ante una plutocracia satánica.
Por JUAN DEL CAMINO Colaboración Esta huelga iniciada por los obreros de California hace pensar al lector de Martí en la narración que este escritor hiciera de la crisis que el desequilibrio social trajo a los Estados Unidos en 1887 California está quebrantada porque millares de trabajadores de todos los oficios cesaron en sus quehaceres.
El suceso llena de pavor a una plutocracia acostumbrada a dirigir y mandar. como es natural busca la defensa en el Gobierno que es hechura de ella. Lo mismo hizo cuando Martí observó metido en las entrañas del monstruo. Lo que dejó escrito de aquella rebelión de obreros tiene valor grande para el que quiera ver la huelga formidable de hoy no como la consecuencia de instigaciones marxistas, sino como la explosión natural de un estado de calamidad social existente desde que los Estados Unidos constituyen una desproporcionada nación capitalista. Las agencias cablegráficas han disparado la noticia de que es la fuerza comunista la que está alentando el movimiento huelguista. Comparemos lo que fué la crisis de 1887 narrada por La comparación nos interesa no porque busquemos defensa para el comunismo, sino para sacar a la luz meridiana las responsabilidades de una plutocracia satánica. Martí dice al comienzo no más de su iluminada narración. Esta república, por el culto desmedido a la riqueza, ha caído, sin ninguna de las trabas de la tradición, en la desigualdad, injusticia y violencia de los países monárquicos Al año siguiente escribe sobre la religión en los Estados Unidos y complementa así su afirmación anterior: Dice Clark en su libro sobre el Derecho ori ginal del hombre, a una parte inalienable de dominio en los beneficios de la naturaleza, que a seguir como van los monopolios, acaparando la riqueza pública, concentrando en pocas manos la privada, acorralando a la nación trabajadora, como un pugilista a su rival, sobre la última esquina del circo no aseguraría por un cincuenta por ciento los negocios de los Estados Unidos, y las vidas no las aseguraría por un noventa.
Se ve ahora de cerca lo que La Nación ha visto desde hace años que la república popular se va trocando en una república de clases: que los privilegiados fuertes con su caudal, desafían, exasperan, estru jan, echan de la plaza libre de la vida a los que vienen a ella sin más fueros que los brazos y la mente; que los ricos se ponen de un lado, y los pobres de otro; que los ricos se coligan, y los pobres también; que la inmigración, no bien destilada ni contenida, aporta más de sus vicios europeos que lo que adquiere de virtudes americanas. que la libertad más amplia, la prensa más libre, el comercio más próspero, la naturaleza más variada y fértil no bastan salvar las repúblicas que no cultivan el sentimiento, ni hallan condición más estimable que la riqueza, asimilan al carácter nacional las masas indiferentes u hostiles que se les unen. Se ve que no bastan las instituciones pomposas, los sistemas refinados, las estadísticas deslumbrantas, las leyes benévolas, las escuelas vastas, la parafernalia exterior, para contrastar el empuje de una nación que pasa con desdén por junto a ellas, arrebatada por un concepto premioso y egoísta de la vida. Se ve que ese de fecto público que en México comienza a llamarse el dinerismo. el afán desmedido por las riquezas materiales, el desprecio de quien no las posee, el culto indigno a los que la logran, sea a costa de la honra, sea con el crimen, brutaliza y corrompe a las repúblicas!
Eso son los Estados Unidos en 1887 cuando un millón de obreros abandona el trabajo y declara la huelga general.
La plutocracia es ya un poder brutal y ha podido dominar las grandes y las pequeñas actividades de la nación. Los obreros sienten la esclavitud y hacen cohibidos como están por el sistema atroz de la organización capitalista el inmenso esfuerzo de ir a la huelga. Piden ocho horas de trabajo como lo or dena la ley desobedecida por la misma plutocracia. Ocho horas nada más y así podrán disfrutar un rato de luz so lar. Es poco lo que piden los obreros de 1887 y era justo. Martí los vió de cerca y conoció la vida miserable que hacían: Quién quiera saber si lo que pedían era justo, venga aquí; véalos volver, como bueyes fundidos, a sus moradas inmundas, ya negra la noche; véalos venir de sus tugurios distantes, tiritando los hombres, despeinadas y lividas las mujeres, cuando aun no han cesado de reposar el mismo sol!
Aquella plutocracia no cedía teniendo tantos recursos de humillación y pudiendo aprovecharlos para aplastar la inmensa masa obrera revuelta en hora inoportuna. Los obreros buscan en su agonía la voz que los consuele y los encauce. No faltan esas voces guiadoras.
Los invitan un día a la reunión deliberante y son cincuenta mil los que acuden con sus mujeres e hijos en un barrio obrero de Chicago. Cada orador dice su consejo vehementemente, en el instante en que Fielden preguntaba en bravo arranque si, puesto a morir, no era lo mismo acabar en un trabajo bestial o caer defendiéndose contra el enemigo. nótase que la policía se arremolina; que la policía con fuerza de cien to ochenta, viene revólver en mano da lle arriba. Llega a la tribuna. intima la dispersión; no cejan pronto los tra bajadores. qué hemos hecho contra la paz? dice Fielden saltando del carro; rompe la policía el fuego.
Allí está la crisis de 1887. aquí nos toca ver la crisis que sabemos si llamar la de 1934 porque parece haber comenzado apenas para los Estados Unidos imperialistas por mandato de una pluto cracia satánica. La huelga obrera de California puede desvanecerse, pero si continúa en nada será diferente de la de 1887. No puede ser diferente, porque es la lucha entre la clase que tiene la riqueza y la que la produce sin disfrutarla.
Los obreros de hoy son hijos de los huelguistas de miserable existencia que vió Martí acorralados y asesinados por la policía hechura de la plutocracia. Algo han tenido que conseguir a fuerza de gritarle al capitalista ens rbecido. De seguro su condición no es tan atroz co mo la de sus antepasados. Han tenido mejores habitaciones, más higiene, más Martí.
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