REPERTORIO AMERICANO Tomo XXVIII SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1934 Sábado 16 de Junio Año XV. No. 687 Núm. 23 SUMARIO La vida inquieta y trabajadora de Jorge Isaacs Alcides Arguedas Autenticidad Sicamos con Mr. Castle. De los pactos fabricados en Guatemala. Juan del Camino El panamericanismo en acción ¿Qué hora es. Poemas nuevos Las desviaciones sexuales en los niños.
Havelock El militar frente al civil sangriente Jiménez El testimonio de Valle Arguedas Leonardo Pena México y el derecho de asilo politico propósito de Unamuno.
Eduardo Zamacois Foujita Miguel de Unamuno Enamorado Cuesta Arévalo Martinez Mariblanca Sabas Aloma Vicente Lombardo Toledano Francisco Amighelli Nox lock Ellis La vida inquieta y trabajadora de Jorge Isaacs Por ALCIDES ARGUEDAS Del libro en prensa La Danza de las Sombras Jorge Isaacs Cali, julio de 1930. Mis amigos caleños se esfuerzan en retenerme algunos días en su alegre y limpia ciudad. Yo también desearía quedarme para complacerles y visitar los parajes de María, conocer la casa y los campos donde se desarrolla la acción; pero es mucha mi impaciencia y lo único que ahora deseo es irme. partir y llegar es una obsesión en mi. Partir, est mourir un peu. dijo un día, melancólicamente, el poeta Haracourt. la frase tiene un sentido profundo para mí porque sé que entraña una cruel verdad.
Para consolarme de no poder visitar los sitios inmortalizados por Isaacs, he vuelto a leer el libro, después de veinte años, en la sola edición definitiva autorizada por los herederos hecha en 1922 por Camacho Roldán y Tamayo, primorosa y muy inteligentemente concebida. para ilustrar mi lectura, he comprado la colección de fotografías formada por un artista letrado y amante de su suelo. Más todavía. he releído lo poco que he podido encontrar sobre la vida misma del autor, y esto es indispensable para explicar una obra: pero de la parte biográfica no acostumbran preocuparse nuestros críticos regionales, acaso porque la biografía de los grandes hombres en pueblos pequeños está formada por los comentarios de nuestros íntimos, de nuestros rivales y de nuestros domésticos. dado el caso de que un escritor pueda pasar por un gran hombre, pues esta categoría sólo se acuerda a los políticos que conceden favores, reparten prebendas y prometen o procuran empleos. El escritor, el poeta, el artista puramente tales constituyen una variedad humana aparte, lejos del vulgo y lejos de la clase dirigente, acaso notables pero sin autoridad, quizás famosos pero sin poder. su vida ocupa a las gentes porque con el comentario de las vidas ajenas dan ocupación a sus vidas vacías: con el análisis de las particularidades, carácter y costumbres de un hombre dan gusto a su imaginación iimitada y a sus lenguas desatadas; con el chisme que interesa, el chiste que divierte y la procacidad que seduce se crean nombre, prestigio y hasta autoridad en veces.
Un escritor, poeta o artista que comparta la vida estancada de una pequeña ciudad nunca es grande para sus conterráneos porque todos le ven moverse, actuar y seguir el ritmo de los sucesos, siempre igual, uniforme, monótono. Todos conocen su origen, sus antecedentes, su manera de ser y comportarse, sus manías y originalidades, su vida intima, en fin. eso, naturalmente, que está al alcance de cualquiera, que cualquiera se vanagloria de saber mejor que nadie, no importa ni interesa a los críticos del lugar, cuya única preocupación consiste tan sólo en examinar la obra dejando aparte al hombre, cuando, en realidad, es el conocimiento del hombre lo que generalmente nos lleva a conocer mejor la obra.
Tai es, por lo menos, la teoría practicada por el más eminente y autorizado crítico francés del siglo xix, o sea Sainte Beuve. Que pensaba en religión. Cómo era afectado por el espectáculo de la naturaleza. Cómo se comportaba respecto a las mujeres. y en cuestiones de dinero? Era rico o pobre. Cuál era su régimen y cuál su manera cuotidiana de vivir. etc. Y, en fin. cuál era su vicio o su debilidad? Todo hombre tiene uno.
Ninguna de las respuestas a estas preguntas es indiferente para juzgar al autor de un libro y el libro mismo si este libro no es un tratado de geometría pura y es, sobre todo, una obra literaria, es decir, donde está casi entero.
Semejante manera de concebir la crítica biográfica escapa nuestros escritores, no precisamente por falta de penetración, como, sobre todo, por falta de carácter porque una crítica de esta naturaleza en nuestros pueblos andinos sepultados en el corazón de las sierras, hundidos en lo profundo de barranque ríos casi inaccesibles y con gentes afanosas mas por aparecer que por ser, resulta labor ingrata y muy difícil porque corre el riesgo inminente fatal de herir susceptibilidades, lastimar el amor propio del autor o de su familia y, por consiguiente, de concitarse odios y antipatías que no desarman nunca.
El crívico tiene que ser cauteloso, prudente. También, y acaso en mayor grado, el historiador; y pobre de él si animado por el desinterés y la circunspección desnuda la verdad y presenta un triste espectáculo de miserias, porque entonces se levantan contra él todos los que han sido o se consideran moralmente lesionados y forman una masa febril e irritada que no le da nunca cuartel al escritor y concluye por convertirlo en una especie de paria, sobre todo si el escritoi, consciente de su fuerza, seguro de su capacidad y de su juicio, se muestra desdeñoso de los ataques, indiferente a los comentarios y, seguro también de la honestidad de su obra, la dedica, como Stendhal, al tiempo.
En el juicio crítico que precede esta edición de Camacho Roldán y Tamayo y fué escrito en 1867 ñor Vergara y Vergara, una notabilidad 67 por un filántropo se de ese tiempo y muy digno de ser universalmente conocido y pasar a la posteridad por haber prestado ayuda material a nuestro infortunado a la vez que afortunado autor, muy poco o casi nada se dice del señor Isaacs. Era su padre inglés de nacimiento, pero de raza judía; el amor lo inclinó a la religión de Jesucristo y le dió otra patria, la nuestra, donde se estableció casándose con la hija de un capitán español. Asi es que Jorge tiene en su apostura y en sus arranques, en sus ideas y en su pluma, reminiscencias hebraicas,