Violence

REPERTORIO AMERICANO Quiere Ud. buena Cerveza. Tome Selecta No hay nada más agradable ni más delicioso.
Es un producto Traube toda poesía dio, del Petrarca, del Tasso, de Byron, de Chateaubriand y de Musset! el Dante mismo, que es el más severo de poetas y que ha canta el más som brío de los poemas ¿no lleva consigo la más tierna de las justificaciones por haberse acogido al suave regazo de Beatriz. Cómo comprendemos, pues, la plural y celeste historia de tu corazón, oh Rubén!
Desarmado ante la ceguera atroz del destinc y ante la atroz indiferencia de los hombres, Rubén Darío hiló su existencia con un miedo quemante, sin otra arma que la poesía, coraza de mil puntas cruentas, y sin otro resarcimiento que la ebriedad que procura la lucha cuando la belleza se obstina en vencer. Seguro de su fuerte corazón si el poeta sufre de algo, es de no amar él aspiraba a esparcir sobre la tierra la belleza y la bondad, porque mientras el corazón del común de los hombres, no es más que arena árida, algas putrefactas y madréporas dejadas en descubierto por la triste marea del desengaño, el corazón del poeta, húmedo aun con el rocío de los sueños, continúa su vuelo vertigi lesco enigma que significa el destino de nuestra América inferior.
Rubén Darío fué, a pesar de la extrema simplicidad de su espíritu, todo contradicción y todo complejidad. Producto de la lujosa naturaleza de los trópicos y con un fuerte acarreo de sangre india en las venas, fué el más ilustre y exquisito evocador de las edades galantes y versallescas; quemado por aventurosas divinidades, apareció ávido de esas iniciaciones esotéricas que, de pron to, se hacen peligrosas en su secreto esplendor: materialista casi, vivió lleno de los terrores del más allá, preguntándose, angustiado de dónde venía el miJagro cotidiano de su canto un ruisefor nue se oía cantar a dónde iba el cotidiano milagro de su vida un cisne que se veía vivir: cristiano sin fe verdadera. se sintió atormentado por las más febriles inquietudes metafísicas, sintien ro que el abismo que sentía con mavor fuerza, era el abismo que sentia dentro de si. La vida era para el como una tremenda quemadura, de la cual él tra taba en vano, de alejar el superflun dolor. entonces gritaba, loco de sí mismo. Estoy loco de tanto ignorar.
Desesperadamente ávido de pureza arrastrando consigo el Jastre voraz de una carne terriblemente carnal la carne, a pesar de todo inspira, como un ángel triste, toda música y. su existencia conoció el asalto de las más eróticas formas del deseo.
todo lo que nuestro deseo contiene, no tarda en hacerse inmenso, helo ahí envuelto por la savia desatinada, como por la camisola de una marea irresistible.
Desbordado, a veces, por el resplandor moral, él levantaba, con sombría violencia, su gran frente sin valor; pero, sin tiéndose prisionero de sus instintos, no tardaba en comprender la inutildad de la lucha, lo que lo hacía concebir un torturante desprecio por su propia debilidad. gemía: El dulce corazón mío.
ha sido llenado de amargura por el mundo, el demonio y la carne. Sin embargo, dado que la vida no es más que una sombra perseguida por una sombra, él tuvo razón en librar la mejor parte de sí mismo, a a los amores terrestres, pues, no hay más que la mujer que encante y desespere la vida del hombre. Y toda vida. El salón más elegante, el paisaje más benigno. el más misericordioso claro de luna y el más impecable horizonte marítimo, adquieren, a nuestros ojos, un prestigio inusitado, desde que tomamos posesión de ellos en compañía de una mujer. La mujer es asi hecha: belleza que agrega belle za a toda belleza. ello puede observarse hasta en el recuerdo de las grandes vidas. Toda existencia no impregº telas de mujer, deja tras de sí una es de gravedad, de, austeridad y de dureza ignorada en la vida de los genios amorosos. Así qué aridez desconcertante en torno de Lucrecio, de Voltaire, de Schiller y de Barrés! En cam bio ¡qué dulzura en la memoria de Ovinoso a través de las maravillas del sentir. al contacto de su fiebre, las cosas parecen temblar con una belleza nueva, en la armonía del universal amor; es que si los amantes hacen del sueño una llama, los poetas hacen de él, una luz.
Dario tuvo todos los pecados de la carne; pero, ninguno de los pecados del espíritu. Si hubo un alma leal, since ra, generosa y desprendida, fué la su ya.
jamás ella fué turbada por un cálculo avieso o por un bajo pensar. Hacer de su alma una estrella y una fuent te sonora: he ahí su sueño. Sus erro simplemente, los tras un ciego divino. Como Villón.
Como Baudelaire. Como Verlaine.
Hoy que Rubén Darío boga en la na ve negra, bajo el ligero silencio de las auroras desconocidas, podemos decir lúcidamente el alcance de su secreta y prodigiosa melodía, que siguiendo la es tela de los ángeles, centellea como una constelación, en el cielo del arte. nada es capaz de darnos una más aca bada y perfecta idea de las divinas fórmulas con que el hombre cobija, cada vez que puede, la Santa Belleza del deseo. como res fueron, pues, diés de mujer Cuentos nuevos Por ROMULO TOVAR Colaboración. San José, Costa Rica, Julio de 1984, La carretera Joaquín Arrieta tenía una casa de ta gida. vea usted, es cuasi el mejor blas y caña; tenia un pequeño cañave pedacito de tierra que hay aquí agre ral y un potrerito; una vaca, una yunta gaba tristemente. Quería comprarlo don de bueyes, una carreta una Jaime.
tres hijas y un hijo. De este decía el Efectivamente, vinieron otra vez los padre con cierto dejo desconcertante: mismos hombres; tumbaron las cercas. sólo el inven midieron el terreno con unos aparatos tario de los bienes de Joaquín Arrieta.
Su buen y modesto vivir lo sacaba de la muy raros, parecen con sus tamañas patas largas, unos gigantescos zancudos; yuntilla de bueyes: hacía viajes a Grelevantaron un plano y en la Jefatura Po cia y a San José y estaba contesto. lítica hicieron que Joaquín Arrieta firVino la cosa de las carreteras. Unos mara unos papeles. Le compraron la fahombres estuvieron por el potrerillo y ja necesaria para el camino en ciento el cañal.
veinticinco colones y nueve centavos. El único pedacito bueno de tierra salía la vara a diez, que tenemos nos lo van a quitar de. Ave María, qué ingratitud; cómo cía la esposa de Arrieta muy compun se lo comen a uno porque no se defienquiere ser. Tal