REPERTORIO AMERICANO 331 muerte. Gana ¿Serán de Hispa noamérica?
sus to? Góngora y Mallarmé para no citar a Shakespeare eran ambos maestros en el arte de complicar el idioma hasta el delirio. Podríamos, pues, igualar su actitud a la del salvaje, preciosista sin saberlo, que llama ojo del cielo al Sol y sangre de las nubes a la lluvia de una tormenta. y lo propio cabría decir se respecto la forma de las relaciones sociales. lo mismo la cortesía del peruano o del mexicano Keyserling cortesa no español del siglo xu y la recelosa servilidad del canibal que, por miedo a las fuerzas invisibles de la naturaleza, complica el protocolo de costumbres y retuerce el ceremonial de sus pactos?
que la la contradicción no es sólo de cantidad, sino de calidad; no proviene sólo de una diversidad en la época, sino de una oposición en la clase.
El ejemplo aclara hasta que qué punto el compositor para orquesta que es Key serling ha desvirtuado el tema melódico para un solo instrumento que ha bíamos oído ya en los comentarios de Ortega. Pero no se reduce a esta sola contribución el caudal de lo ajeno en Jas Meditaciones sudamericanas. Mucho quedaría por decir, sobre todo en lo que se refiere al capítulo de la Gana. uno de los más penetrantes del libro.
Dejémoslo, por ahora.
Se advierte aquí y Gasset tacto (no tesía que Keyserling prestamel desagra Se ha exaltado mucho y a menudo con justicia la originalidad pintoresca de Keyserling. Tratemos de descubrirla en este volumen. Su material se halla meditación: El Continente del Tercer distribuido en torno a doce temas de Día ginal. Guerra. de la creación. El Miedo Ori. Destino den Delicadeza Emocional. Espíritu y Divina Comedia. De Jel ellos me interesa asociar al segundo con dl octavo (Miedo Original y Delicade za) y al séptimo con el noveno (Gana y Orden Emocional. En tales cuatro elementos advierto, sinceramente, la expresión más intensa del libro. El primer movimiento del salvaje es el de ocultar la verdad afirma Key serling al referirse una supuesta hipocresía hispanoamericana, añade. La expresión más sublime del miedo original sigue siendo el pudor. Así, pues, a su juicio, toda nuestra psicolo gia se desarrolla en la superficie de una esfera cuyo eje descansa, por una par te, en el pudor y por otra parte en el recelo. Pero esta observación és de Keyserling? José Ortega y a quien el autor elogia rápidamente en a la Argentina, en el séptimo volumen del Espectador algunas consideraciones sobre cuya exactitud no tengo ahota ocasión para emitir juicio alguno, pero en muchos de cuyos argumentos se apoya el conde de Keyserling con cierta aristocrática sans facon que nos incita, indudablemente, a determinadas reservas. Todo cuanto Ortega escribe respecto al hombre a la defensiva (1929) ha sido instrumentado de Meditaciones sudamericanas en los capítulos que consagra a Delicadeza y que él llama miedo original de la especie. Cuando Keyserling insinúa que, en nuestro Génesis, no de beríamos leer: En el principio, era el Verbo. sino En el principio, era la Susceptibilidad ¿qué hace él, en efecto, sino glosar las páginas en que Or tega se refiere a la susceptibilidad del consigo su salvaguardia. De allí que, en las delaciones humanas, la perífrasis sea anterior las cosas y la cortesía se anticipe a la expresión directa de la afirmación es exacta desde un punto de vista universal y no sólo argentino, brasileño o peruano. Pe ro ¿todas las perífrasis serán inferiores a la expresión directa del pensamien INDICE nes sudamericanas se consideran a si mismas más diferentes entre sí que las curopeas, si no quieren tener nada en común y si, efectivamente, sus contactos son mínimos; si se desprecian, se odian, o, por lo menos, se burlan unas de otras, todo ello se funda en lo primitivo de su personalidad: cuanto más próxima sus siya es sches está la vida, más exclu¿Logrará esta finta del pensador des viar la pregunta que, desde un principio, frente a su libro, nos subió oscuramente a los labios. Será tiempo ya de precisar la unidad espiritual de ¿Fundarán suficientemente nuestros parecidos fisiológicos y morales la doctrina de una sola América del Sur frente a una sola y distinta América del Norte. No afirmo nada. Presunto. Pero la experiencia de una larsa serie de análisis fracasados por amplitud excesiva en el campo de observación, me obliga a formular por lo menos ciertas reservas frente al ritmo de marcha macabra con que el autor de El Mundo que nace toma posesión de nuestro continente.
ente. Me desagrada, en o intimo, esa falta de delicadeza en el el sentido de tímida cor de sus Meditaciones. y me da tanto más cuanto que él mismo reco noce, en varios capítulos de su obra, la excepcional riqueza de matices espirituales que existen en nuestro mundo.
Ya sé yo que el más grande ideal del viajero sería el de poder reducir el paisaje.
contraste natural, precisamente el orgullo del paisaje estriba en no dejarse medio de una incesante y cambiante captar por una instantánea, sino por gradación de colores. Ahora bien; lo que menos encuentro en la paleta pro fusa de Keyserling, el amor a la no ta exacta, al matiz individual y que él no quiso intentar un retrato, sino una síntesis sinfónica de América y sus procedimientos no son los del pintor, sino los del músico. Pero cada actitud nacional tiene un equivalente en la música, y no creo que la nuestra, a pesar de la elocuencia dei trópico, sea la sinfonía.
Para el chino, todos los blancos se parecen entre sí, como para los blancos todos los chinos resultan idénticos. El spectáculo de una raza cualquiera supone, para el ina visión laboriosa o de otra raza, que parte de las semejanzas superficiales de sus miem termina con el inventario de sus diferencias profun das. Más aún. Para el niño, todos los insectos son hormigas; todos los mamijeros, vacas. La cultura necesitará hacer para él lo que la costumbre para viajero: enseñarle a precisar los per queños matices, indispensables para las grandes clasificaciones. Lástima que la prisa o cierta afición natural a una brillantez improvisada hayan privado a Keyserling, en esta ocasión, de la flexibilidad suficiente! El hubiese ganado con ello tanto como nosotros.
a una Pero, por por autor es el lo eragentemente documentado discre to Claro y so Releo, un poco en desorden, estos desordenados apuntes para la crítica de las Meditaciones sudamericanas. La misma multiplicidad de variantes y de protestas me hace sentir la importancia cordial de la obra. Considerado en frío, el libro de Keyserling no disimula sus defectos. Es nas partes especialmente las últimas en las primeras, apasionado en todas Pero lo anima un aliento lírico admirable, el arte de una improvisación litera ria de gran especie y modo origina lísimo de aprovechar las ideas de los demás, dándoles de pronto amplitud noridad universales: algo así como lo que ocurre con esos aparatos eléctricos los norteamericanos llaman pike y merced a los cuales el disco más rayado y afónico, puesto en contacto con los bulbos de una radiola, re cupera la brillantez apagada y aun rede las orquestas más vehementes.
No sin un claro propósito he repetido, a lo a lo largo de estas notas, la palabra instrumentación. El mejor elogio o la censura más acre que a mi juicio pue den hacerse la obra de Keyserling consisten, precisamente, en la sugestión es demasiado. demasiado poco. Fantasías. sí, Fantasías sudamericanas Este nombre convendría de un modo más concreto a la voluntad musical del autor.
Busque la edición española de las Medlserling. Trad. del alemán por Luis López Ballesteros y de Torres. Edición de Espasa upgures franqueza La sulta capaz ensordecer al ecer al conjunto de OTROS LIBROS Mariano Ibérico Rodriguez: El nuevo absoTuto. C3. 00 José Hergesheimer: Tampico. Novela. 75 Máximo Gorki: Páginas de un descon 00 Emilio García Gómez: Poemas arábigoandaluces. 50 Solicitelos al Admr. del Rep. Am.
tento.
taciones Sudamericanas del Conde de KeyCalpe, Madrid. 1933.
La Haya, 1882