REPERTORIO AMERICANO 61 todo Y las copas ΙΟ ra, nuca blanca y rosa, cadera dorada, ágata de sus picos, rubíes rojos, diamante hecho sangre, ojos color de aceituna, carro áureo, agua glauca, color de canela y rosa y a veces presenta los colores en notable contraste: pierna alba con media negra; trajes negros llenos de pelos blancos; de este modo su. su paisaje es una interpretación una realidad elaborada, exaltada por los dones artísticos del poeta.
Su paisaje se anima y se humaniza porque el vitalismo de Darío le hacía llevar el símil de lo inerte a lo movible, de lo muerto a lo animado, del objeto sujeto. Es inconcebible en este poeta el páramo, la naturaleza muerta. Su espíritu decorativo y dinámico viste su visión de ricos colores y de movimiento: PAISAJE El sol habia roto el velo opaco de las nubes y bañaba de claridad áurea y perlada un recodo de camino. Allí unos cuantos sau.
ces inclinaban sus cabelleras verdes hasta rozar el césped. En el fondo se divisaban altos barrancos y en ellos tierra negra, tierra roja, pedruscos brillantes como vidrios. Bajo los sauces agobiados ramoneaban sacudiendo sus testas filosóficas oh, gran maestro Hugo! unos asnos; y cerca de ellos un buey gordo, con sus grandes ojos melancólicos y pensativos donde ruedan miradas y ternuras de éxtasis supremos y desconocidos mascaba despacioso y con cierta pereza la pastura. Sobre todo flotaba un vaho cálido, y el grato olor campestre de las hierbas chafadas Veiase en lo profundo un trozo de azul. Un huaso robusto, uno de esos fuertes campesinos, toscos Hércules que detienen un toro, apareció de pronto en lo más alto de los barrancos. Tenía tras de si el vasto cielo.
Las piernas, todas músculos, las llevaba desnudas. En uno de sus brazos traia una cuerda gruesa y arrollada. Sobre su cabeza, como un gorro de nutria, sus cabellos enmarañados, tupidos, salvajes.
Llegóse al buey en seguida y le echó el lazo a los cuernos. Cerca de él, un perro con la lengua fuera acezando, movía el rabo y daba brincos.
La novedad en las imágenes todavía no figura entre sus recursos literarios de primera importancia. Si habla ya de arbustos con incensarios misteriosos. de las líquidas esmeraldas de la menta, de desafíos de soberbia entre el ónix y el porfido, está muy lejos de esos violen tos caprichos que empiezan con Prosas profanas y que causaron tanta inquietud a los críticos académicos.
Además del empleo de las letras me lódicas, Rubén echa mano de otros me dios para aumentar la euritmia de su estilo, frecuentemente de la eufonía, el paralelismo y la aliteración, logrando así dar a su prosa un alto valor poético. Claro está que a veces cae, en me dio de sus narraciones en prosa, en una especie de sonsonete lírico De este modo podríamos escoger en estas páginas una gran cantidad de versos correctísimos, no sólo de 6, 7, y sí labas, sino versos de 10, 11, 12 y 14 sílabas: De diez: oro labrado 6 en sus cuerpos de rosa y de nieve De once: Porque pasaron los tiempos gloriosos 10 estaba el monte armónico y florido 8 10 como dorada por la luz opaca De doce: Que la acariciaban reverentemente II se escapaba del bosque verde y fragante De catorce: 13 Faunos adolescentes como hermosos efebos los leones movian blandamente su crin.
13 Sujeto a este ritmo invariable. casi siempre a base de tres silabas Darío construye períodos enteros: Cantemos. el oro. que nace. del vientrefecundo. de la madre. tierra.
Con todas estas novedades, ya insinuadas en la prosa de Martí y de Gutiérrez Nájera, Darío crea la prosa del modernismo, antes de crear su poesía La prosa breve, nerviosa, cortada, mu sical, pictórica, plástica, la prosa exquisita que vulgarizaron Gómez Carrillo Ventura García Calderón Ру que alcan zó su mayor grado de desarrollo en algunos ensayos de José Enrique Rodó; y se podría asegurar que en la prosa de Azul hay ya muchos hallazgos estéticos repetidos más tarde en verso, en Pro sas profanas y en ese libro maravilloso de fuerza y de elegancia que se llama Los raros.
Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer. Mas es mia el Alba de oro!
Estos son los versos más felices de Rubén, quizás también los más conocidos, salvo los de la Sonatina de la princesa; desde luego, los más dignos de serlo. Hay en ello un fondo de epicureismo, porque Rubén no iba a cambiar de naturaleza para volcar su espiritu. El alma se le va, indudablemente, Pero los bienes no son bienes puros. Las rosas no son únicamente forma, color y aroma. Tienen espinas dolorosas. El poeta ha sangrado a su contacto. Por eso dice que la vida es dura. Tiene sus rosas, pero es dura y, por añadidura, se nos va. Juventud, divino tesoro! Tres palabras que unió Rubén por vez primera en un verso que nunca ya se borrará de nuestra lengua.
Sólo que el poema termina con una linea al parecer extraña: Mas es mia el Alba de oro! Señores exegetas, señores hermeneutas. qué hacen aquí estas palabras. Todo se va: la juventud, la vida y hasta el llanto; todo se va. El poeta se duele y en el momento de dolerse afirma su alba de oro. Con qué derecho. De dónde saca su esperanza? Preguntas difíciles de contestar para hombre que vivió y escribió con tanto atropello como Rubén Dario. Pero ahí están las palabras. En el momento mismo de hacer el inventario de las voluptuosidades de su vida y de despedirse apasionadamente de ellas, en el instante en que su espiritu se desprende de los bienes del mundo, es cuando el poeta se afirma a sí mismo, y por encima de todo amorio, por encima de la juventud, por encima de la vida, es suya el alba de oro. Qué es esto, amigos mios?
Es curioso que las Coplas de Manrique comiencen con una idea análoga a la del verso final de Rubén: Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando El alma se despierta y el seso se aviva al contemplar el ir de la vida y el venir de la muerte. Una cosa es el fluir de la vida; otra distinta su contemplación. No se puede pensar en lo que pasa sin tener la idea de lo que no pasa. Sin esta idea de lo que no pas no podríamos darnos cuenta de que pasábamos nosotros. En los versos en que Rubén ve caer el agua de la fuente, lo que pasa es el agua de la fuente; pero sin la idea de lo que no pasa, el alma de Rubén se confundiria con el agua misma de la fuente, pasaria con ella sin darse cuenta de ello, que es como mueren, sin saber que mueren, los seres sin conciencia.
Podrá pensarse que esa idea de lo que no pasa no tiene sino un origen relativo y que nos dolemos de la transitoriedad de las rosas porque junto a ellas contemplamos la fijeza y vetustez de las piedras. El inglés Herrick pedia una hermosa que no se enorgulleciera del fulgor de sus ojos, porque: El rubi que pende de la punta de tu oreja seguirá siendo una piedra preciosa cuando haya desaparecido todo tu mundo de belleza. Pero hay otros poetas que saben darse cuenta de que también las piedras mueren y se ha cen polvo. Asi Rodrigo Caro: Casas, jardines, Césares murieron y aun las piedras que de ellos se escribieron Pero la idea de lo que no pasa es absoluta. La necesitamos absoluta para entender el pensamiento de lo que pasa. lo que haRubén y la muerte. Viene de la página 56)
y después se tornará en ascética, la española, la de las Coplas. de poivo y ceniza.
Manrique, la de la Epistola moral a Fabio.
Gozad del sol, de la pagana la de Rodrigo Caro las ruinas de Itálica. luz de sus fuegos; la de Rioja, la de Quevedo, la de Argensola, Gozad del sol, porque mañana la de Calderón, la había expuesto ya Rubén estaréis ciegos.
en sus Cantos de vida y esperanza. en la Canción de otoño en primavera. nosotros encinas, lauros, frondas espesas; En vano busqué a la princesa tenemos carne de centauros que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
y satiresas En nosotros la Vida vierte ¡Ya no hay princesa que cantar!
fuerza y calor.
Mas a pesar del tiempo terco mi sed de ayer no tiene fin. Vamos al reino de la Muerte con el cabello gris me acerco por el camino del Amor!
los rosales del jardín.
Pero es que la otra gran reacción huma. Juventud, divino tesoro, na ante la idea de la muerte, la máxima, la ya te vas para no volver!