REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXIX San José, Costa Rica 1934 Sábado 20 de Octubre Núm. 15 Año XVI. No. 703 SUMARIO Homenaje a Pasteur en el cincuentenario de la primere inoculación La Exposición de Artes plásticas antirrábica Horacio Abascal Discurso fúnebre Rasgos ejemplares de Pasteur Gaston Laurent En la saca Hablo con los estudiantes.
Juan del Camino Romance en flor de provincia Angel del Campo. Micros y Tick Tack. Usefa La copa estrecha La reconquista de Hudson. Enrique Mentiras de Max Jimenez Roberto Ingersoll Carlos Salazar Emilio Cisneros Canto Jorge Zalamea Angel Cabrera Torreue Espinoza Homenaje a Pasteur en el cincuentenario de la primera inoculación antirrábica Por HORACIO ABASCAL Del excelente bimensuario Universidad de la Habana, Cuba. Julio Agosto de 1934 in Es de todos conocido que la Academia de Ciencias ha acordado rendirle un caluroso homenaje Pastuer, celebrando solemnemente el Cincuentenario de la primera inyección antirrábica.
No vamos a hacer en estos instantes un panegirico del inmortal bacteriólogo. Ni el momento es oportuno, ni contamos con fuerzas suficientes para ello, pues es excesivamente grande su figura para nuestras dotes demasiado exiguas.
Ha escrito uno de sus biógrafos: De todos los títulos que Pasteur obtuvo durante su gloriosa vida, le queda uno que vale por todos y que asegura la mortalidad a su memoria. este título es el de Bienhechor de la Humanidad. siendo un deber de todos los que cultivamos las ciencias médicas procurar que se conserve con fervor el recuerdo de los magnos descubrimientos científicos. máxime en los momentos de angustia espiritual en que vivimos, no dudamos en sugerirle a la Academia de Ciencias que tomara la iniciativa de conmemorar el Cincuentenario de la primera inyección de la vacuna antirrábica.
Porque, como dijimos en nuestra comunicación del 27 de enero del presente año: Desde los trabajos sobre la generación espontánea, hasta las investigaciones verificadas en los gusanos de seda, del cólera de las gallinas a la fermentación de la cerveza, obra de Pasteur es de tal solidez y tal utilidad práctica, que es imposible saber en cuál sector ha prestado más beneficios a la huPero, a pesar de mundo acostumbrado a lo nuevo y profundo de sus investigaciones, un día.
desde las más elevadas personalidades ecadémicas hasta las más humildes capas sociales, el Universo entero vibró y espectante: Acababa de realizar Grancher la primera inoculación de la vacuna antirrábica en el joven José Meister. El Maestro mismo había cargado la jeringuilla de Pravaz para que el discípulo predilecto practicara la inyección, porque, de acuerdo con sus convicciones, la Ley prohibía hacerlo pidamente. Se creyó que aquellos animales habían muerto de rabia. Pero el sagaz investigador se limitó a extraer sangre de las víctimas y analizándola al microscopio, encontró un microbio en ella, que no debía ser el de la rabia, pues mataba con una rapidez que la enfermedad físicamente no sigue en su evolución.
Mas una buena tarde pudo conseguir baba de perro rabioso. Las inocu laciones con ella no eran seguras y el proceso de incubación sumamente lento. La sangre del animal no confería la rabia: y entonces pensó Pasteur, si la enfermedad radicaría en los centros nerviosos. En esos días llegó una noticia que era para desanimar a cualquier otro que no tuviera la constancia y la tenacidad de aquel hombre de acero. El profesor Galtier, de la Escuela de Veterinaria de Lyon, comunicaba a la Academia de Medicina, que si bien había encontrado el virus en las glándulas salivares y en la mucosa buco faríngea del perro rabioso, no había logrado inocular la rabia con el cerebelo ni con la médula de dicho animal.
Pasteur perseveró, seguro de su inspiración, e hizo inoculaciones en el cerebro mismo del perro; inyectando a! de emulsión rábica debajo de la duramadre, en contacto inmediato con la superficie cerebral. los ca torce días el perro rabió. Había encontrado, pues, el medio rápido y seguro de conferir la enfermedad.
Aplicando un principio bacteriologico, pensó que si pasaba el virus de un animal a otro, se exaltaría su virulencia y en ese caso el período de incubación sería más breve. La prueba le resultó positiva, e inoculando de conejo a conejo, llegó a ocasionar la rabia en siete días: demostrando que se trataba de un germen vivo, de un microbio; pues su modo de invasión era el mismo que el de los microbios patógenos descubiertos hasta el día. La primera conquista estaba realizada.
Pasteur pensó entonces que podía Luis Pasteur Según el cuadro de Ivan Thiele gunas gotas de manidad.
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personalmente. Aquel día memorable era el de julio de 1885.
Desde 1880 Pasteur había comenzado sus investigaciones acerca de la rabia, el fatídico mal que arrasaba año tras año con millares de vidas inocentes.
Se había demostrado que el virus se en contraba en la saliva del animal rabioso, puesto que con ella inoculaba la enfermedad.
Una mañana, 10 de diciembre de 1880, Lannelongue avisaba a Pasteur que en el Hospital Trosseau había un niño que moría víctima de la rabia. Cuatro horas más tarde, Pasteur tomó un poco de saliva del cadáver del infortu nado muchacho y desliéndola en agua la inyectó a varios conejos, los cuales murieron a las treinta y seis horas. La saliva de aquellos conejos inyectada a otros, les produjo también la muerte ráemocionado