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114 REPERTORIO AMERICANO se buir demasiada importancia a estas no tas, hay en ellas cierta coincidencia con lo expresado por Feuerbach cuando dice que no se piensa lo mismo en un palacio que en una choza y contentate con el mundo dado Hemos dicho que Carlos Marx abandonó la Gaceta casi regocijado de dejar el periodismo para pasar al gabinete de estudio. Pero esto de pasar al gabinete de estudio no es más que aparente, so bre todo si con ello se quiere entender la ruptura con la agitación y con la lu cha. Desde temprano también existía en Marx la tendencia a vincular la teoría con la acción, el estudio con la polémica, tendencia que más tarde aparece unida íntimamente en todas sus obras.
Por eso cuando expresa que no conoce el comunismo, pero que si el comunis mo ha asumido la defensa de los oprimidos no puede ser combatido con tanta ligereza y que antes de condenarlo es necesario tener conocimiento completo y exacto de esa corriente, y tras esto abandona la Gaceta, enseguida se encuentra en relaciones con Arnoldo Ruge, que está ocupado en proyectos periodísticos. De sus relaciones con Ruge en esta época nace el plan de los Anales franco alemanes. que determinaron publicar en París, porque así se lograría, según Ruge, la alianza intelectuai entre alemanes y franceses. Se escribe alguna correspondencia a propósito de los preparativos para iniciar esta publicación. En las cartas de esta época, hacia fines de 1843, ya hay en Marx serias manifestaciones de su preocupación por la economía política. El sistema del beneficio y del comercio, de la propiedad privada y de la explotación del hombre escribía a Ruge conducen más rápidamente que el aumento de la po blación a un desgarramiento en el seno de la sociedad actual, desgarramiento que el viejo sistema es incapaz de reparar, porque ni crea ni repara, sino que existe y goza solamente.
Antes de trasladarse a París, Marx ha realizado lecturas extensas y provechosas sobre los problemas sociales. Riazánof ha dicho que cuando Marx entró en la Gaceta era demócrata liberal, aun que un demócrata que se interesa por todos los asuntos económicos fundamentales vinculados con la vida social. Si cuando abandonó la Gaceta no era aún comunista, pero le interesaba el comunismo como tendencia, como filosofía concreta, ahora está vinculado a él algo más que por motivos sentimenta les. Se sabe que entonces leyó a economistas como Smith Ricardo, so ciólogos como Saint Simón y Augusto Comte y que estudió sobre todo la historia de la revolución francesa. Las car tas cambiadas en ese tiempo con Ruge demuestran que Marx se va irguiendo por encima del utopismo, que está pron to a superarlo y a formular su propia concepción Se distingue el utopismo por sus sistemas perfectos, pero irrealizables, y por su apelación a la moral y a la justicia para lograr sus aspiraciones. Los uto pistas no se paran tanto a considerar la posibilidad histórica de sus propósitos como a destacar la justicia que los fundamenta, sin reparar en que la idea de justicia ha formado en la misma so ciedad que combaten con tanto acierto a veces, y en que no puede ser la orientadora de una transformación social, porque jamás estado social alguno se ha fundado sobre las ideas morales.
Aunque muchos de sus conceptos están todavía en formación, las ideas que contiene la carta de Marx escrita en Creuznach en setiembre de 1843 superan ya el punto de vista utópico. Al referirse a la necesidad de obrar so bre sus contemporáneos y especialmente sobre los alemanes, Marx se pregunta cómo lo lograrán. Dos hechos son innegables responde: que la religión, primero, y la política, después, son los dos asuntos que interesan en el más alto grado a la Alemania actual.
Se trata, pues, de ligar nuestra acción con esos dos hechos, y no de oponerles un sistema completo del género del Viaje a Icaria de Cabet. en otra parte de la misma carta agrega: Hasta el presente los filósofos tenían en su cajón la solución de todos los enigmas, el estúpido mundo exotérico no tenía más que abrir la boca para que cayeran en ella las palomas asadas. La filosofia se ha secularizado, y la mejor prueba de ello está en que el conocimiento filosófico ha penetrado en el seno de la lucha dolorosa, y no sólo en apariencia, sino de modo profundo. Si no que remos, pues, construir arbitrariamente el porvenir, debemos entregarnos una crítica despiadada del orden actual: despiadada en el sentido de que no deberá retroceder ante sus propias consecuen cias lógicas ni ante los conflictos con los poderes existentes. Por eso no soy par tidario de elevar una bandera dogmátiestas otras frases que anticipan magistralmente la dirección de su per samiento social: No nos presentamos ante el mundo como doctrinarios, enarbolando un nuevo principio: Aquí está la verdad, arrodillate! No hacemos más que extraer nuevos principios de los principios mismos del mundo. No le decimos: Renuncia a tus luchas que no son más que estupideces; pero he aquí cuál es la verdadera palabra de orden de la lucha. No hacemos más que mostrar le por qué lucha de hecho, e inyectar le su conocimiento, quiéralo o no.
Con esta orientación, Marx marcha ya con paso seguro hacia el comunismo y por consiguiente hacia la acción organizada; acaso se ve que todavía lleva en sus flancos la huella de las disputas filosóficas, pero ya atenuada y sin peligro de que encalle en ella la concepción ge neral del mundo que Marx va forjando incesantemente. Acaso se advierta por eso que estos preliminares de su posición se aproximan más la filosofía que a la economía; pero no se olvide que Engeis dirá, años después que nosotros los socialistas alemanes nos enorgu llecemos de descender no sólo de SaintSimón, Owen y Fourier, sino también de Kant, Fichte y Hegel. El movimiento obrero alemán agregaba es el heredero de la filosofía clásica alemana.
Marx no llegó a su concepción de su bito y sin las gradaciones que irepone el conocimiento científico, sino por una esforzada labor intelectual en la cual es fácil advertir el ascenso progresivo.
Nunca procedió por adivinación ni improvisadamente; y cuando años más tarde refería en una carta Engels su per manencia diaria en la Biblioteca del Museo Británico, agregaba que los simplones democráticos, a quienes les viene la inspiración de lo alto. no necesitan imponerse semejantes esfuerzos. Para qué van a torturarse esos hombres afortunados con el estudio de los materia les económicos e históricos. Es todo tan sencillo. como solía decirme aquel pobre diablo de Willich.
La solidez de sus ideas le debe mucho indudablemente a esa formación metódica, sin adivinaciones instintivas y sin anticipaciones aventuradas. La marcha no es lenta, sin embargo, ni ha sido emprendida sin audacia, pero el paso siempre firme, sin revelaciones sensacionales y pronto extinguidas, cumple aquella condición que Goethe advertía en lo que sobrevive: y en esta marcha progresiva llega muy pronto a las páginas de im presionante seguridad del Manifiesto Comunista.
En noviembre de 1843 Marx está en París para comenzar con Ruge la edición de los Anales franco alemanes La alianza entre ambos no durará mucho tiempo. pesar de sus aparentes decisiones. Ruge tiene alma de filisteo, en política se conformaría con un liberalis. no candoroso. Los Anales creveron contar con algunos colaboradores franceses, pero en el único número doble oue se nublicó sólo aparecen firmas alemanas. El fogoso Lamennais ies respondió que aguardaba la aparición de la revista antes de colaborar; el poeta Lamartine desmintió públicamente cue él se hubiera comprometido colaborar con Lamennaisel herético en la revista de los señores Marx y Ruge. Pero la más malvada dice Mehring fué la conducta de Luis Blanc, precursor de la conocida conducta de los socialistas en los conflictos extremos entre la burguesía y el proletariado. Toda la sordidez del espíritu reformista, todo miedo a lo grande y el apego a las nonadas, siempre temerosos de adelantar demasiado, ya están en el Luis Blanc del 1843, el mismo que durante la Comuna quedó en Versalles. En la Revue independante Blanc se congratulaba de que la juventud alemana comenzara a volver su atención hacia la práctica de la vida; pero consideraba necesario moderar su ardor, porque el ateísmo en filosofia conduce a la anarquía en política. Criticó a los jóyenes alemanes por ser secuaces del materialismo francés de Diderot, Holbach y de la Enciclopedia, porque así daban un paso atrás de un siglo, y ampulosaca. a